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domingo,
10 de
abril de
2005 |
Visiones de la educación
La crisis sumergió a la Argentina no sólo en el tramo más sombrío de su historia como Nación, sino que además pareció clausurar definitivamente las puertas que se abrían hacia el mañana. Entre las peores consecuencias concretas de la grave situación, por fuera del plano estrictamente material, se contaron la entronización de la coyuntura y la fiebre cortoplacista: un país no puede mejorar desde tan pobre perspectiva. Pero las cosas han comenzado a cambiar, más allá de todos los obstáculos que restan en el camino. Y desde altos niveles de conducción e injerencia social se perciben las señales concretas de esa modificación de criterios: la revalorización de la educación como punto de partida para la reconstrucción nacional es uno de los síntomas más positivos.
Días pasados, el propio presidente Néstor Kirchner dejó explícitos en un discurso cuáles son los fundamentos que sostienen gran parte de su acción. "Si no defendemos a la escuela pública con fuerza, con decisión y con concepto, es muy difícil construir un nuevo país porque no va a aparecer la clase dirigente que para ello se necesita", aseguró con énfasis el jefe del Estado durante el acto de lanzamiento del operativo de entrega de los seis millones de textos escolares que el Ministerio de Educación concretará durante el transcurso de este año en dieciocho mil escuelas de todo el país.
Aquellos que reconocen en la excepcional ley 1420 el punto de partida de la pujanza y los valores de esa Argentina que se posicionaría durante el pasado siglo como futura potencia -el mismo país que pareció empeñado, después, en perderse a sí mismo- sabrán reconocer el nivel de certeza que poseen las palabras del primer mandatario y que aún aguardan su concreción en los hechos, más allá de que se hayan dado ya valiosos pasos en ese sentido.
Desde otro sitial trascendente para los argentinos, monseñor Jorge Bergoglio -arzobispo de Buenos Aires y candidato a suceder nada menos que a Juan Pablo II- reafirmó la importancia que para la Iglesia posee la formación infantil desde la más temprana edad y destacó que "con los chicos, no se experimenta", antes de concluir con una visión crítica de la coyuntura como regente del tiempo humano: "Cuando el pasado no es memoria y el futuro no es espera, el presente no es visión, sino ceguera mortal". Palabras de tanta sabiduría que no necesitan comentarios ni agregados.
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