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miércoles,
13 de
abril de
2005 |
La "sastrería de los Papas" trabaja a destajo
El taller de los Gammarelli debe entregar tres "equipos" de diversa talla para vestir al nuevo Pontífice
En el taller de los Gammarelli en Roma están al tope. Y es que la "sastrería para religiosos", como se llama este comercio próximo al panteón, debe coser tres sotanas papales completas, de tamaño pequeño, mediano y grande. El Vaticano quiere tenerlas listas para el fin de semana.
El lunes próximo, a las 10.30, comienza el Cónclave para elegir un nuevo Papa. No se sabe cuándo se verá la "fumata blanca" elevándose sobre la Capilla Sixtina. Ni qué estatura tendrá el nuevo Pontífice.
En Roma incluso hoy en día, gustan de contar la historia de Juan XXIII, el "Papa bueno": el regordete italiano parecía una "salchicha" en su sotana demasiado estrecha. Cuando en 1958 salió tras el "habemus Papam" ("tenemos Papa") de la basílica de San Pedro, hubo que abrirle la costura trasera del traje.
"No sólo se trata de la estatura, sino también del ancho", explica Filippo Gammarelli, quien junto con su hermano Annibale y el sobrino Massimiliano dirige la tienda en la Via Santa Chiara. Con todo, el nuevo Papa no puede ser demasiado pequeño. La sotana más pequeña está hecha para un hombre de 1,65 metro de estatura, los restantes para 1,70 y 1,80.
La tienda Gammarelli apenas destaca desde el exterior. En el escaparate reposa, sobre terciopelo rojo, el solideo papal de Juan Pablo II. El resto está vacío. "Es un símbolo de nuestro duelo", explica el sastre del Papa.
En el interior, pareciera que el tiempo se ha detenido: en las altas y oscuras estanterías de madera tras un largo mostrador se apilan fardos de telas pesadas; en una vitrina iluminada se ven los sombreros negros de ala ancha que podría haber llevado Don Camillo, el famoso cura de pueblo italiano de las películas, nacido de la pluma de Giovanni Guareschi.
Justo a la entrada cuelgan los retratos de seis Papas. No se ve ni una sola mujer; un cura se inclina sobre el mostrador y le dice en voz baja a uno de los empleados qué es lo que quiere.
Aquí no se hacen chistes ni se ríe a carcajadas como en otras tiendas italianas. Reina la discreción. Una escalera de caracol lleva a la sastrería. "Tenemos muy pocos días para acabarlo todo. Eso supone un gran estrés", reconoce Gammarelli.
Al fin y al cabo, cada "equipo" papal consta de un gorrito, abrigo, faja, sotana, zapatos rojos y unos cuantos detalles más. Pese a todo, Gammarelli está seguro de poder cumplir su tarea: "El viernes o el sábado estará todo listo para su entrega", asegura.
Desde Pablo VI no hay demasiada pompa. "Se eliminaron algunas prendas, por ejemplo la mozzetta (una especie de capa) ribeteada de armiño", señala. A Juan Pablo II le gustaban las cosas "sencillas".
Aunque los Gammarelli llevan generaciones al servicio del Vaticano, no son llamados para vestir al Papa justo después de su elección. "Espero que escojan la caja adecuada y no le den a un hombre pequeño la talla grande", dice el elegante jefe de la tienda. O peor aún, al revés.
Vestimenta "básica"
El sastre descarta que el nuevo jefe de la Iglesia Católica pueda deshacerse de los servicios de su tienda. "Lo que ofrecemos es el equipo básico del Papa". Y no sólo para él: también cardenales, obispos y curas saben apreciar las buenas telas y el elegante corte de la Via Santa Chiara.
El negocio existe desde 1798 y desde hace más de 160 años tienen los Gammarelli la tienda en el lugar en el que está ahora. Y hay algo más que destaca a estos sastres: las locas ideas de París o Milán no llegan aquí. "Este no es un taller de moda", dice Filippo Gammarelli, lleno de orgullo. (DPA)
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