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miércoles,
20 de
julio de
2005 |
Cómo descubrí
la trampa
La semana pasada fui al coqueto local de uno de los shoppings de nuestra ciudad a cambiar un regalo. Se trataba de una remera que no era de mi talle y por lo tanto fui en busca de su reemplazo. Llegué al negocio en cuestión y me indicaron que podía hacer el cambio "sin problemas". Pedí entonces que me indicaran cuáles eran las prendas de igual valor, ya que no tenían la misma remera que me habían regalado en el talle que yo buscaba. Entonces, la vendedora me explicó que la remera que me habían osbequiado era la más cara, con lo cual todas las otras eran del mismo precio, o más baratas. Busqué así que me gustara y me quedara bien. La encontré. Grande fue mi sorpresa cuando la vendedora me dice que no podía hacer el cambio porque "hay una diferencia". Pensé "¿no me habían regalado la más cara?", pero en mi confusión ofrecí pagar la diferencia. "No!", me dijo, "la que usted acaba de elegir es cuatro pesos más barata que la del regalo, la diferencia es a su favor". "OK. Quedate con el vuelto", le dije. Pero no. El cambio era "imposible" porque "por reglas del comercio los cambios son por el mismo valor o por algo más caro". Entonces, inmediatamente la señorita me ofreció un par de medias de 14 pesos (lo más barato del negocio) para que me lleve como condición esencial para efectuar el cambio. Ahí descubrí la trampa: los dueños del negocio lo prohíben para que consumidores desprevenidos o apabullados decidan llevarse una prenda más cara u otro producto, beneficiando al comercio. Desde Defensa del Consumidor, donde consulté, me informaron que "de ningún modo puede establecerse dicho requisito para un cambio". Escribo esta carta para advertir a otras personas y pedirles que no se dejen engañar por los inescrupulosos y que en el caso de que se encuentren en una situación parecida, no duden en recurrir al organismo de defensa de los consumidores.
Martha R. de Rositth
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