| domingo, 27 de marzo de 2005 | [Lecturas] Una parodia de la política Con todas las mañas Pedro Squillaci / La Capital Humor. "Vida del senador Juan Domingo Hipólito Angulo", de David Rotemberg. Ediciones De la Flor, Buenos Aires, 2004, 253 páginas, $20.
El humor político es un género que no admite tibiezas. Cada vez que se lo aborda es para hacer reír -si no el humor no tendría razón de ser- pero siempre conlleva alguna dura crítica hacia el poder. David Rotemberg logra este objetivo con creces a través de "Vida del senador Juan Domingo Hipólito Angulo", un personaje corrupto y desfachatado hasta el hartazgo, a quien se le encontrará fácilmente muchos puntos en común con políticos de la Argentina.
Cuando Tato Bores, todo un pionero en poner la mirada irónica sobre la política, se despachaba a gusto contra senadores y diputados o hablaba telefónicamente con presidentes lo hacía con desparpajo, aún en tiempos de dictadura.
Ese desparpajo es el modus operandi de Rotemberg, cuyo trabajo humorístico se hizo conocido en Radio Mitre, y que integró una dupla junto al rosarino Luis Rubio, que hasta lo llevó a la pantalla de Canal 13. Para la tele, el humor ácido y sutil de Rotemberg no surte efecto en contacto con los rayos catódicos.
Otra cosa es cuando asume el rostro de Angulo, el personaje trajeado, de bigote prolijo y quincho a lo Soldán, que hizo sus primeras armas en las columnas de la revista Gente. No había un lugar mejor para estar en contacto con el jet set.
El material se adelanta como un libro de ficción, pero con una salvedad: "Cualquier semejanza entre algunos nombres y situaciones publicados en esta obra y los de la vida política real argentina es mera coincidencia, y ni el autor ni la editorial se hacen responsables por lo que el lector haya votado en las sucesivas elecciones".
Desde ya que personajes que van desde De la Rúa a Menem, pasando por Antonio Cafiero y Moisés Ikonikoff, y hasta el presidente de la Nación Néstor Kirchner desfilan por estas páginas, entre tantos otros, entre chanzas y palos.
Juan Domingo Hipólito Angulo se presenta como un santiagueño nacido el Día del Inocente pero la vida política lo hizo culpable. Es el fundador del Gobierno Argentino Republicano del Centro-Angulismo (Garca), lo que le dio el plafón necesario para trabajar con una militancia de servicio al prójimo pero, sobre todo, a currar y a enriquecerse indiscriminadamente.
Rotemberg apuesta reiteradamente, y con acierto, a buscar efecto con los juegos de palabras. Evidentemente es su fuerte. Y sus ocurrentes siglas son prueba de ello: CV no es curriculum vitae sino currum vitae, las normas Iram no son otra cosa que la Inactividad Radical Absolutamente Monótona y dentro de su vasta carrera política Angulo ostenta el privilegio de ser fundador del Sipapi (Secretariado Introductivo para Asistentes de Políticos Importantes). En honor al espíritu festivo que lo caracterizó desde su infancia norteña, también fue designado Organizador de Jodas Oficiales Santiagueñas (Ojos).
Uno de los momentos más interesantes del libro es cuando Angulo se presenta y cuenta los vaivenes de su vida política, en la que deambuló por distintos partidos hasta encontrar el que lo representara. Hincha de River y de Boca, el senador tiene un decálogo partidario infalible, cuya doctrina Garca cuenta con el siguiente preámbulo: "Primero está la Patria... financiera; después el Movimiento... bancario; después, las minas; y por último, los hombres".
La segunda mitad del libro no es tan interesante como la primera. Tentado en burlar a los políticos, Rotemberg se despega de su personaje y cae en chistes en donde los personajes de la farándula política son casi una excusa. Incluso se suman humoradas hacia el matrimonio y sobre el ser argentino que, más allá de que algunos son más o menos efectivos, no son precisamente novedosos.
Hay también elementos que ayudan a recobrar la memoria sobre ciertos sucesos increíbles de la vida política argentina. Y es en el museo A-10, que simboliza todos los curros en los que el senador se llevó el famoso Diego y los proyectos nunca se llevaron a cabo. Por lo que tuvo una ganancia para el país, ya que Argentina se ahorró el 90 por ciento de la inversión.
Entre ellos se rescata el puente Buenos Aires-Colonia, la aeroísla de Alsogaray, la limpieza del Riachuelo en mil días y los árboles para reforestar los bosques incendiados de Bariloche. Muestras suficientes como para comprobar que al menos en este lado del mundo la realidad supera ampliamente la ficción. Y si no, que lo diga el senador Angulo.
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