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 sábado, 20 de agosto de 2005  
Sin límites para la solidaridad
Una escuela mapuche recibe ayuda de estudiantes rosarinos
Se trata de una escuelita neuquina que necesita desde libros y útiles para aprender hasta ropa y calzado

Marcela Isaías / La Capital

La Escuela Hogar Mamá Margarita es igual que tantas otras de la Argentina: recibe alumnos desde el nivel inicial y hasta el 7º grado, chicos que quieren aprender lengua, matemática y ciencias, además de compartir espacios de juegos. También en ella se reflejan las consecuencias de las desigualdades económicas y regionales. Sin embargo, la distancia geográfica que la ubica alejada de los centros urbanos no ha sido un límite para un grupo de jóvenes rosarinos que desde hace seis años se solidariza con la escuelita neuquina.

La escuela pertenece a la Comunidad Mapuche Painefilú, de Pampa del Malleo (provincia de Neuquén). Recibe a unos 140 chicos que asisten desde el nivel inicial (de 5 años) hasta el 7º grado. Algunos llegan caminando a estudiar, otros que viven en lugares más alejados, en la misma montaña, se alojan en los hogares que tiene Mamá Margarita, colegio que pertenece a las hermanas de la congregación salesiana de María Auxiliadora.

Así, junto a otros, llegan chicos de las comunidades mapuches de Costa del Malleo, Atreico, Nahuel Mapi, Aucapán, Confluencia, Sañicó, Paimún, Huechulafquen, San Ignacio y Chiuquilihuin. No es difícil imaginar que casi la totalidad de estos alumnos son mapuches.

En la escuela sobran el afecto, las ganas de aprender, trabajar y organizarse para hacer de cada clase un desafío a la adversidad que marca la distancia. Al menos eso es lo que cuentan Laura Molina, la mentora de la propuesta solidaria y secretaria docente, junto a un grupo de alumnas y ex alumnos de la Escuela Brigadier Estanislao López de Rosario (Oroño 939).

Entre los últimos están Sofía Antelo (23), maestra jardinera y estudiante de fonoaudiología; Cristian Baclini (19), quien trabaja y se prepara para ingresar a medicina; Jonatan Messina (20) y Ezequiel Acuña (19), estudiante de comunicación social. También, María Paula Loor, Camila Scataglini y Victoria Gabosi, todas de 2º año del polimodal de la Escuela López.


Vacaciones en la escuela
La segunda quincena de enero (según el calendario escolar de esa región) es la época indicada para visitar la escuela. De esa forma, los estudiantes por propia voluntad (y bolsillo) viajan hasta Mamá Margarita, "para compartir quince días inolvidables".

Y, a juzgar por el entusiasmo que ponen para relatar lo vivido, las ganas por ayudar es lo que sobra. "Muchas veces nos cuestionan por qué no trabajamos para los chicos necesitados de Rosario -dicen los estudiantes-, pero nosotros creemos que tenemos que mostrar esta realidad, donde no hay nada y los chicos necesitan tanto para aprender".

Convencidos de que cuando se habla de solidaridad las cuestiones de límites no son decisivas, los estudiantes resignan sus vacaciones de verano para compartir ese tiempo con los chicos de Mamá Margarita.

Rodeada de un bello paisaje del sur argentino, la escuela necesita de todo: desde recursos materiales y didácticos para aprender hasta ropa y calzado. Pero, remarca la tutora Laura Molina, los libros de lectura son indispensables: "Las revistas y libros de cuentos se vuelven un bien muy valioso para estos chicos que comparten todo". Además, porque los profesores hacen especial hincapié en la lectura y en la comprensión lectora como estrategia de aprendizaje. La biblioteca entonces es una herramienta clave en el lugar.

La escuela es de gestión privada, pero en realidad el término parece una ironía ya que para los chicos es gratuita y se mantiene con la ayuda y buena voluntad de la gente; "es todo a pulmón y se trabaja en red", dicen la directora del establecimiento Silvia Schel y las cuatro hermanas que trabajan en la escuelita y el hogar. "Todo vale, la ayuda material, el juego que compartimos, sentarnos a la mesa y almorzar con ellos", recuerdan los jóvenes.

La mayoría de los chicos que terminan 7º grado -vale recordar que en Neuquén no rige la ley federal de educación- continúa la escuela secundaria. Para lo cual los maestros trabajan mucho, articulando con las escuelas medias de la zona de manera de asegurarles un buen tránsito al primer año.

La escuelita neuquina es de jornada completa, de 8 horas, donde se mezclan el estudio formal con las principales comidas y las clases especiales de huerta, telar, educación física, plástica, música, idioma y cultura mapuches.


El mayor rédito
Las autoridades aseguran que pertenecer a la gestión privada suele ser un obstáculo para realizar pedidos en los organismos oficiales, muy a pesar de que la escuela es gratuita y subsiste gracias a las donaciones voluntarias. Entre esas necesidades no queda afuera la informática. La biblioteca tiene una sola computadora que, claro está, es útil pero no suficiente para desarrollar cualquier proyecto educativo.

Compartir tiempo y espacio al menos quince días al año no deja sólo rédito para los chicos del sur, sino también para quienes se comprometen desinteresadamente. Es que, según cuentan, en Mamá Margarita no hay un solo lugar donde gastar plata, no hay negocios, falta el agua, a las 10 de la noche se corta la luz y no queda otra que irse a dormir.

Pero todo se valora más: el trabajo cooperativo y el desafío de abrir a diario los libros. "Crecemos en cada viaje, es mucho lo que nos traemos como personas", concluyen los jóvenes que ya se preparan para volver el próximo verano.
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El Colegio Brigadier López, en sintonía con los chicos neuquinos.

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