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 domingo, 03 de abril de 2005  
Lecturas: Presente perfecto, de Gabriela Bejerman
Prismas de lo natural

Irina Garbatzky

"Presente Perfecto" y "Los dioses cazadores" de Gabriela Bejerman son los dos apartados en los que se divide este libro. Diversos entre sí, sus tramas se tocan en sus extremidades: la fiesta urbana por un lado y la travesía litoraleña, por otro.

Se trata de dos cuentos largos o novelas cortas. Los dos sostienen ese ritmo punzante de palabras envueltas y revueltas que se acompañan sonoramente en la prosa de Gabi Vex -performer, poeta, música, licenciada en letras, entre otras actividades. El ritmo de su escritura oscila entre la danza pecaminosa de la fiesta y las apacibles brisas de una tarde en Entre Ríos.

Así, los personajes de "Presente Perfecto" rondan los meandros del tiempo y del éxtasis organizado para el cumpleaños que gestiona la baronesa Dudu. El tiempo se extiende desde la casona festiva hasta la montaña, ida y vuelta por las estrellas y los recuerdos de Brasil, en el ritual del tiempo sagrado: interminable.

¿Cuál es el jugo de la fiesta? Tal vez el tópico de la fiesta no sea sólo su acontecer desaforado y laxo en el tiempo, sino, como siempre, su modo de contarse.

Bejerman utiliza una jerga extravagante, desde el comienzo hasta el final. Así, la cuota de narratividad presente se ve sumamente enmadejada en sonoridades barrocas. ¿Toda fiesta será así? Un ejemplo: "La noche era zul, clar, estrell had, bebía el viento un sorbo de tibieza antes de atreverse, siempre suavemente, a soplar el agua urbana... Ella se empomponó bien lo pocho, con Blanco se espolvoreó el tetamen fresco saliendo por el escotal y bajó con unos aros de los 80 que había robado en una fiesta familiar, dándole a la noche new discolor araña". Movida de nuevos escritores que vuelven a hacer de la palabra una joya carmesí, tan brillante como artificiosa: "El presente para Karl Bšhm es un ramo de flores científicas con corola joya", señala. El presente temporal es el regalo ansiado para toda fiesta.

En estas historias todo suceso se corporiza súbitamente en medio de contextos cotidianos: un cumpleaños, la Avenida 9 de Julio, una playa. "En las fiestas el secreto de cada cual salta, salta, goza público descaro en el fugaz. Todos te vieron ya".

"Los dioses cazadores", sin embargo, responde a otra secuencia de hechos, más novelada y apacible, tal vez. Rebeca y Marcio, dos exponentes de la juventud y la maravilla, se conocen, se enamoran y se embarcan en una excursión que pretende llegar desde Paraná hasta Paraguay, siguiendo el devenir del río.

¿Qué es el litoral? Los personajes evocan la pregunta a cada momento. La novela de las transformaciones muestra un litoral sometido a las tretas y los trucos de dos personajes que traen consigo toda su urbanidad. Así, en medio de los palmares, los juncos y las serpientes, su travesía estará surcada por brujas y hechizos: "Quieto, con su atuendo semi natural, un papá pitufo de monitos vivía cautivo en Entre Ríos delante de dos testigos con telescopio".

Así, monos, aprendices de danzas árabes y frutas de color se suman en "lo real maravilloso entrerriano" (si acaso fuera posible parafrasear a Carpentier) que converge en la unión de los protagonistas en el amor. La hibridez del paisaje, sin embargo, ya no combina Europa y América. Los contrastes sugieren ahora "la capital" y "la región" como polos de oposición entre lo conocido y lo salvaje.

En este sentido, las palabras de Gabriela Bejerman en ambas narraciones amalgaman todos los prismas de lo natural en vocablos tumultuosos.
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