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 domingo, 24 de julio de 2005  
[Lecturas]
La palabra escencial

Carlos Roberto Morán / La Capital

Libro a libro Andrés Rivera se acerca un poco más a lo esencial. En cada nueva entrega de su amplia obra "dice" menos, en un evidente y premeditado despojamiento de palabras. "Esto por ahora", su última novela -si así se la puede llamar- viene a certificar lo que ya resultaba evidente en trabajos anteriores: "Tierra de exilio", "Hay que matar", "Ese manco Paz", "Cría de asesinos". Por citar de corrido, porque Rivera (Marcos Ribak, Buenos Aires, 1928) produce -en apariencia- casi sin solución de continuidad, tanto que en los últimos cinco años se conocieron de él nada menos que seis títulos, además de una recopilación de sus cuentos.

Ya se sabe que Rivera bucea en la historia (además del Manco Paz que tantas satisfacciones le dio, hay que citar inexorablemente a "La revolución es un sueño eterno" y a "El farmer"), en los que partiendo de personajes paradigmáticos, como Rosas o Sarmiento, ha buscado no la reconstrucción arqueológica sino el repaso de hechos históricos que le permitieran reflexionar sobre lo que nos ocurre a los argentinos. Vale decir la historia actuando como espejo de nuestro presente. Pero hay también otra historia, la que no suele contarse, la de los resistentes. Arturo Reedson ha sido uno de ellos.

Reedson, como ocurriera con el propio Rivera, ha sido obrero y convencido comunista y en "Esto por ahora" ya anciano ("y pienso en la revolución que no hicimos; y pienso que lo que pienso son las flaquezas de un viejo, sus postreras debilidades") observa los cambios que vive o padece el país, la marginación, la imposibilidad de dialogar con aquellos que han dejado de estar y sentirse integrados a la sociedad. Si bien Reedson ya estuvo presente en otros textos de Rivera -"Nada que perder" (1982), "El verdugo en el umbral" (1994), "Tierra de exilio" (2000) y "Cría de asesinos" (2004)-, no hay que vincularlo tanto con esas historias, salvo la última, sino con otras que viene contándonos el narrador en los últimos tiempos y que paradigmáticamente reflejó en "Hay que matar". "Ni mis obras ni yo somos ajenos a lo que pasa en la calle", ha dicho. Y ha hecho ver que muchos de los marginales de nuestros días suelen carecer de códigos, que se transforman en máquinas de la muerte condicionados por una sociedad que no los toma en cuenta.

Esas "máquinas de la muerte" reaparecen puntualmente en "Esto por ahora". Se llaman Daiana, Facu, Luca, habitantes del desolado sector empobrecido de la ciudad de Córdoba en el que Rivera vive desde hace varios años y que, a través de ficciones o declaraciones, viene dando testimonios.

Rivera narra dos historias que, inicialmente, resultan muy diferentes. Una, la de Reedson, refiere al pasado, a sus luchas, a traiciones y actos solidarios, a la persistencia de las convicciones. La segunda, en la que cobran protagonismo Daiana y el resto, jóvenes sin presente ni futuro, habla de la violencia cotidiana, de la plata mal habida, de historias indignas en las que "se bajan tipos" para ganarse unos pesos.

En este caso desaparece la solidaridad para dar paso a la brutalidad, al sexo descarnado, a la búsqueda del dinero fácil, a la traición. Dos vertientes que hablan "del país de los argentinos", como dice Rivera, y que en determinado momento terminarán encontrándose. De la peor manera.

Resultadifícil definir a "Esto por ahora" como una novela. En todo caso se trata del registro particular de Rivera, de una forma de narrar, de una poética que tiene sus seguidores y otros que la niegan. Lo que nos ha interesado es la fidelidad del escritor a una forma de decir y a un mundo sobre el que nos ofrece, libro a libro, su muy personal e intransferible testimonio.
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Unicos. "Esto por ahora", tan particular como el propio Andrés Rivera.

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