| miércoles, 06 de abril de 2005 | Un santo viviente Es evidente que Su Santidad, el Papa Juan Pablo II, pasará a la historia como el máximo exponente de la humanidad, durante estos últimos 25 años. Su extraordinaria misión apostólica, sus acertadas intervenciones políticas, sus denodados y positivos esfuerzos sociales y culturales sobre la paz, la justicia y los derechos humanos de todos los hombres, especialmente de los que sufren hambre y marginación, lo han hecho merecedor de la admiración y respeto de todo el mundo, sin diferenciación de clases, religiones, razas e ideologías, por eso fue llamado Príncipe de la Paz y su vida transcurrió como un santo viviente en peregrinación. A esta humanidad castigada por guerras, terrorismos, odios y rencores, injusticias, corrupciones, vicios y perversiones, hambre y miserias, Dios le envió a este apóstol sabio y santo para que todos lo escuchen y pongan todo su esfuerzo al servicio para un mundo mejor. Por eso hoy Dios podrá repetir lo del Evangelio, diciéndoles, a unos, "bienaventurados vosotros que lo habéis oído y escuchado", en cambio a otros les dirá: "Apartaos de mí porque tuvieron la oportunidad y no lo habéis oído ni escuchado".
Juan Carlos Bressan
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