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sábado,
13 de
agosto de
2005 |
Más sobre el
transporte
Esperar cerca de cuarenta y cinco minutos a la luz de la luna y abrazado por un frío nada romántico ni menos cálido me hace pensar que mejor sería soñar con un mundo mejor. Un mundo donde haya colectivos de transporte urbano no cada cinco minutos pero sí cada quince, que uno no sea el hazmerreír de cada fiesta al llegar media hora o cuarenta y cinco minutos tarde porque perdiste el colectivo de las once y el otro vaya a saber a qué hora pasa. Al final pasa pero pasa después de que te fumaste dos o tres cigarrillos, chequeaste el reloj quince veces, saludaste a un par de amigos en la calle y te resignaste a pensar que esta ciudad a pesar del transporte urbano es linda. Además, sería bueno destacar la metamorfosis que sufren las unidades a las cinco o seis de la mañana de los días viernes y sábados. Son algo así como colectivos cenicientas, pero no pasan de hermosas princesas a sirvientas, sino de colectivos a jaulas, jaulas de monos, mandriles, pterodáctilos o neandertales, la especie no pudo ser especificada pero se asegura que si uno se atreve a subir a una de estas jaulas móviles bajará sin billetera, sin reloj, sin pulseras, en el peor de los casos sin campera.
Sebastián Ocampo, DNI 26.002.307
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