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domingo,
24 de
julio de
2005 |
Reflexología: el lenguaje de los pies
Los pies cumplen una doble función: mantener el cuerpo, y propulsarlo hacia adelante durante el movimiento. La parte interna está relacionada con el sostén, y la externa con la estabilidad y el equilibrio. Además, y como lo han demostrado culturas milenarias, en los pies están representados todos los órganos del cuerpo. Por eso la reflexología, una disciplina que trabaja estimulando puntos específicos, tomó auge en los últimos años.
Esta práctica, que en un principio se conocía por "terapia de zonas", se basa en el conocimiento de la localización de "puntos" que se manipulan para restaurar las corrientes energéticas linfáticas y sanguíneas, y liberar impulsos que activan y vitalizan el tono de los órganos sobre los que tienen influencia. La reflexología requiere la memorización de las zonas y destreza en el masaje: debe ser muy preciso para que tenga la proyección adecuada sobre cada órgano.
El tiempo estará en consonancia con la dolencia a tratar: debe ser suficiente sin ser excesivo. En las sesiones iniciales se realiza durante diez minutos en cada pie, aunque el tiempo varía según el caso. La posición del paciente será lo más cómoda posible. La pierna con la que se trabaja debe quedar de frente al masajista que estará sentado en una silla más baja.
El examen minucioso del pie ayuda a dar una idea del estado general del organismo. Unos pies flexibles y fuertes permiten advertir un cuerpo sano (algunas alteraciones suelen ser signos que "dicen" cómo está determinado órgano). Al recorrer cuidadosamente con los dedos las zonas reflejas se puede llegar a detectar un funcionamiento incorrecto, aún en casos en que la sintomatología todavía no se haya manifestado.
Las posibilidades que brinda la reflexología resultan de importancia porque no sólo permite localizar determinados trastornos orgánicos, sino que mediante la activación de las zonas reflejas es posible aliviar la enfermedad. Las consultas más frecuentes son por cefaleas, contracturas, estreñimientos crónicos, problemas de columna, insomnio, artrosis, entre otras. El masaje puede efectuarse con la yema de los dedos o con los nudillos, con una mano o con las dos, por presión o frotación. El terapeuta empleará en cada caso la técnica más idónea sin sobrepasar la sensibilidad del paciente.
Ismael Le Roux
[email protected]
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