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domingo,
17 de
abril de
2005 |
El cazador oculto: "Momentáneo empacho de los artistas"
José L. Cavazza / Escenario
"Toda la vida hice música instrumental, no podría hacer otra cosa", dice en el final de la charla el Mono Fontana desde la otra punta del ovillo telefónico. Tras lo cual un trueno estentóreo hace temblar la bandeja repleta de pocillos de café de Canú (el mozo) en la entrada a la Redacción. Luego de una pausa diminuta sé que estoy harto de los artistas. Así de simple. De entrevistarlos, quiero decir. No sólo de las figuritas difíciles sino también de los que te llenan la casilla de emails para que le hagas una nota porque, seguramente, se la merecen. Este empacho momentáneo no tiene relación con lo complicado que puede resultar hallar a Charly en su casa o que al encontrarlo termine tirando contra una ventana el teléfono o que Spinetta sólo conteste preguntas vía email con monosílabos o extensísimas peroratas cuasi-herméticas... No, nada de eso. Son todos seres maravillosos. La vida de artista es insuperable. David Lebón vive en la cordillera mendocina, Charly en Libertador, Las Pelotas en las sierras cordobesa... y a mí me gustaría entrevistar a un astronauta. Sentados a una mesa brillosa, tomando café descafeinado en enormes tazas y en una estación espacial flotando en algún rincón crepuscular del universo. O entrevistar a un octogenario sindicalista, decrépito y decadente, en una sala apenas alumbrada por el brillo del enorme anillo de rubí que el viejo tiene en el dedo anular de su mano derecha. Que no parezca que tengo algo contra los artistas. ¿A quién no le gusta ir al cine a ver una buena película o escuchar un buen disco? Si hasta tengo amigos artistas en esta ciudad. Sólo ocurre que hoy estoy cansado de ellos y, seguramente, mañana será otro día. Hoy no soportaría escuchar del otro lado de la línea la voz de una actriz famosa balbucear en mi oreja izquierda: "Siempre supe que el teatro era lo mío". Esta tarde me costaría aceptar las reglas de juego y no preguntarle a Mollo algo sobre la Oreiro. En fin, ¿cuántas veces se los escucha decir que están hartos del periodismo? O sea: ¿qué tiene de malo que este humilde cronista no quiera hoy saber nada con ninguno de ellos? Mañana es otro día, supongo.
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