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domingo,
05 de
junio de
2005 |
¿Troles
a gasoil?
Carlos Duclós / La Capital
"Todo hombre es sincero a solas; en cuanto aparece una segunda persona empieza la hipocresía", decía Emerson y es bueno repasar el significado de hipocresía. No sólo es aparentar virtudes que no se poseen, sino ocultar pecados. Los sabios siempre dignificaron la actitud de aquellos que reconocieron sus errores. Jesús mismo exaltó al publicano que tuvo el coraje de admitir en el templo sus aberrantes acciones. Claro que en algunos templos políticos argentinos las acciones están dirigidas a emular el comportamiento del fariseo de aquella parábola del Evangelio. Aquel religioso decía mientras oraba que era honesto y se ufanaba de ello en el templo mientras agradecía no ser como el publicano que se arrepentía de sus pecados. El fariseo sabía que su alma permanecía distante de estar libre de máculas y por eso Jesús dejó un gran mensaje a la humanidad a través de esta narración: quien reconoce su pecado es más digno de estar ante Dios que aquel que hace un par de buenas acciones y pregona diez. Una de las causas de tantos males en el país es la vigencia de la hipocresía política que pudo crecer y consolidarse por la desinformación y deformación del que fue y sigue siendo víctima el pueblo. Hoy la hipocresía política viaja en el "marketing", vehículo que traslada a la mente colectiva a la región mágica donde se ve lo que no existe. Sería bueno que en las próximas elecciones los votantes tuvieran en cuenta algo más que el envase y repararan en el contenido. Dicho esto pasamos a otro tema absolutamente distinto.
Un concejal de la oposición, peronista, pero de esos peronistas que no viven en la luna de Valencia (¡vaya a saberse por qué extraño designio están allí esos muchachos!) sino un edil interesado en que las cosas se hagan correctamente, está buscando con mucho afán y complicado trabajo el tanque de combustible de los trolebuses rosarinos. El concejal en cuestión, siempre atento y jamás en el satélite natural de la tierra, parece haber descubierto que durante varios meses la Municipalidad recibió para sus trolebuses el subsidio al gasoil que concede el gobierno de la Nación a las empresas del transporte urbano. Se ha extrañado el buen hombre que en la Municipalidad nadie advirtiera durante ese tiempo que los trolebuses funcionan eléctricamente. Pero indagando parece que descubrió más: en torno ya de toda la estructura del transporte urbano, son más los colectivos que perciben subsidios que los que están asegurados. Nuestro muchacho se debate ahora entre el dilema: o al transporte urbano le sobra combustible o carecen algunas unidades de seguro, o ¿qué cosa sucede?
La cosa no termina allí, porque al comenzar a sacar cuentas del costo del boleto teniendo en cuenta las ventajas que reciben las empresas del transporte urbano de pasajeros (incluida la municipal) por vía del subsidio, el edil en cuestión concluyó en que en realidad el precio que se percibe por boleto es de un peso con veinte centavos, para un servicio harto deficiente.
Por último y retornando a estos trolebuses rosarinos que parece que alguna vez funcionaron a gasoil, una última reflexión: según ciertos dirigentes existe una tendencia municipal a estatizarlo todo. En el mes de noviembre del año pasado quien tenía la concesión de los trolebuses renunció y se hizo cargo la Municipalidad sin que mediara licitación alguna. No falta quien se pregunte si el propósito es cercenar las posibilidades de la iniciativa privada y recuerdan que la Municipalidad llamó a licitación para la refacción de las unidades, pero una vez abiertos los sobres desestimó todas las propuestas. Sin embargo el trabajo se hizo y ahora se trata de saber cómo, dónde y a qué costo. ¿Cosas de los trolebuses a gasoil?
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