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 miércoles, 30 de marzo de 2005  
Donar órganos, un acto de amor

El martes de la semana pasada la ciudad se conmovió ante el caso de una joven firmatense de veintidós años que, víctima de una hepatitis fulminante con complicaciones neurológicas, ingresó al Instituto Cardiovascular Rosario (ICR) con el pronóstico de un trasplante como única alternativa para salvar la vida. De inmediato fue colocada en la lista de pacientes en emergencia nacional y comenzó la angustiosa espera de un órgano. Sin embargo, una asombrosa evolución positiva que comenzó el mismo miércoles descartó en primera instancia la necesidad de la intervención quirúrgica y desembocó, finalmente, en el alta que Gabriela Farina recibió anteayer, cuando abandonó el ICR rodeada de la atención de los medios de prensa.

Hasta allí el caso se plantea sólo como una historia conmovedora de recuperación, signada por aspectos que la tornan casi milagrosa. Pero las primeras palabras que pronunció la joven frente a los periodistas que contemplaban cómo se retiraba del sanatorio portando entre sus brazos un gigantesco oso de peluche le dieron al suceso un matiz mucho más hondo y significativo: "Yo siempre dije que no quería ser donante, tenía miedo y no me gustaba esa idea, pero después de vivir esto cambié totalmente de pensamiento", dijo Gabriela, con inusual y categórica sinceridad. Y sin dudas que la autocrítica resulta en extremo valiosa porque brinda una lección a todos aquellos que aún se resisten a donar sus órganos, que lamentablemente son muchos más de los que deberían ser en una sociedad que se considera solidaria.

El cirujano Daniel Bertolini, quien atendió a la muchacha, retrató con precisión el panorama imperante: "Pese a los esfuerzos de las organizaciones que trabajan en el tema, en la Argentina todavía sigue siendo difícil la procuración de órganos", comentó, antes de asegurar que resulta imprescindible "un cambio de cultura y de mentalidad".

La frase de Gabriela resulta esclarecedora: temores sin ningún fundamento obstaculizan una decisión que a esta altura de los acontecimientos debería ser adoptada con naturalidad. La evolución de la medicina garantiza cada vez en mayor medida el éxito de los trasplantes, tanto cardíacos como renales, tanto hepáticos como de córneas. La aprensión egoísta que refleja la negativa a donar debería ser rápidamente cambiada por la amorosa solidaridad que implica la entrega.
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