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domingo,
17 de
abril de
2005 |
Panorama político
Se olvidaron de Cabezas
Mauricio Maronna / La Capital
"La vida es lo que pasa mientras estás ocupado haciendo otras cosas", manifestó alguna vez John Lennon. La dirigencia política argentina, los medios y hasta los referentes sociales abonan la sentencia dicha, allá lejos y hace tiempo, por el genial músico. A horas de la liberación de uno de los autores materiales del crimen que más tinta consumió en los diarios y del que más se habló en la radio y la televisión, ¿quién se acuerda de José Luis Cabezas?
Horacio Anselmo Braga era el último integrante de la banda Los Horneros que quedaba preso por el asesinato del fotógrafo, ocurrido el 25 de enero de 1997 en una cava enclavada a pocos kilómetros de Pinamar. El jueves pasado fue excarcelado por la Cámara de Apelaciones de Dolores y apenas si debe pagar 20 mil pesos de caución. La noticia se escurrió como agua en las redacciones y pasó inadvertida en la comunidad política, habitualmente ávida de que sus gacetillas, por cualquier razón y factor, queden estampadas en letras de molde.
El episodio es de una gravedad estruendosa y marca lo lejos que el país sigue estando de la normalidad.
Los silencios posteriores a la decisión judicial agregan condimentos al episodio: hace cuatro meses habían comenzado las liberaciones, marcando una señal que nadie quiso escuchar ni ver. El primero que salió fue José Luis Auge (a fines de diciembre), y cuando terminaba febrero le tocó el turno a Gustavo González. Héctor Retana, el cuarto integrante del grupo, murió en prisión años atrás.
Los porqués de las liberaciones y los silencios en cadena muestran cabalmente los agujeros negros de la legislación en materia penal, más allá de posicionamientos doctrinarios, y la hipocresía de diputados y senadores.
El tribunal que los condenó les impuso a los horneros la pena de prisión perpetua, pero el 13 de noviembre de 2003 el Tribunal de Casación bonaerense redujo esas condenas. Auge fue sentenciado a 18 años de cárcel, mientras que González y Braga recibieron una condena de 20 años. Así, los criminales quedaron habilitados para pedir la aplicación del 2x1, que cuenta doble los días que se pasaron en prisión sin condena, y el cumplimiento de las dos terceras partes de la pena.
Algún lector desconfiado podrá lucubrar que poner los puntos sobre las íes en este asunto obedece a cuestiones de estricto corporativismo: Cabezas era un reportero gráfico que tuvo sus quince minutos de fama cuando logró dar con el rostro del empresario Alfredo Yabrán, para quien el poder era sinónimo de impunidad. "Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente", dijo alguna vez el hombre que terminó acorralado por sus fantasmas en un páramo de la provincia de Entre Ríos. Sin embargo, la patria periodística mandó la noticia de la liberación del último de los horneros al fondo de la fila.
Las connotaciones son variadas, pero una aparece con luz propia frente a la coyuntura santafesina, que tuvo en el penal de Coronda un polvorín que sí ganó portadas, quitó horas de sueño a movileros e hizo posicionarse a la clase política.
Desde el gobierno provincial, pasando por el radicalismo y culminando en el ARI, encontraron rápidamente un culpable para explicar la masacre ocurrida en las fétidas celdas corondinas: Juan Carlos Blumberg.
El director del Servicio Penitenciario, Fernando Rosúa, sostuvo que la causa que generó la revuelta es el "impacto negativo" que ejercen sobre la población carcelaria las denominadas "leyes Blumberg" al restringirse "las libertades condicionales y los períodos de prueba". ¿Cree el funcionario que los autores de la cacería ya estaban resocializados y en condiciones de salir a la calle?
La diputada del ARI Alicia Gutiérrez manifestó: "Seguramente se tomarán un par de días en ver de quién es la culpabilidad de estos gravísimos hechos, mucha prensa (sic) y luego, como sucedió en Córdoba, la responsabilidad será de los reclusos". Tras esta interpretación, la emprende contra el padre de Axel. "Sus designios se estaban escribiendo con sangre", apostrofó.
Desde el radicalismo, el legislador Santiago Mascheroni consideró también que lo sucedido en Coronda "es una consecuencia del efecto Blumberg o cuestiones por el estilo (sic)". Créase o no, son los representantes del pueblo que supimos conseguir.
La voracidad para salir rápidamente en los medios sin hacer un ejercicio previo de tesis-antítesis degrada a la política, confunde a la opinión pública y permite mantener el estado de las cosas.
Con el mismo reduccionismo con el que se intenta explicar la orgía de sangre y muerte ocurrida en Coronda se podría hacer una defensa a ultranza de la cruzada encabezada por Blumberg tras las derivaciones judiciales del caso Cabezas. Quienes en 1997 esposaron, asesinaron y quemaron a una persona, hoy están libres. Seguir a rajatabla este simplismo también es un camino que conduce a la nada.
En verdad, la Argentina del corto plazo, con dirigentes únicamente fascinados por encontrar la forma de posicionarse en alguna lista de candidatos convierte a las cuestiones de Estado en papel mojado, apto para ganar alguna línea en los diarios, alguna imagen en la televisión. Y nada más.
Las multitudinarias marchas que, a fines de la década del 90, ganaban las calles de todas las ciudades del país pidiendo el fin de la impunidad llevaban como ícono el rostro de un fotógrafo asesinado por cumplir con su trabajo. A ocho años del crimen, todos se han olvidado de José Luis Cabezas.
Teniendo como marco la hipocresía y los reduccionismos, en este caso también podrían echarle la culpa a Juan Carlos Blumberg.
La política argentina está demasiado ocupada en el aluvión electoral que se avecina como para interesarse por un debate que vaya más allá de algunos nombres propios y de las descalificaciones.
En 1923, John Maynard Keynes sentenciaba: "El largo plazo es una guía confusa para la coyuntura. En el largo plazo estamos todos muertos". La cita podría ser firmada por todos los que por estas horas pierden el sueño tratando de desentrañar cuál será el método que elegirá Cristina Fernández de Kirchner para pisar con sus tacos aguja el barroso terreno del conurbano bonaerense.
El decurso de los acontecimientos (de la mano de la buena gestión del presidente Néstor Kirchner) hace que la "madre de todas las batallas" sea ganada por la Casa Rosada sin necesitar, no solamente disparar un solo tiro, sino tener que abrir la boca. En verdad, la primera dama hace dos años que no concede entrevistas periodísticas y nada se sabe sobre su plan para que la provincia de Buenos Aires deje de ser emparentada con lo peor de la política.
El repiqueteo mediático hizo que la senadora por Santa Cruz instale por decantación su nuevo destino. La mediocridad de los adversarios del PJ bonaerense logró la cuadratura del círculo. A confesión de parte, relevo de prueba: "La oposición al peronismo lo único que hace es llorar en vez de desbaratar la maniobra para que el peronismo obtenga tres bancas en el Senado en las próximas elecciones", dijo Rodolfo Terragno.
Para los políticos argentinos la vida es lo que pasa mientras están buscando votos.
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