| miércoles, 30 de marzo de 2005 | La política de los valores Ralf Dahrendorf (*) El debate sobre las elecciones estadounidenses no ha amainado. ¿Cómo logró el presidente George W. Bush obtener tres millones de votos más que el senador John Kerry y, además, una mayoría republicana electa en ambas cámaras del Congreso? No hay acuerdo en las respuestas, pero dos temas se repiten en muchas de las explicaciones.
Una es la personalidad. En tiempos de incertidumbre y amenaza, la gente tuvo más confianza en el presidente que conocían que en el candidato que todavía no se había puesto a prueba. El segundo tema son los valores. La gente votó por un conjunto de valores más que por políticas específicas. En efecto, algunos (se dice) estaban de acuerdo con las políticas de John Kerry, pero de cualquier forma le dieron su voto a Bush porque se sentían a gusto con su actitud general.
Es claro que Estados Unidos actualmente está profundamente dividido en términos electorales. Un arco de estados azules (demócratas) en el este, norte y oeste rodea una enorme área roja (republicana) en el centro y el sur. Más aún, las divisiones se reproducen a nivel local. Ya no es necesario trazar los límites de los distritos electorales para beneficiar a algún partido político en particular. La gente de hecho tiende a mudarse a zonas donde la mayoría comparte sus valores, ya sean republicanos o demócratas.
¿Cuáles son exactamente esos valores? Tienen que ver, o eso es lo que escuchamos, con "Dios, armas y gays". La religión tiene un papel, incluyendo la verdad literal de la Biblia en lo que se refiere a la historia de la creación. La posesión de un arma es la prueba última de individualismo, y utilizar armas en guerras no es aborrecible.
Las prácticas gay y otras prácticas modernas se rechazan por excesivas. Como lo planteó el científico político Andrew Hacker recientemente: "La candidatura de Bush estuvo elaborada para alcanzar una mayoría dándole a unos 60 millones de personas la oportunidad de sentirse bien consigo mismos".
¿Es todo esto un fenómeno estadounidense, o hay acaso tendencias similares en otras partes? Una respuesta es que como fenómeno estadounidense, la política de valores puede tener mayoría ahora, pero de ninguna manera es general. Europa y otras partes del mundo están igual de divididas. La personalidad sin duda importa, y por debajo de las diferencias políticas abiertas también puede haber cuestiones de valores que no han surgido a la superficie. Pero las diferencias políticas tradicionales basadas en el desacuerdo sobre valores fundamentales juegan un papel decreciente en las elecciones.
Por ejemplo, el primer ministro Tony Blair, el próximo líder importante que se enfrentará a unas elecciones utiliza el argumento de la personalidad y habla de políticas, pero representa sobre todo un conjunto de valores de clase media. Cuando habla de modernización o de "llevar las cosas al siglo XXI", logra insinuar una mezcla extraña pero atractiva de cambio y estabilidad. Eso ha dejado a la oposición conservadora sin una respuesta eficaz. Incluso temas como los recortes fiscales y leyes de asilo más estrictas no llegan a alcanzar las fibras de los valores que el Partido Republicano de Estados Unidos ha logrado tocar.
El panorama es similar en Alemania, donde la influencia abierta de la política de valores es aún menor. El debate alemán sigue siendo en gran medida un debate de políticas. Cuando la oposición ofrece al Gobierno pláticas sobre la reforma del sistema de salud o más recientemente sobre el combate al desempleo, la competencia subyacente es sobre capacidades, más que sobre valores.
Sin embargo, por debajo de los campos de batalla comunes del debate político en Inglaterra y Alemania y en otros lugares de Europa merodean los choques de valores. Los partidos luchan por aquellos a quienes se puede hacer que "se sientan bien consigo mismos", pero tal vez no se dan cuenta plenamente de que esto sólo en parte es cuestión de políticas.
No es probable que la religión se convierta en un factor central de la política europea; las encuestas muestran que la observancia religiosa es una de las pocas diferencias grandes entre estadounidenses y europeos. Las armas también tienen un lugar distinto en la mente europea; lo que los europeos consideran importante es su ausencia. También es inconfundible una racha de valores pacifistas en el continente. Pero el asunto de lo políticamente correcto (los gays) también tiene hasta ahora un papel subestimado.
Lo más importante es que Europa misma divide a los europeos, a medida que la cuestión nacional surge en cada Estado del continente. Es un asunto de valores, inspirado por el miedo. La gente quiere saber a dónde pertenece, y en ese proceso se vuelven contra Estados Unidos y hacia Europa o contra Europa y hacia su país. De cualquier manera, salimos del ámbito de las políticas, e incluso de la política e ingresamos a los turbios dominios de los símbolos y los mitos.
Este, en cualquier caso, es el riesgo principal a que se enfrentan los países democráticos, ya que la política de los valores es algo peligroso. Reintroduce divisiones fundamentales en sociedades cuyo mayor logro democrático fue precisamente erradicar el fundamentalismo de la política. Un debate público ilustrado debe ser una disputa sobre políticas enmarcada en una comunidad de valores. Por lo tanto, insistir en ello es un objetivo principal de la política de la libertad.
(*) Miembro de la Cámara de los Lores, ex rector de la London School of Economics y ex decano del Saint Anthony's College de Oxford. enviar nota por e-mail | | |