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 sábado, 26 de marzo de 2005  
Los eternos problemas del magisterio en la visión de un ex sindicalista
Ediberto Sánchez: "No falta plata sino imaginación para resolver el conflicto docente"
El ex dirigente de Amsafé prepara un libro con anécdotas de la educación santafesina

Marcela Isaias / La Capital

"Falta imaginación para resolver el conflicto docente", asegura sin muchas vueltas el ex dirigente de los maestros Ediberto Sánchez. Ahora plenamente dedicado a escribir un libro que promete despertar más de un dolor de cabeza con anécdotas recogidas durante su paso por la educación santafesina, opina que a este conflicto se arribó porque sencillamente "no hay políticas educativas" que atiendan los reclamos históricos del sector.

Ediberto fue maestro y director de escuela, y antes de asumir como diputado provincial (1995 - 1999), por varios años estuvo al frente del gremio de los docentes, primero a nivel de la seccional Rosario y luego por dos períodos consecutivos en la Amsafé provincial.

Le tocaron épocas no bien recordadas por la docencia santafesina y menos por la comunidad educativa. Sus mandatos a nivel provincial coincidieron con los gobiernos de Víctor Reviglio y el primer período de Carlos Reutemann, "donde se implementó algo nefasto para los maestros provinciales: el presentismo", recuerda Sánchez al referirse a la medida impuesta por el ex ministro de Educación Fernando Bondesío para terminar con los paros docentes.

En realidad, opina Ediberto, la determinación del presentismo simplemente fue una forma de admitir que "no había soluciones de fondo, ni políticas educativas que pensaran en resolver los conflictos de larga data".

Por ese entonces, cuando Sánchez dirigía el gremio de los maestros, los paros recogían los mismos reclamos que ahora: una escala salarial justa, revisar lo que se enseña en las aulas, una ley provincial de educación, estatuto del docente, titularizaciones en tiempo y forma, etc, etc.

"Pero, además, el paro llegaba porque nunca se cobraba a término. Era el quinto día hábil de cada mes el que indicaba la próxima huelga", dice el ex diputado provincial.

Y la verdad que los días de paro no fueron pocos por ese entonces. Basta recordar dos datos muy puntuales recogidos de las crónicas de La Capital y confirmados por Ediberto Sánchez: en el año 1990 se dictaron 129 días de clase y hubo un total de 43 días de paro; pero si se toma el período comprendido entre los años 1984 y 1992, se contabilizan nada más y nada menos que 254 días de paros docentes. Es decir: un alumno que ingresó en 1984 recibió casi un ciclo lectivo y medio menos (si éste se contabiliza en 180 días) a lo largo de 8 años de escolaridad.

Cada gobernante que llegaba a la Casa Gris conocía perfectamente esta situación, como también quien se ponía al frente de la cartera educativa, y en todo caso se esperó siempre desde el sector docente que alguien de una vez por todas fijara una medida definitiva. "No hubo ni voluntad política ni decisión para revertir esta situación", dice contundente una y otra vez.


Vigencia del paro
Sánchez piensa que el paro sigue siendo "una herramienta de lucha", pero -aclara- "en determinadas ocasiones". Enseguida advierte que "el docente no vive para el paro, no es lo que busca, por eso siempre se buscaba el diálogo con el gobierno y cuando la negociación, luego de 20 discusiones, no llegaba a nada concreto el paro se volvía necesario". También señala su desacuerdo "con paros entrecortados; nunca nos dieron resultado y conducen al desgaste, la mejor medida son los paros por tiempo indeterminado", dice, como un experto en el tema.

-¿Alguna vez el gobierno les interpuso una conciliación obligatoria como sucedió en este conflicto?

-Sí, durante el ministerio de (Leo Hillar) Puxeddú, en el gobierno de Víctor Reviglio, y en ese momento sirvió para resolver la cuestión salarial que exigíamos.

De inmediato, el ex dirigente de la Amsafé aclara que "como éramos coherentes con las demandas, éstas no sólo pasaban por el lado del salario, sino también por mejorar todos los aspectos de la educación". Por eso, recuerda, "organizamos en su momento un congreso pedagógico" para atender de manera conjunta las otras cuestiones.

Desde el período democrático hasta la fecha, los reclamos docentes podrían repetirse de memoria. Desde el blanqueo salarial a la ley provincial de educación, el estatuto del docente que regule la actividad de los maestros, la escala salarial, la jubilación que contemple el 82% móvil pero sobre un básico blanqueado, definición rápida de las titularizaciones, amén de una lista eterna de pedidos.

Mientras tanto, advierte: "Desconfío de los teóricos que están sentados en los despachos oficiales, que nunca han pasado por las escuelas y no conocen el sistema educativo desde la experiencia".

Y por las dudas aporta su punto de vista de lo que hay que atender sí o sí desde la gestión: "Habría que lograr un pacto educativo para establecer estas políticas que hacen falta, que vayan mas allá de los partidos y llevarlas adelante por un período de por lo menos diez años. Esto significaría la reestructuración de la legislación y el establecimiento de las paritarias, donde los trabajadores se sienten con el gobierno a discutir los problemas de fondo, entre otras cuestiones".

-Ahora, los que usted nombra son problemas conocidos, de arrastre a lo largo de todos estos años...

-Es que son problemas estructurales. Y desde (José María) Vernet hasta acá los gobiernos han sido siempre peronistas.

-O sea que para usted este es un problema del peronismo...

-No, creo que es un problema de la sociedad en su conjunto, que asume el problema educativo cuando aparece el paro, pero hasta ese momento no se lo sigue de cerca, salvo los que están realmente interesados.

-En su visión ¿el problema salarial es económico, administrativo o político?

-Es sin dudas político, pero no se lo está queriendo resolver por ese lado. Además, con un grave inconveniente que persiste: cuando era diputado recuerdo bien que se discutía el presupuesto destinado para la educación, y cuando se terminaba de aprobar se debía tratar la ley complementaria, la que autoriza al gobernador a mover los subsidios (a discreción). Por eso, si se trabaja con el presupuesto real, seguro que la plata estaría. Y si tenemos políticas educativas, hay dinero suficiente. Este año el presupuesto nacional, y en general en los provinciales pasa lo mismo, va a disponer el 6% del PBI para educación. Hay que pensar que estamos a dos puntos del 8% que recomienda la Unesco. Ahora, cuando uno tiene el dinero pero no se sabe cómo gastarlo, fracasa. ¿Para qué sirve fijar una ley de 180 días de clases si primero no se acuerdan las medidas para garantizarlos?

-Entonces, la decisión de no aumentar el salario docente no es un problema de falta de dinero...

-No, no es un problema de plata. Insisto, es un problema de imaginación y de resolución política. Esto lo he discutido mucho con (Daniel) Germano cuando era ministro de Hacienda (en el gobierno de Reviglio).

-Y años después pasó a ocupar el cargo de ministro de Educación en el último período de Reutemann. ¿Cómo lo vio entonces?

-(Risas) Y..., como ministro de Educación fue un buen ministro de Economía. Salvo que arremetió contra las escuelas privadas; quizás podría haber pensado en cambios con consenso primero.

-A decir verdad, lo de Germano fue mucho ruido y pocas nueces, porque cambios de fondos no hizo y fue todo más mediático que real. En definitiva, el dinero que se destina a estas escuelas no se resignó en favor de la pública y las escuelas privadas siguen actuando tan corporativamente como siempre. Un ejemplo es lo ocurrido en la Escuela Padre Claret: un colegio que recibe plata del Estado se permite elegir y rechazar alumnos.

-Sí, pero ese ruido de Germano sirvió para mover a la opinión pública.


De ministros y ministras
En un momento de la charla, Sánchez se detiene para rescatar un hecho de la actual gestión: el anuncio del traspaso de los comedores a Promoción Social. Lo hace como una forma de reivindicar un viejo y sentido problema de los maestros.

Pero cuando se le pide que resalte otros hechos significativos de los ministros anteriores, el ex dirigente de la Amsafé elige recordar lo que fue nefasto para la política educativa provincial como el presentismo y la anulación de los consejos escolares.

Y en un rápido repaso de su relación con los ministros dice que "el mayor enfrentamiento como gremialista lo tuve con (Héctor) García Solá". Aunque, confiesa, "era quien mejor entendía la situación educativa sin ser docente, porque era político. Y, a pesar de que fue con quien más conflicto tuvimos, no fuimos a ninguna conciliación obligatoria". En cambio, sí por ese entonces estaba latente una huelga de hambre.

"El más flojo de todos los ministro fue (Ricardo) Kauffman, por suerte estuvo poco ", añade. Y enseguida rescata como ministro a Danilo Kilibarda (en el primer gobierno de Reutemann), actual presidente de la Comisión de Educación en la Cámara de Diputados: "También estuvo poco, se fue porque se dio cuenta de que no contaba con el presupuesto para hacer los cambios que quería".

"Y cuando María Rosa (Stanoevich) fue ministra yo estaba en la Cámara de Diputados. Cada tanto me la encuentro en la calle y me recuerda que en ese momento la interpelamos en la Cámara" por la aplicación de la ley federal.

Las anécdotas se suceden. Algunas hablan de las corridas con que asustó a uno que otro ministro y la aparición desconcertada de un gobernador en paños menores frente a un grupo de docentes. Todo esto ahora promete contarlo en un libro que recién comienza a escribirse pero que seguro, si cumple con lo que promete ser, ya tiene lectores muy curiosos esperando para leerlo.
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Ediberto ahora recuerda a los ministros con los que debió tratar.

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