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domingo,
06 de
noviembre de
2005 |
Paseos en planeador: Detrás de los pájaros
Los pilotos del Club de Planeadores Rosario, con sede en Alvear, comandan los paseos por el cielo
Paola Irurtia / La Capital
Son apasionados por volar sin motores, treparse como los pájaros a las corrientes de aire y surcar el cielo a los trancos desde una corriente a otra. Los pilotos se unen en el Club de Planeadores, con sede en Alvear, y esperan cada fin de semana a los visitantes que se animen a probar su vuelo de bautismo.
El Club de Planeadores se encuentra lindero al Aeroclub de Alvear, sobre la vieja ruta 9, a unos 20 kilómetros de Rosario. En ese predio, fundado en el verano de 1942, se reúnen todos los fines de semana los pilotos e instructores de Vuelo a Vela, como se denomina la práctica, en un espacio arbolado, con pileta de natación y canchas de tenis para entretener a los acompañantes de estos fanáticos pilotos que vuelan siguiendo las nubes y los pájaros.
"Lo más lindo es que subís sin motor. Disfrutás y explotás la naturaleza sin utilizar ningún medio mecánico", cuenta Cristian Franzini, de 20 años, el piloto más joven de los rankeados en Rosario. Cristian es hijo de un piloto y nieto de Leonor Taillada, la primera mujer piloto que hubo en Cruz Alta, donde subió a un biplaza por primera vez. Le gusta el silencio que escucha mientras vuela y el empequeñecimiento de los objetos terrestres cuando se aleja por el aire.
Los vuelos de bautismo son paseos cortos, con planeadores biplaza que parten y vuelven al Club. En estos vuelos los pilotos no se alejan demasiado del predio, que desde el aire adquiere el aspecto de un montículo verde alrededor de la torreta que señala el predio desde la ruta. Aún así, a unos 800 metros de altura, el campo se organiza en prolijos polígonos de todas las gamas de verde, las casas toman la forma del conjunto que las contiene, el Puente Rosario Victoria se recorta con la dimensión de una soga sobre el brazo más ancho del Paraná y las islas y riachos se dibujan en el suelo, se ondulan con los movimientos de la corriente y los vientos, o reflejan la vida de los humedales más entumecidos en los espacios encerrados.
Estos vuelos de bautismo tienen una duración de entre 10 y 20 minutos y tienen un costo de 40 pesos. Los pilotos esperan a los interesados en la pista. No hacen falta contactos, ni contrataciones previas, sólo llegar hasta el club,acercarse a la pista, hablar con el jefe de turno y esperar que un piloto lo lleve hasta el cielo.
Los pilotos dirigen el vehículo, pero todas las aeronaves de dos plazas repiten en el asiento trasero el instrumental de vuelo. El tablero muestra un altímetro, donde se puede ver la distancia de elevación; un velocímetro, expresado en kilómetros por hora; una brújula y un bariómetro, que se "activa" al ingresar en una corriente térmica y marca la velocidad de ascenso del planeador en metros por segundo.
Como los planeadores no tienen motor, requieren de un auxilio para elevarse. Lo realiza una avioneta que remolca la aeronave con una soga hasta alcanzar unos 500 metros de altura. A esa distancia del suelo, el piloto se desengancha de la avioneta y queda suspendido en el aire en busca de las corrientes térmicas que le permiten ganar altura y desplazarse.
El hallazgo de las corrientes térmicas sólo depende de la atención y la experiencia. Se pueden encontrar debajo de las nubes, sobre campos que refracten el calor del sol- sobre todo los que son más oscuros-, o siguiendo a los pájaros que giran en ellas como los mismos planeadores. Los pilotos están atentos a la aparición de los "cumulitos", las nubes bajo las cuales consiguen un ascenso seguro.
La información fluye de los pilotos, que como todos los apasionados contagian su entusiasmo. Los planeadores pueden alcanzar fácilmente velocidades de 130 o 140 kilómetros por hora y hacer destrezas aéreas o permanecer suspendidos en el aire.
La organización de los vuelos a vela en el país se realiza a través de clubes, a diferencia de otros países donde la actividad está a cargo de empresas privadas. La modalidad local desarrolla el espíritu solidario de esta pasión, que tiene sus costados recreativo y deportivo. "Siempre que salís a volar necesitás a un par que empuje el planeador a la pista, uno que lo enganche al remolque y otro que lo maneje: un equipo. Eso hace que la actividad sea muy solidaria, se creen vínculos entre los socios y que todos los miembros del club colaboremos en el mantenimiento de las aeronaves, las instalaciones o las actividades", cuenta Gerardo De Marco, de 40 años, también hijo de pilotos.
Las jornadas en los clubes son largas y la compañía familiar, frecuente. Por eso la pasión pasa con facilidad de una generación a otra y la mayoría de los pilotos la heredó de sus mayores. Claro que no es regla: la pasión no siempre liga. Por ese motivo, los mismos socios se ocuparon de sumar al club una pileta de natación y dos canchas de tenis alrededor del bufete, para los miembros del clan o los visitantes que no sigan con tanto entusiasmo el movimiento de las nubes, los cambios de viento o el remolque de los planeadores.
Las personas que llegan con interés de volar en un planeador muchas veces está interesada en ver los paisajes desde el cielo, pero cuando empieza la travesía la curiosidad vira al modo en que estos aparatos sostienen su trayectoria.
En un primer vuelo la altura se hace sentir en oidos tapados, o un "cosquilleo" en el estómago. La respiración profunda y calma, el aire que ingresa por la ventanilla de la cabina y la descompresión de los oidos, a partir de provocar presión con la nariz tapada, bostezando, o mascando, son las formas más eficaces de vencerlo. Pero cualquiera de estos efectos comienza a sentirse después de un tiempo de viaje y en un vuelo corto, por lo general, no pasan de una presencia molesta. El sol es fuerte y calienta a través del plástico que cubre la cabina, los lentes de sol son buenos compañeros y si el paseo es más largo, también lo es una botella de agua. Con esas precauciones, las ganas de volar son suficientes para lanzarse a surcar el cielo sin más impulso que el del aire.
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Fotos
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"Lo más lindo es disfrutar y explorar la naturaleza sin medios mecánicos".
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