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domingo,
17 de
abril de
2005 |
Panorama político
Coronda, mal
argentino
Carlos Duclós / La Capital
El liderazgo político argentino y el pensamiento intelectual que lo sigue es incoherente e inestable. La carencia de una política carcelaria estable es un ejemplo de lo que se afirma. Manejados los servicios penitenciarios de acuerdo con el humor del gobierno de turno, los resultados no pueden ser menos que fatales . El desgarrante episodio de la cárcel de Coronda muestra un ejemplo. Ahora resulta que todo comienza a girar sobre "mano dura" o "mano blanda". Algunos sostienen que la vocación dialoguista de Fernando Rosúa y su defensa de los derechos humanos fueron la causante de la tragedia, otros que esta conducta llevó a los guardias, adictos y acostumbrados a la mano dura, a permitir este lamentable episodio. Desde luego no faltan algunos inescrupulosos y repudiables políticos que se aprovechan de esta masacre en un año electoral.
Lo cierto es que hacer girar el debate sobre políticas de mano dura o mano blanda es desconocer no sólo la realidad mental del presidiario, sino no tener la más mínima idea de cómo es la vida en la cárcel. No es extraño que algunos políticos desconozcan esta realidad si, como se sabe, jamás pusieron un pie en una celda, y a la pobreza y la exclusión las conocen sólo porque escucharon hablar de ello.
Fernando Rosúa tiene razón cuando dice que "si no creemos que una persona, aunque esté presa, puede cambiar, entonces esto no tiene sentido". Si no se cree que un delincuente puede transformarse y reinsertarse en la sociedad, entonces daría la sensación de que quedan dos caminos: o exterminar al delincuente o convertir a la Argentina en una fábrica de cárceles. Pero esta esperanza de la readaptación del reo tropieza con un obstáculo: la raigambre argentina ¿qué es esto? Se trata de una cultura de todas las cosas, desde la del funcionario político hasta la del automovilista, del peatón, del comerciante y del consumidor. La raigambre argentina no está ausente en la mente del delincuente ni del custodio y a poco que se analice sin egoísmos esta realidad se verá qué fue lo que llevó a este suelo bendito a esta escalofriante realidad .
Aquellos que cuestionan a los guardias del servicio penitenciario por la mano dura, no saben bien de qué se trata cuidar a un ser cuya mente está encasillada por muros de sangre y que no titubea en decirle a un juez mirándolo a los ojos fieramente (como quien esto escribe tuvo la oportunidad de ver y escuchar) "cuando salga lo voy a hacer volar a usted, a su esposa y a sus hijos en mil pedazos".
Por otro lado, aquellos que promueven la mano dura, y verían con agrado disimulado la pena de muerte luego de un juicio sumarísimo, no reparan en que ese ser condenado no es sino el producto de un sistema perverso que así lo hizo. ¿Hay alguien en este país que por acción u omisión no sea responsable en la fecundación y vida de tantos delincuentes? ¿Hay alguien que salga a protestar por las verdaderas causas que determinan que un ser humano se transforme en un salvaje que sale a matar?
La raigambre argentina determina que no se puede tener una política carcelaria o una política policial basada en los libros de texto de autores alemanes o suecos, como tampoco se puede tolerar una política sustentada en la acción de campos como Dachau. Tampoco parece prudente que el péndulo se siga bamboleando de un extremo a otro, en cuanto a política penal se refiere, porque es la sociedad la que paga las consecuencias. Desde hace muchísimos años los gobernantes en esta provincia no se ocupan, en absoluto, en dar solución a un fenómeno angustiante que crece día a día: el auge de la delincuencia y el desmoronamiento de la estructura policial, judicial y penitenciaria. Debe decirse que hubo y hay ideas y acciones a favor de avances en cuestiones penales pero que parecen tropezar con el mandamás o el dueño de los recursos, quienes parecen preferir que la caja cierre a pesar de todo. Un peso que, como siempre, termina pagando a un precio alto la sociedad. Coronda exige una política despojada de fanatismos e intereses, basada en esta realidad apabullante.
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