| miércoles, 23 de marzo de 2005 | Ausencia de testigos Centenares de páginas se han escrito, miles de palabras fueron empleadas para denostar el indefendible proceso de reorganización nacional surgido el 24 de marzo de 1976. Las diatribas expuestas en generosas páginas parecen demostrar que en ese momento el país estaba yermo, con una población aproximada de 80 mil personas. Cincuenta mil correspondían a las fuerzas uniformadas y treinta mil a patriotas desaparecidos tras implacable persecución y horrendo final. Hoy existen museos en homenaje a las "víctimas candorosas" de la macabra represión del Estado y ninguna alusión a los crímenes cometidos por los terroristas desaparecidos que provocaron centenares de muertos. Veintinueve años después nadie se hace cargo de los muertos ocasionados por la frenética acción de las bandas de delincuentes terroristas y los mismos que admitieron la nefasta intervención militar silencian con idéntica indecorosa responsabilidad civil las aberraciones guerrilleras. ¡Qué pena que no existan testigos de entonces!, porque los militares que sobrevivieron a los crímenes guerrilleros enmudecen sus pecados, los desaparecidos no están y al parecer la población era inexistente o se atiene al oprobioso "yo no vi nada" (dando muestras de nuestro vergonzoso costado cultural).
Oscar José Paredes
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