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domingo,
10 de
abril de
2005 |
Menor esfuerzo: Hábitos cotidianos
En las acciones que repetimos a diario se pueden encontrar algunas respuestas a nuestros malestares físicos. Todos los movimientos automáticos que realizamos a lo largo de la vida, tanto en el trabajo como en la casa, encierran información valiosa para quien se disponga observarlos y analizarlos. Los hábitos de movimiento nos parecen eficientes porque son familiares, pero no es así en todos los casos.
En el campo del movimiento existen disciplinas que trabajan sobre la forma que cada persona tiene de organizar su cuerpo cuando se mueve. El método Feldenkrais, la técnica Alexander, eutonía y sensopercepción son algunas de ellas. En estas prácticas el primer paso es percibir cómo nos movemos, prestar atención a los movimientos (justamente en las acciones cotidianas, automáticas) y luego observar y discernir si nos perjudican o si nos quedan cómodas.
Cada método tiene un programa que necesita tiempo y una guía para desarrollarlo. Todos apuntan a restablecer el equilibrio cambiando los hábitos de movimiento que fijan los desequilibrios. Para eso hay que desarrollar la conciencia que cada uno tiene de su cuerpo en movimiento.
Si nunca se prestó atención al modo en que se realizan los movimientos cotidianos se puede empezar con uno básico: incorporarse desde el piso o salir de la cama. ¿Cómo lo hace?; ¿sale de la cama saltando o se toma un tiempo para ponerse en movimiento?; ¿rola o se levanta impulsándose hacia adelante desde la cabeza?; ¿cuál es su hábito?
Rolar para incorporarse es más eficiente que hacerlo en un solo movimiento hacia adelante porque se reparte el peso del cuerpo en mayor cantidad de puntos de apoyo. De esta manera es menos probable que las zonas del cuerpo que más trabajan se fatiguen o lastimen.
A ejercitar el rolo
1 Pruebe diferentes maneras de incorporarse desde la posición de acostada y observe cuál es la que requiere menos esfuerzo. Juegue con la idea de rolar, observe cómo respira. La exploración de este ejercicio se realiza en el piso y ayudará a relajarse si lo hace lentamente prestando atención y manteniendo apoyadas y rolando la pelvis, el tórax y la cabeza el mayor tiempo posible. Podrá usar esta experiencia al salir de la cama con la diferencia que en ese caso los pies terminarán en el piso al finalizar el rolido.
Una de las maneras habituales que tienen los adultos para salir del piso o de la cama es iniciar ese movimiento en la cabeza, el pecho o las manos avanzando directamente hacia adelante, moviéndose en un solo plano. Esta manera requiere un gran gasto de energía y esfuerzo sobre todo si se está incorporando luego de haber dormido.
2 Vuelva a la posición inicial, acuéstese en el piso y prepárese para rolar sobre un costado del cuerpo. Usar un rolido y un empuje para incorporarse.
3 Rolo de costado, su cabeza y su pelvis están apoyadas en el piso. Todo su cuerpo se prepara para seguir este rolido y usar el apoyo y el empuje de las manos para ir para arriba en la dirección ascendente del rolido.
4 Ya está empujando con las manos contra el piso para levantar el cuerpo. Imagínese una espiral ascendente por la que viaja la parte superior del cuerpo para incorporarse. Las piernas se organizan para llevarla a la posición de sentada.
5 Ya está sentada, ahora va a volver a bajar. Deberá recorrer el camino inverso.
6 Tenga la intención de volver al piso rolando otra vez, permita que sean sus manos las que busquen el piso para apoyarse, luego el peso de la parte de arriba del cuerpo se apoyará en las manos. Use los brazos para bajar y apoyar la cabeza en el piso. Una vez que su cabeza esté en el piso siga rolando en una espiral descendente hasta que todo el cuerpo esté acostado otra vez.
Gabriela Morales
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