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domingo,
12 de
junio de
2005 |
Arte
El carácter ancestral de lo contemporáneo
De par en par. El taller de Haro Galli está frente a la plaza central de Tilcara. En su frente se lee Utama, que en aymara significa "tu casa".
Juan José Mendoza
Emilio Haro Galli piensa la pintura como una forma de la comunicación entre las personas, tal vez por ello su obsesión con el viaje. El tema central de su obra, que repele las clasificaciones de la crítica contemporánea, se centra en la figura humana en relación directa con la naturaleza: el Sol, la Luna, los alimentos y sus rituales. Asimismo hay una atención constante a la procreación: el trabajo, las mujeres preñadas, la cópula.
Es de notar, no obstante el carácter universal de su obra, su preferencia por el tratamiento de la cultura andina. Influenciada por el colorido de los pueblos quechuas y aymara -con la preeminencia de los tonos saturados- su obra dialoga con la milenaria tradición precolombina a la vez que denuncia, con una notoria vigencia y un desgarrado realismo transfigurado, las consecuencias de la intromisión cultural de Europa en América. La hibridez cultural, la imaginación de un período clásico de la historia de Occidente desde una mirada americanista y, de manera inversa, la reelaboración de una conciencia originaria de América desde el etnocentrismo europeo son algunas de las naturalizadas evidencias de la conquista que su arte problematiza.
Su obra se edifica sobre una resignificación de la labor del artesano (tan cara a la cultura andina) y, desde ese lugar de margen, pone en movimiento elementos estéticos de tradición ancestral para denunciar el carácter epidérmico del arte contemporáneo: un excéntrico cuestionamiento del arte actual desde una tradición precolombina que, combinada con un singular estilo, escapa sobremanera a las limitaciones del folklore y el populismo.
Haro Galli resuelve las contradicciones entre lo colonial y lo precolombino de una manera aparentemente pragmática: por un lado hace pinturas (óleo, acrílico con base de gesso); por el otro, mantiene vigente la tradición americana de la cerámica. La pintura fue importada por los españoles como forma de propagandizar el cristianismo en la época de la conquista. La escuela cusqueña -con los ángeles arcabuceros que recorren las estéticas eclesiásticas a lo largo y a lo ancho del Alto Perú o la pintura de Diego Quispe Tito (San Sebastián del Cusco 1611-Cusco 1681)- es el prolífico legado histórico de aquel proceso de introducción de paletas y bastidores. El otro soporte estético es la evocación de la milenaria cerámica andina, que hoy -a juzgar por el sorpresivo interés de los museos norteamericanos- se ha vuelto tanto o más valiosa que el mismo oro del Perú.
Pero, para estar a tono con el sistema de la moda, Haro Galli (además de incursionar en la xilografía) revuelve los conteiners de cada ciudad que visita con el objeto de recaudar cuanto artefacto en desuso ande dando vueltas para producir sus collages. Con ese bagaje y la combinación de esas técnicas elabora su obra que se caracteriza por el diálogo y el margen: un diálogo con los soportes estéticos tradicionales; el tránsito por los márgenes de la obra como temática.
DE CARAAl nuevo mundo
¿Cuál es la materia del arte actual? Los límites de todo arte después de la institucionalización de las vanguardias y de la decantación del diálogo entre la crítica de arte y la obra ha reinstalado el debate en torno a las flexiones que se ponen en juego en el arte contemporáneo.
Nueva York se impuso en los 60 como el nuevo polo de referencia estética, arrebatándole a París el privilegio que detentaba como la gran exportadora de tendencias desde la escuela de ideas pregonadas desde el siglo XVII y la época de las exposiciones internacionales del siglo XIX. Tanto en uno como en otro caso, Latinoamérica -a no ser por aquellas excepciones que desde los mismos centros del diagrama se proponían como valores en el sistema (Portinari, Siqueiros)- jugó el rol de importadora de las tendencias legitimadas por una incipiente crítica vernácula. Pero la posmodernidad primero, y la atomización del mundo globalizado después, erosionaron el terreno del arte hasta el punto en que, en pos de la creación permanente de mercados, se volvieron absolutamente difusos los límites que establecen por qué un objeto dado puede o no ser considerado una obra de arte.
En este nuevo diagrama la mirada hacia América latina se vuelve una subversión preocupante. Experiencias estéticas que maduraron al margen de las tutelas de la crítica y los museos consagrados -como la obra de Edwin Chávez Farfán o Federico Coscio en Cusco (Perú) y Emilio Haro Galli en el norte argentino- se imponen como formas vigorosas de pensar la identidad del arte latinoamericano a la vez que emergen como accidentes singulares en las deconstruidas cartografías de la institución artística.
Juan José Mendoza es editor del website www.espiralnetico.com.ar
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El taller de Haro GAlli está frente a la plaza central de Tilcara. Utama significa "tu casa".
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