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 sábado, 20 de agosto de 2005  
Editorial
Retrocede la desocupación

La sustancial baja del desempleo en la Argentina, anticipada por el presidente, se debe en gran medida a la puesta en marcha del poderoso mecanismo que constituye la construcción, impulsada por planes estatales. No es una novedad —ya fue la base del “New Deal” estadounidense—, pero su eficacia resulta indiscutible.

En un gesto característico de su estilo de conducción política, el presidente Néstor Kirchner salió días pasados a anticiparse públicamente a la difusión de los resultados de los relevamientos oficiales y confirmó la tendencia a la baja del desempleo en el país: "Se está marcando un gran avance en la lucha contra la desocupación, donde se han generado más de dos millones y medio de puestos de trabajo", afirmó con optimismo el jefe del Estado, quien sin embargo no reveló cuál es el gran secreto que ha permitido tales progresos, el auge de la construcción y el poderoso impulso que se le dio a la obra pública.

No se trata de ninguna novedad en la historia económica del mundo, pero la aplicación de tan añeja receta ha probado nuevamente su eficacia. Ese ha sido el camino que ha comenzado a recorrerse y que permite que en el presente, de acuerdo con datos brindados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), un ochenta y ocho por ciento de los habitantes de la Argentina tenga trabajo. Con un dólar alto como innegociable base de la pirámide, el gobierno se ha lanzado a la implementación de un modelo que tiene en la construcción a la gran palanca capaz de poner en movimiento la maquinaria.

Mientras desde el Fondo Monetario Internacional se dice que ningún representante del organismo viene al país porque "nosotros no vamos donde no nos invitan", el tándem Kirchner-Lavagna actúa en pos de un objetivo claro: recuperar la dignidad nacional. Ya lo hizo en su momento -claro que con otra base de sustentación- Franklin Delano Roosevelt, cuando con fuerte liderazgo logró sacar a los Estados Unidos del desastre en que se había sumido el país tras la caída de la Bolsa de Nueva York y la pavorosa crisis de 1929. Movilizando formidables recursos bajo el control y el estímulo de brillantes políticas de Estado, el gigante del norte salió fortalecido de la dura prueba y pudo ratificar la supremacía planetaria que dura hasta hoy.

Aunque los subsidios -bajo la forma de planes Trabajar- enmascaren ciertamente el real estado de las cosas, nadie puede cuestionar con fundamento los progresos de la Argentina durante los últimos años. Y el plan nacional de construcción de viviendas debe ser visto como uno de los engranajes clave en el dispositivo que permite el crecimiento. Sólo falta que la cultura del trabajo y del ahorro, madre de la mejor versión del país, recupere su sitial perdido.
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