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 miércoles, 30 de marzo de 2005  
Diecisiete obreros quedaron sin sus fuentes de trabajo por un desalojo
Una medida judicial paralizó la producción de una fábrica de piezas de caucho ubicada en Correa a la vera de la ruta 9

Walter Gasparetti / La Capital

Correa.- Una medida judicial de desalojo, interpuesta por el juzgado en lo penal de Cañada de Gómez, paralizó la producción de una fábrica de piezas de caucho y los 17 obreros que trabajaban allí se quedaron literalmente en la calle. Los desencadenantes de la acción judicial son varios juicios iniciados por propietarios de la firma, ubicada a la vera de la ruta 9.

El establecimiento atravesó por diversas denominaciones en los últimos 10 años. A raíz de una serie de deudas contraídas fundamentalmente con la Administración Federal de Impuestos (Afip) la empresa -que ahora se llama Gomas del Litoral- cerró sus puertas, pero al mes uno de los propietarios las reabrió con los mismos trabajadores. "Estamos muy conformes con esta nueva administración porque nos pagan al día y estamos inscriptos. Antes eso no sucedía", dijeron los obreros a La Capital. Esa es la razón por la que permanecen en la parte exterior del inmueble y se expresan en forma contraria a la acción de desalojo impuesta por la Justicia.

Sucede que el resto de los propietarios de la firma anterior iniciaron una serie de demandas penales por supuesta estafa, hurto y usurpación de la propiedad. La jueza Ana María Bardone hizo lugar a esos pedidos y envió a un oficial de justicia para que lleve adelante un desalojo e inventario de los bienes.

Al momento de concretarse la medida, la actual administradora María Rosa González sufrió una descompensación de su salud y fue asistida por un médico de la localidad. "Esto es una injusticia porque detrás del desalojo hay una maniobra política para beneficiar a la gente que fundió a la firma", dijo a este diario al ser trasladada a un centro de salud.

Detrás de la fuente de trabajo hay una verdadera guerra judicial, González tiene a sus propios abogados, los trabajadores también contrataron a un letrado que los asesora, y quienes iniciaron la demanda hicieron lo propio con sus profesionales. Frente a este panorama es incierto que la firma reabra sus puertas.


Deudas atrasadas
Los 17 trabajadores que se quedaron sin empleo tuvieron expresiones de incertidumbre porque hay operarios que desempeñaron funciones en esa industria desde hace más de 40 años. "Nos deben salarios, aguinaldos, horas extras y vacaciones desde que comenzaron los problemas en 1998", relataron.

Añadieron que prefieren a la actual administración liderada por Rossanna de Gasperi porque desde entonces se sienten respaldados. "Los anteriores dueños desconocieron nuestras antigüedades y hemos trabajado en negro. ¿A ellos le darán nuevamente la empresa?", preguntaron. Para ampliar ese concepto, los empleados dijeron que un compañero de ellos "fue abandonado por los titulares cuando tuvo un accidente en los dedos de una mano", y añadieron que "a ellos les desconocieron la antigüedad en una reunión que se hizo en la Secretaría de Trabajo de Cañada de Gómez".

Susana Morici, una de las demandantes, prefiere por ahora no hacer declaraciones, pero opinó que se trata de un problema de socios. Una de las razones del malestar es que Gasperi, anterior presidenta del directorio, transfirió las máquinas de la fábrica a favor de los trabajadores. Desde la firma de un documento (al parecer el resto de los socios no estaba de acuerdo) se formó una empresa con aportes de capital y mano de obra. Los demandantes estiman que el fruto de esa asociación es una maniobra para perjudicarlos, dijeron los abogados. González expresa tener un acuerdo con el Banco Bisel, entidad dueña del inmueble donde funciona la empresa. En ese contexto, Eliseo Castellani, abogado defensor de los obreros, reconoció que es un acuerdo verbal.

"Los obreros se quedan sin trabajo y el futuro para ellos es incierto", acotó Castellani, tras lo cual comentó: "Creo que el desalojo no tuvo en cuenta ese aspecto del problema". De alguna forma el letrado quiso decir que el hilo se corta por la parte más fina.
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Los operarios de la fábrica no se resignan a perder su trabajo.

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