| domingo, 20 de marzo de 2005 | Enigmas y contradicciones en la pesquisa del crimen del sargento Hernán Lascano / La Capital El expediente que investiga el asesinato del sargento Orlando Martínez, baleado el 4 de febrero pasado en barrio Ludueña, es un nudo de contradicciones. Lo que dice el acta de procedimiento policial sobre lo ocurrido quedó refutado por señalamientos posteriores de los tres policías que vieron morir al suboficial. El adolescente de 16 años detenido el mismo día del hecho señaló, al verlo por primera vez en Tribunales, que el joven de 21 años coimputado en el mismo episodio, quien siempre negó rotundamente tener que ver con el caso, no es la persona que estuvo con él en la escena del crimen. Los compañeros del sargento Martínez, sin embargo, lo habían señalado en rueda de reconocimiento como quien conducía la bicicleta.
Lo llamativo es que a quien se detuvo sobre esa bicicleta blanca que quedó secuestrada, a instantes del homicidio, fue a Heraldo V. Pero según los camaradas de Martínez señalaron en una medida judicial, manejaba el otro detenido, Pablo Américo Figueroa, alias Panchi. Figueroa estaba bajo el número 3 en la rueda de presos del 15 de febrero cuando fue reconocido por los colegas de Martínez. "El 3 es el que manejaba la bicicleta", coincidieron.
No obstante, el acta de procedimiento indica que Heraldo V. fue detenido a bordo de la bicicleta. La policía señala que el que iba detrás se bajó, cruzó la zanja, le disparó a Martínez y huyó por un corredor de un asentamiento irregular. Al mismo tiempo le atribuye a Heraldo la autoría del tiro mortal. Sin embargo a este chico lo apresaron sobre la bicicleta. Si quien tiró fue el que se bajó no pudo ser Heraldo, atrapado sobre la bicicleta y sin arma alguna, el que abrió fuego.
Los policías de la Patrulla Urbana que son clave para aclarar lo ocurrido son Darío Cristian Cervacio, Adrián Hernández y Néstor Quiroz. Este último era el compañero de móvil de Martínez y los dos primeros estaban en el patrullero que lo acompañaba cuando se produjo el homicidio en Felipe Moré al 400 bis. Cervacio estaba desempeñando normalmente tareas de calle pese a que, recientemente, fue procesado por cuatro delitos por el resonante ataque a un chico en la comisaría 18ª a quien, a raíz de la agresión, debieron extirparle un testículo (ver aparte).
Heraldo, que es un chico de la comunidad toba, afirma desde el primer momento que no disparó, sino que cargó a un acompañante en la bicicleta, que fue quien por motivos que él asegura desconocer le pegó un tiro a Martínez, cuando desde su patrullero se acercaban a ambos. Sostuvo que lo conocía sólo de vista y que sabía que le dicen Panchi. Que le pidió que lo llevara a tres cuadras de donde fueron parados los móviles. "No tengo idea por qué disparó. Yo seguí en la bicicleta y me bajaron a golpes", planteó en su declaración.
La conclusión preliminar, según fuentes del caso, es que los policías les adjudican roles invertidos al menor de edad: un rol deviene del acta (cuando lo detienen en la bicicleta) y otro deriva del reconocimiento a Figueroa (que es el señalado como conductor del rodado).
Cuando lo carearon con Figueroa para determinar las conductas de ambos, lo que dijo Heraldo desconcertó a los que lo oían en el tribunal. "Este no es el que se subió a la bicicleta. Yo a este pibe no lo conozco ni lo vi nunca", aseguró. No obstante, Figueroa había sido reconocido "con elocuencia" como el que manejaba la bicicleta por los tres compañeros del sargento abatido.
El oficial subayudante Cervacio fue el que detuvo a Heraldo V. En un careo reciente, aseguró que persiguió desprovisto de arma a Heraldo -que supuestamente estaba armado- por un pasillo porque la reglamentaria se le había trabado. Y aunque en su relato señalaba que lo seguía a pie, cuando lo retuvo afirma que Heraldo iba nuevamente en bicicleta. "¿Pero no era que manejando la bicicleta iba el otro joven?", le preguntaron. "Se la habrán cambiado en el trayecto", repuso.
Hernández, que viajaba en la misma patrulla que Cervacio, declaró que nunca se bajó del móvil. Y que no advirtió el momento en que su compañero detenía a Heraldo sino que cuando lo vio ya lo tenía retenido. Quiroz, acompañante de Martínez, aseguró haberse quedado en shock tras la situación del disparo, sin reacción, sin poder ver nada. Las versiones sobre la cantidad de disparos efectuados también son muy dispares. Cervacio dice que el agresor hizo tres tiros: uno que le dio muerte a Martínez, otro para cubrir la huida al entrar al pasillo y el tercero desde el interior del pasillo. Hernández asegura que el chico, saltando la zanja y desde la línea de edificación, le descargó el tambor al patrullero, que no recibió impacto alguno. Quiroz, por último, sostiene que hubo un solo disparo: el que mató a su compañero.
Todo este hatajo de discordancias dificulta establecer la verdad de cómo murió Martínez. Lo que se suma a la desastrosa intervención preliminar. El mismo día de la muerte, la Brigada de Homicidios puso reparos a tomar a cargo el caso por las irregularidades elocuentes de la actuación preventiva policial. Según consta en el expediente la clave cinco, que es la de auxilio a un personal herido, se dio veinte minutos después. El acta prevencional, según voceros de la causa, no aparece. Una de las cosas que nadie de la policía contó al principio, detalle nada menor que se evidenció en Tribunales, es que en la zona donde mataron a Martínez no hubo una sino dos patrullas, cuyos cometidos en ese momento y en ese lugar son aún un misterio. enviar nota por e-mail | | |