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domingo,
24 de
julio de
2005 |
El desafío de ser mamá adolescente y seguir estudiando
Casi 300 chicas se reunieron convocadas por un programa de ayuda. Sus hijos son un motor para seguir adelante
Isolda Baraldi / La Capital
La beba es chiquita, se llama Soledad y tiene apenas 20 días. Está vestida toda de rosa, como la tradición lo indica, y también está custodiada, como corresponde, por su mamá y su abuela. Carolina, la madre de Soledad, tiene 14 años, y Mariana, la abuela, 28. Juntas fueron la semana pasada al lanzamiento del programa municipal para que las adolescentes mamás y embarazadas no dejen su educación formal. "Estoy en octavo año y quiero terminar, y después, si puedo, me gustaría ser maestra", dice Carolina. "Ahora más que nunca tiene que hacer el esfuerzo, yo como mamá se lo digo más que nunca: «No hay que aflojar, hay que seguir»", dice con convicción Mariana.
La historia de Carolina se multiplica por centenares en las escuelas rosarinas, en medio de estadísticas que muestran un aumento sostenido de mamás adolescentes. Las cifras son alarmantes y en la mayoría de los casos están claramente ligadas a la pobreza. El municipio puso en marcha la semana pasada un programa para ayudar a estas chicas a terminar el colegio y también a contenerlas socialmente. La convocatoria fue numerosa y alcanzó a casi 300 mamás o embarazadas. Las niñas y adolescentes que generalmente son parte de un número enfrentan su realidad y tratan de pensar en un futuro, por ahora tan lejano como difícil. Son remisas a explayarse pero dejan entrever que sus hijos también son un "motor para seguir adelante".
Carolina es una de esas jóvenes. Tiene novio pero todavía no sabe si se quiere casar o no con su pareja. Por ahora dice que así están bien. "La verdad es que quiero terminar la escuela, no atrasarme y después poder conseguir un buen trabajo para estar mejor", asegura. Y está entusiasmada. Dice que nunca en la escuela sufrió burlas o actitudes discriminatorias durante la gestación, y que encontró el afecto de sus compañeras y de sus maestras. Sólo dejó de asistir a clases después del parto y presentó un certificado médico para que le justificaran las faltas. Y su madre acompaña su decisión de hacer el esfuerzo con hechos: ella misma está terminando la primaria en una Eempa.
Para Angela, 16 años, madre de Leonel de dos años, la realidad es todavía un poco más dura. Ella vive con su madre y otros cuatro hermanos. No tiene pareja y cuando quedó embarazada dejó la escuela, ahora está cursando séptimo grado y espera con suerte terminar noveno.
"Dejé de ir al colegio, me daba mucha vergüenza, de todo, de mis compañeros y de mis maestras, la verdad es que ahora estoy muy arrepentida", apenas susurra Angela. La chica comenta que también se le hace necesario cobrar los cien pesos del programa, ya que no trabaja y la familia apenas puede mantenerse, por lo que Leonel está bastante asistido en un Centro Crecer. "Ahí juega y come, y algo puedo estudiar para el cole", asegura. Según recuerda Angela, cuando dejó de ir al colegio nadie de la institución se preocupó por su suerte. Es decir, nadie averiguó cuál fue el motivo de su alejamiento. "Sólo me fui, y nada más", cuenta, sin agregar muchos comentarios.
La panza de Samanta ya está baja. Es que la niña de 15 años tiene fecha de parto para mitad del mes próximo. Samanta no tiene novio y está sola, pero su familia la apoya en esta nueva situación por la que atraviesa. Al punto que su propia mamá, Liliana Aguirre, la acompañó para que se integre al programa de adhesión a la escolaridad formal. Nunca dejó de ir al colegio y asegura que todos la "ayudan mucho".
"Como madre, la verdad es que cuando me enteré de que esperaba no me gustó", asegura Liliana, pero enseguida aclara que tanto ella como su marido y sus otros dos hijos se comprometieron con el embarazo de Samanta. "A ella le cuesta bastante el colegio, pero tiene que terminarlo. Todos la vamos a apoyar para que ella pueda hacer algo para ella, más allá del bebé, eso es lo importante. Apostamos a que encuentre un camino y un futuro", afirma esta próxima abuela con mucha garra.
Pero no todas la chicas que se acercaron al programa están solas. En un rincón aguardan con expectativa Norma (16 años y seis meses de embarazo) junto a su pareja Luis, de 20 años. Los dos viven juntos desde hace dos años y este es el primer hijo que tendrán. Ya saben que es una nena y la bautizarán Brissa.
"Somos muchos de familia, pensábamos nombres pero ya los tenían otros; entonces se nos ocurrió Brissa, que va a ser la única", confía con una sonrisa Norma. La pareja vive en Saladillo y los roles están tradicionalmente resueltos: Luis es ayudante soldador, Norma se ocupa de las cosas de la casa y de la escuela -donde cursa el 9º año del polimodal- cuando le queda tiempo. "Por ahora lo que quiero es terminar y después veremos", dice mientras se acaricia la panza.
Son mamás adolescentes y han decidido asumir el desafío de terminar sus estudios. Será duro en todos los sentidos, pero están, convencidas de que el futuro aún les ofrece una salida.
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Fotos
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Abuela, madre e hija. Mariana (28) Carolina (14) y Soledad, de 20 días.
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