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domingo,
24 de
julio de
2005 |
La periodista y escritora presentó en Rosario su último libro
María Seoane: "En la Argentina nos debemos un ejercicio de introspección permanente"
"Nosotros" reflexiona sobre la historia, las pasiones y los valores nacionales, y los últimos 30 años de crisis
Eugenia Langone / La Capital
"Una mujer india de caderas anchas, dos caballeros españoles, tres gauchos, un viajero inglés, medio ovejero vasco y una pizca de esclavo negro". Esa es parte de la mezcla que propuso el francés Pierre Kalfon para explicar el complejo origen de los argentinos y desde allí María Seoane desarrolla una mirada retrospectiva que se plasmó en su último libro: "Nosotros", que presentó el martes pasado en Rosario. Una reflexión sobre el pasado que atraviesa los mitos nacionales, desde Evita y el Che hasta Maradona, las crisis económicas y políticas de los últimos 30 años y los hábitos culturales. Todo eso para definir, como dice la propia Seoane, "cómo salimos de este brete en el que nos metimos". Y la escritora agrega: "Necesitamos volver a encontrarnos con lo que fuimos históricamente". Autora de "La noche de los lápices", "El burgués maldito" y "El dictador: la historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla", asegura que pese a las diferencias los argentinos están "unidos por valores nacionales como el trabajo, la educación y la salud", y lejos de cualquier mirada nostálgica afirma: "Nos debemos una permanente introspección".
-¿Por qué cree que se da esta tendencia de periodistas y escritores de revisar la historia y la identidad nacional?
-Lo que ocurrió en los últimos 30 años de la historia de Argentina fue un progresivo alejamiento de lo que constituyó a los argentinos como Nación. Desde 1975 comenzamos a alejarnos de las aspiraciones que teníamos de ser una sociedad igualitaria. En ese año, el país tenía una participación de los trabajadores en el PBI del 50 por ciento, lo que la hacía el país más equitativo de América, con una brecha de un rico cada 12 pobres. Ahora, esa participación de los trabajadores es del 21,5 por ciento y tenemos un rico cada 40 pobres. En esas tres décadas, el país dejó de ser un país industrial, equitativo, con igualdad de oportunidades y con una educación pública muy potente. ¿Qué pasó en esos 30 años? ¿Cómo nos alejamos tanto de lo que habíamos construido? La cuestión es cómo volvemos a aquello y lo mejoramos, y esa inquietud que sobrevuela todos los trabajos de los últimos años. Es que necesitamos volver a encontrarnos con lo que fuimos históricamente.
-¿Fue el shock de la crisis de 2001 lo que despertó a los argentinos y les hizo tomar conciencia de lo que les había pasado como país?
-Esa crisis fue el estallido final del proceso que comenzó en 1975. Nos hace tomar conciencia de alguna manera, pero un poco antes ya percibíamos que la década de (Carlos) Menem había sido tremenda y los más conscientes sentimos que nos habíamos quedado sin país, sin Estado. Y eso se percibió cuando ganó (Fernando) De la Rúa, que por eso mismo ganó las elecciones. Después, su administración fue nefasta porque continuó con la ilusión primermundista de la convertibilidad, que no era ni más ni menos que la continuación del modelo de (José Alfredo) Martínez de Hoz.
-¿Cómo explica ese "Nosotros" que abarca a todos los argentinos con sus enormes diferencias?
-Hay cosas comunes, que se encuentran en los porteños de clase media y en la clase media de Jujuy, más allá de las peculiaridades regionales. Es ese destino común visto a través de valores como la educación, el trabajo, la salud, la cultura, la igualdad de oportunidades. Porque antes los trabajadores de Jujuy tenían los mismos derechos que los de Buenos Aires, y estaban unidos por estos valores, que son valores nacionales. Y justamente estos valores entraron en crisis desde 1975.
-Habla de dos grandes mitos argentinos, uno el del destino de grandeza y, otro, el del eterno fracaso. ¿Esta es una forma de colocarse por fuera de las responsabilidades y de no hacerse cargo de lo que nos pasó?
-Creo que ahora nos estamos dando cuenta de eso porque de hecho después de la crisis de 2001 comenzamos el doloroso proceso de levantarnos sobre nosotros mismos. La sociedad de ese momento no es la misma que la actual.
-¿Cuál fue el cambio central?
-Logramos una mayor presencia del Estado y tenemos una cierta normalidad política y económica, aunque no se resolvieron cuestiones de fondo porque la Argentina quedó absolutamente desestructurada. Es tiempo de revisar lo que nos ocurrió.
-Se dice que los argentinos son poco autocríticos, soberbios, inmaduros, que siempre miran al exterior. ¿Cuánto hay de esterotipos a la hora de hablar de los argentinos?
-Creo sobre todo que hay una sociedad que se está buscando. Y es cierto que cuando se dice que todos somos autoritarios, que todos somos inmaduros, y que no hay argentino autocrítico no son más que maquetas y estereotipos. Ahora tenemos claro que creemos en la democracia y que queremos la paz. Por eso, cuando De la Rúa planteó el Estado de sitio la gente no se lo permitió, porque hay valores a los cuales no va a renunciar.
-Trabajó las biografías de Jorge Rafael Videla, de Mario Santucho y del ex ministro de Domingo Perón, José Ber Gelbard. ¿Cómo los trae a este nuevo trabajo?
-Los tres fueron paradigmas de una época de estos últimos 40 años y justamente en las cosas que hicieron se pueden descubrir algunas de las cuestiones centrales de nuestra identidad como argentinos, porque ellos expresaban los distintos sectores sociales. Videla no era un loco suelto, sino que expresaba parte de la historia del Ejército intervencionista, defensor de ciertos sectores, brutal y carnicero. José Ber Gelbard expresaba la clase media inmigrante que ascendió con el Estado de bienestar. Y Santucho representaba los sectores más contestatarios de la juventud nacida en medio de los golpes de Estado y que creyó en la violencia como método de acción política. Todo eso nos ocurrió a los argentinos, todos esos eran argentinos. Pensar en ellos y en las consecuencias de lo que pasó nos debe acercar a una forma de ser que tenga lastre, que descarte los Videla y los Santucho y aprenda de los Ber Gelbard. Porque los argentinos nos debemos una permanente introspección, pero no para anclarnos en el pasado, sino para ver cómo salimos del brete en que nos metimos en los últimos 30 años. Tenemos esa capacidad, como objetivamente lo estamos demostrando. Falta distribuir mejor la riqueza, ese es el gran desafío de la política.
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La escritora propone "volver a encontrarnos con lo que fuimos históricamente".
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