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sábado,
09 de
abril de
2005 |
Un gigante de la historia
Las inciertas perspectivas de la Iglesia
La sucesión de Juan Pablo II plantea la dificultad de reemplazar a un Papa que marcó un pontificado global
Nicholas Rigillo
Fue un momento realmente histórico, un réquiem apropiado que honró a una de las figuras más populares de la historia reciente. Al funeral del papa Juan Pablo II asistieron una gran cantidad de primeros ministros, reyes y figuras relevantes, subrayando la marca indeleble que fue dejada atrás por su pontificado global, en un mundo globalizado por primera vez.
A los dignatarios en Roma se unieron millones de católicos comunes, muchos de los cuales debieron realizar largos peregrinajes desde los lugares más remotos del mundo para asistir al funeral. No sólo de la Polonia natal del Papa, sino de sitios tan lejanos como México, Filipinas y Australia.
Y como en la mayoría de sus 104 viajes por el mundo, Juan Pablo II pudo generar encuentros de proporciones oceánicas aún después de su muerte. Mientras los fieles se reunían en Roma, las campanas de las iglesias tocaban y las sirenas sonaban en muchos países católicos, donde también se llevaron a cabo ceremonias especiales.
Mientras, una enorme cantidad de público televisivo como la que habitualmente arrastran las Copas Mundiales de Fútbol o los Juegos Olímpicos siguió la ceremonia de San Pedro alrededor del mundo.
Como dijo Timothy Garton Ash, historiador de la Universidad de Oxford: "Juan Pablo II convirtió al mundo en su parroquia". Por lo tanto, ¿qué queda para la Iglesia católica después de la partida del hombre que Ash describe como "el mayor actor político del último cuarto de siglo"?
Juan Pablo II podría haber sido considerado un santo viviente por la multitud que asistió a su funeral, pero los expertos apuntan que hay un peligro concreto de que el culto a la personalidad construido a su alrededor pueda hacer más daño que bien a la Iglesia.
"Estas personas no vinieron a Roma por la Iglesia, vinieron por Karol Wojtyla. La distinción es crucial", señaló David Murgia, un experto en el Vaticano de la televisión estatal italiana RAI.
Murgia teme que, una vez que pase el período de duelo, muchos católicos se olviden rápidamente de las enseñanzas rígidas y morales de la Iglesia. "¿Dónde irán ellos ahora? Definitivamente no a la iglesia", aseguró.
El experto cree que será extremadamente difícil para la Curia romana capitalizar la enorme publicidad que Juan Pablo II le ha ofrecido."Mucho dependerá de a quién elijan como nuevo Papa. Después de un gran comunicador, necesitarán a un gran pastor que pueda estar cerca de la gente y dirigirse a sus problemas sociales", argumentó Murgia.
Giovanni Maria Vian, un profesor de literatura eclesiástica en la Universidad La Sapienza de Roma, tiene una opinión diferente. Dice que la habilidad sin paralelos de Juan Pablo II para acaparar la atención sólo puede hacer bien al catolicismo, en un momento en que la fe está disminuyendo en muchas naciones occidentales.
"La atención que se prestó a Karol Wojtyla muestra que aún hay una gran necesidad de espiritualidad", asegura Vian.
Pero no todos están de acuerdo con Vian. Por ejemplo, muchos expertos del Vaticano están convencidos de que la Iglesia, quizás condicionada por la preocupación de que la personalidad única de Juan Pablo II pueda opacar la de cualquiera de sus sucesores, terminará eligiendo un Papa relativamente inofensivo, transicional, y terminará posponiendo los problemas que enfrenta: desde la socavada credibilidad causada por una serie de escándalos sexuales que involucran a curas, hasta una falta crónica de miembros del clero.
Hasta que el cónclave que elegirá a un nuevo Papa comience sólo una cosa es segura: será extremadamente difícil, si no imposible, elegir a un hombre capaz de convocar multitudes como lo hizo Juan Pablo II. (DPA)
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