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 sábado, 30 de julio de 2005  
Una herramienta valiosa para formar personas más democráticas y respetuosas
Educación sexual: a cumplir con la ley

Viviana Della Siega (*)

La educación sexual es una oportunidad no sólo para prevenir embarazos o enfermedades de transmisión sexual, constituye una valiosa herramienta para luchar contra la violencia familiar y formar personas más democráticas y respetuosas de las y los otros. Las declaraciones del ministro de Salud provincial, Juan Sylvestre Begnis, con relación a la puesta en marcha de la capacitación a la docencia santafesina para poder cumplir con la tan demorada educación sexual en las escuelas, da un hálito de esperanza para quienes tenemos una preocupación cierta en torno a esta problemática.

Es oportuno recordar que la ley que establece la obligatoriedad de la educación sexual en el ámbito educativo provincial data de l992. Cinco años más tarde, el Ministerio de Educación dictó una resolución fijando los contenidos y de allí en más, excepto un material bastante discutible que circuló por la escuelas -con poco éxito- cada cual hizo lo que creyó más adecuado, lo que pudo, o no hizo nada.

Llama la atención que el poder legislativo sancione leyes que luego no se preocupa en verificar si se cumplieron o no. Quizás se podría argüir con que no es su función, pero sería de gran utilidad que quienes se comprometieron en una normativa se ocuparan también de realizar su seguimiento, pidiendo informes, reclamando su ejecución. Por supuesto que la mayor responsabilidad recae en el Ejecutivo que debe cumplimentarla.

Esta anomia que nos caracteriza resulta un pésimo ejemplo para la ciudadanía común que de esta manera va interiorizando como algo habitual el desconocimiento de las normas. Tenemos mucho que hacer todavía en este sentido. Debemos aprender que las leyes están para ser acatadas, empezando por los gobiernos y siguiendo hasta el último de nosotros.

Aclarado este argumento básico: existe una ley y hay que cumplirla, podemos abundar en la conveniencia de la educación sexual en momentos en que crece el embarazo adolescente y que estudios sobre el tema indican que la iniciación sexual en nuestro país se da, en términos generales, a los 15 años en las jóvenes y a los 16 en los varones.

Según el Ministerio de Salud de la Nación, el 15% de los nacimientos anuales corresponde a chicas entre los 10 y 19 años, es decir, que 3 de cada 100 adolescentes da a luz. Ante este panorama que se agrava cuando se observa que el 73% de quienes son madres en esta etapa de su vida han dejado la escuela y pertenecen a los sectores más pobres, con agudos problemas de desnutrición y marginalidad -problemas que sin duda habrán de acentuarse ante el desafío de criar un/a niño/a, no acceder a la educación y por lo tanto a un trabajo digno- la educación sexual y el acceso a los anticonceptivos aparece como una respuesta sensata a un problema sanitario.

Precisamente, la educación sexual fue el recurso utilizado por distintos países para disminuir el porcentaje de embarazos adolescentes. Holanda, por dar un ejemplo, bajó de un 4% a principios de los setenta a un 1% en los noventa mediante un programa continuado.

Que la decisión política nazca en el área de Salud más que en Educación no es casual, tiene que ver con la percepción del embarazo como un problema sanitario, los hijos/as de madres demasiado jóvenes tienen mayores índices de mortalidad, como así también aumento del riesgo de la mortalidad materna.

No es posible seguir ignorando esta realidad y esconderse tras arcaicos conceptos que desprecian vidas humanas jóvenes y desconocen la lacerante situación de miles de familias excluidas de todos los bienes, que generación tras generación repiten y profundizan su miseria.


Perspectiva de género
¿Qué clase de educación sexual? Ahora bien, un enfoque biologista no alcanza. No basta con conocer el propio cuerpo y cómo utilizar los diferentes métodos anticonceptivos para evitar los embarazos no deseados como así también enfermedades de contagio sexual.

Se impone entonces tener en cuenta las relaciones asimétricas de poder que se dan entre los géneros, analizar de qué manera los estereotipos, prejuicios, mitos, los mandatos culturales impuestos, que establecen un modelo de mujer atada inevitablemente a la función maternal influyen en la decisión de tener un hijo/a para "sentirse importante", "contar con algo propio" o "ser verdaderamente mujer", sentimientos que circulan en el imaginario de sectores privados de todo, tal como lo testimonian numerosas entrevistas realizadas a muchas mamás juveniles.

El embarazo no es sólo la consecuencia de no haber tomado las debidas precauciones, también puede darse por estas circunstancias. La educación sexual debe, entonces, trabajar en la autoestima, el respeto a sí mismo/a, al cuerpo, a los propios tiempos, el placer, a poder rechazar las presiones externas que impelen conductas que no siempre realmente se desean, a aprender a desentrañar las situaciones de abuso, de maltrato, de vejación -tantas veces silenciadas por vergüenza, por miedo, por desconocimiento- a la posibilidad de encontrar un proyecto de vida acorde a la etapa que se transcurre sin apurar una maternidad o paternidad para la que aún no se está preparado, para la que no se tiene responsabilidad y que va a obstaculizar las posibilidades de estudio, de trabajo, de disfrutar la juventud.

Una educación sexual que tenga en cuenta la perspectiva de género puede avanzar en la construcción de una sociedad más democrática, respetuosa de los derechos de todos y todas de vivir una vida libre de violencia. Por todo esto resulta imprescindible un programa de capacitación que integre esta visión, de lo contrario habremos desperdiciado la oportunidad de avanzar sobre otra problemática que afecta especialmente a niños, niñas y mujeres, la violencia familiar.

Tenemos en la provincia de Santa Fe expertos/as de larga trayectoria en estos temas, sabemos que participan del Consejo asesor del Ministerio de Salud. Es de esperar que a la hora de diseñar el programa se escuchen estas voces y no se condicionen a sectores que sistemáticamente han tenido una visión de discriminación respecto de las mujeres, violando su derecho a ejercer una ciudadanía plena.

(*) Comunicadora social, especialista

del Instituto de Género de Rosario
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Aunque hace más de 13 años que se aprobó la obligatoriedad de la educación sexual, recién en 2007 llegará a las aulas santafesinas.

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