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 domingo, 06 de noviembre de 2005  
Comunidad generosa. La solidaridad de un pueblo als ervicio de los niños
Una abuela prepara la merienda para medio centenar de chicos en Sastre
Hace siete años la mujer invitó a un grupo de amigos de su nieto a tomar la leche. Así comenzó la historia

Luis Emilio Blanco / La Capital

Sastre.- La mujer nunca imaginó que la invitación a un grupo de amigos de su nieto a tomar la leche por las tardes terminaría convirtiéndose en el cimiento de una organización que hoy recibe y ayuda a diario a unos cincuenta niños de la ciudad.

Todo comenzó cuando su nieto Oscar tenía 8 años -hoy está por cumplir 15- y le manifestó la necesidad de que vinieran los vecinos para jugar durante las tardes, ya que tiene un problema psicomotriz desde que nació. Fue entonces cuando Carmen Escobar comenzó a servir la merienda a un grupo de niños que diariamente visitaban a Oscar. Con el tiempo fueron sumándose otros amigos, hermanos y primos, y la voz se fue corriendo entre los pibes del barrio.

La casa de Carmen queda cerca del pueblo pero está en el campo. Allí existía lo necesario para pasar una tarde extraordinaria. Se cumplían las obligaciones de la escuela y luego se podía comer, jugar, divertirse y resolver otras necesidades como vestimenta o contención emocional. Fue así que Doña Carmen se vio obligada a poner en funcionamiento el horno de barro para hacer pan y cocinar tortas y debió aumentar la cantidad de vacas que ordeñaba. "A los pocos meses y viendo la necesidad de algunos niños, comencé a invitarlos a comer el sábado por la noche", contó Carmen orgullosa.

"Cuando me di cuenta, tenía quince chicos que venían a casa todos los días y siempre llegaba uno nuevo, que por supuesto era bienvenido. Tuve que buscar un lugar para poder recibirlos a todos y fue así que decidimos mudarnos, después de dos años de comer en casa", explicó la mujer.

Carmen consiguió que una familia le prestara una vivienda, que debió acondicionar, donde llegó a atender a treinta niños. Tiempo después, los propietarios necesitaron la casa para otros fines y tuvo que alquilar otra ubicada sobre una calle que divide la zona urbana de la rural. En ese lugar funciona actualmente el "Saloncito de Mailín", al que hoy concurren más de cincuenta chicos.

"Decidí ponerle ese nombre -contó Carmen- en agradecimiento al Señor de los Milagros de Mailín, a quien le pedí ayuda para salir de una depresión profunda en la que había caído en un momento de mi vida y a cambio le ofrecí mis fuerzas para trabajar por los niños", explicó con el mismo amor con el que prepara las meriendas para los chicos.


Ayuda de todo el pueblo
En todo momento Carmen destaca que en su obra se conjugan la solidaridad de mucha gente y la atención oficial a través de la Municipalidad y que gracias a eso la continuidad es posible. "Recibí y recibo todos los días la ayuda de comerciantes, vecinos y profesionales de la ciudad a quienes estoy muy agradecida. Empecé a pedir cuando la cantidad de chicos que tenía sobrepasó mis posibilidades y me di cuenta de que había mucha gente dispuesta a ayudar. Cuando nos mudamos necesitábamos una heladera. Fuimos al informativo del cable local y después de tres horas tuvimos la heladera a disposición".

Con serenidad y firmeza, justifica su diario peregrinar por los comercios de la ciudad. "No me da vergüenza pedir, no le hago mal a nadie y quienes conocen mi causa colaboran sin problemas. Hay panaderías, verdulerías, carnicerías, tiendas y vecinos que nos ayudan", señaló y confesó que alguna vez pensó en dejar la actividad: "En una oportunidad, cuando las cosas se habían puesto muy difíciles, les dije varias veces a los chicos que no tomaríamos más la leche, pero al día siguiente volvían todos. Ahora que tenemos tantos niños y tantas personas dispuestas a ayudar, no pienso abandonar por nada del mundo".

Con evidente orgullo, la mujer contó que la última Navidad la festejó junto a unos 70 niños con quienes compartió juegos, regalos y una cena. "Porque acá no vienen solamente los niños necesitados, vienen todos, porque se sienten bien, juegan, se hacen amigos de otros chicos y están bajo el cuidado de gente mayor, jugando y haciendo cosas de niños, como debe ser", sentenció Carmen y destacó como uno de sus grandes logros que "las horas que los chicos dedican al saloncito, son horas que no están en la calle. Acá juegan al básquet, a las bolitas, a las bochas y al vóley, además de juegos tradicionales y de ronda".

El "Saloncito de Mailín" donde los pequeños, además de merendar, reciben apoyo escolar, juegan y comparten un ropero comunitario, funciona hoy en una casa alquilada pero quizás el año próximo pueda trasladarse a un espacio propio gracias a la cantidad de benefactores que, de diversos modos, contribuyen a la causa común. Allí confluyen los esfuerzos de un grupo de colaboradores, padres, voluntarios y el apoyo permanente de la Municipalidad en ayuda de Carmen para que los niños reciban, además de alimentos y ropa, una cuota extra de amor y contención.
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El amor de Carmen logró alegrar las tardes de muchos chicos.


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