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 domingo, 20 de marzo de 2005  
Adaptación escolar: De vuelta a clases

Esperado por unos y temido por otros, el comienzo de las clases es un cambio total en la dinámica de la familia. En la transición desde el preescolar hacia la primaria, y luego de la primaria a la secundaria, se dan situaciones de particular ansiedad.

Para la psicóloga Susana Toporosi, especializada en niños y adolescentes del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez de Buenos Aires, calificar como traumático el ingreso de un niño a la escuela es "mucho decir". Aunque admite que esa salida del lugar produce, por lo menos, un gran reacomodamiento familiar. Este es mayor en el ingreso a la escuela primaria que en el jardín de infantes, "por las expectativas que se ponen en juego, por la incorporación de normas grupales", y porque desde allí en adelante la institución donde pasará gran parte de su tiempo no sólo será, como antes, un lugar donde estar, sino que le demandará, además, un compromiso, el de aprender a leer y escribir.

"Se plantea si el niño podrá ingresar en la lectoescritura, lo cual es para muchos una especie de puesta a prueba que genera una gran ansiedad", agregó Toporosi, quien es coordinadora del Servicio de Adolescencia de dicho hospital.

Pero si bien es cierto que al niño le genera grandes expectativas, en la mayoría de los casos esta ansiedad es transmitida desde la familia por los propios papás que ponen grandes expectativas en el inicio de ese proceso en el que, desde su punto de vista, se juega si ese niño "es inteligente" o no, si puede adaptarse o no.

Es frecuente que para poder acompañarlos, los papás deban dejar de lado concepciones propias sobre lo que significa esa instancia "de examen". Si son muy rígidas pueden estar aportando más tensión en ese momento tan crucial en la vida de sus hijos.

Es que para los mayores suele jugarse el hecho de saber si fueron capaces o no de "generar un chico inteligente", y esta sensación por lo general resulta una dificultad a la hora de poder acompañarlos en sus logros, necesidades, verdaderos temores y expectativas.

Para Toporosi, sin embargo, lo que realmente se pone en juego es la manera en que esa familia trabajó con las normas. "Por lo general ese momento tiene una historia que en muchos casos se ha venido gestando desde el año anterior", señala.


Escrito en el cuerpo
Las llamadas "somatizaciones" se dan cuando esa angustia que sienten los niños, al no poder ellos expresarla verbalmente, se manifiestan en el cuerpo como síntomas: urticaria, dolores de cabeza o de espalda, dolor de estómago, son los más frecuentes.

Pero la forma en que estas dificultades se pueden presentar es de lo más variada. "En los primeros grados, las mayores dificultades van a aparecer ante el aprendizaje de la escritura y el cálculo", apunta la psicopedagoga María Toccaino, quien se desempeña en el área de Salud Mental del Hospital Gutiérrez.

En cuanto a la adaptación, los chicos que ya tienen detrás una historia de jardín de infantes corren con cierta ventaja, pero eso no significa que esas experiencias previas, que incluyen el nivel preescolar, los "inmunicen" de malas experiencias cuando aprendan a leer y escribir.

Los trastornos psicomotores (caídas, dificultad para coordinar determinado tipo de movimientos) son otras de las "sorpresas" con las que los padres pueden encontrarse. Las letras demasiado grandes o falta de destreza en el manejo de los útiles pueden ser formas leves, que se solucionan con relativa facilidad si se les presta debida atención.

Los trastornos del lenguaje (mal uso de tiempos verbales, dificultad para encontrar palabras adecuadas) pueden detectarse antes de la entrada de los niños a la escuela. Una detección temprana ayudará a evitar dificultades mayores cuando aprendan a leer y escribir.

"Hay chicos que hasta el momento habían sido muy inteligentes, pero que presentan problemas de aprendizaje cuando llega el momento de la lectoescritura", advierte.

En la entrada al secundario, los cambios dados por la sexualidad pueden ser a la vez una dificultad y un posibilitador. "Encontrar códigos de relación sexuados con los otros les demanda muchas energías y mucha atención, y puede hacer que el interés por aprender quede medio oculto", explica la especialista en adolescentes del mismo servicio, psicopedagoga Marta Caballero.


A la secundaria
La licenciada Toporosi observa que en el pasaje de la escuela primaria a la secundaria las vicisitudes que se presentan dependen mucho más de las clases sociales. Así, por ejemplo, el encuentro con grupos que puedan generar peleas a la salida de la escuela o el hecho de tener custodia policial son, sin duda, fuertes condicionantes que pueden acentuar el choque de realidades y hacer pasar el proceso de aprendizaje a un plano mucho menos significativo en relación con la realidad social. "Las dificultades sociales son un factor que recarga la angustia de ese pasaje", resume.

En la consulta a esta edad se ven hoy con suma frecuencia las somatizaciones causadas por la tensión de la autoexigencia, caracterizadas sobre todo por dolores y contracturas de espalda a un nivel que no deja de llamar la atención en adolescentes a edad tan temprana.

Una de las grandes dificultades que aquejan a los adolescentes con el comienzo de las clases, según señala Caballero, es el desajuste de los horarios que genera la readaptación cuando durante las vacaciones vienen acostumbrados a acostarse tarde o estar reunidos en grupos fuera o dentro de la casa muchas horas.

"Muchas de esas horas están solos, sin todo lo que tiene que ver con la contención y el contacto con adultos, con lo cual el regreso a clases es una buena posibilidad de retomar ese contacto".

Muchos llegan a la consulta por dificultades en el aprendizaje "y por dificultades para poder entrar en este sistema". Y muchas veces, reconoce, porque "no siempre la escuela media puede hace todas las negociaciones necesarias como para que los adolescentes puedan estar allí".

"Cuando la escuela no implementa estrategias especiales -relata- los chicos que tienen dificultades quedan por fuera del sistema, sin posibilidades de inserción en el mundo adulto".

Ese suele ser el momento en que las familias suelen decirse: "si no quiere ir a la escuela, no se puede hacer nada", cuando precisamente ese es el momento en que el joven más necesita de la familia. Precisamente los servicios de contención y ayuda con los que cuentan algunas instituciones son los lugares donde la familia puede recurrir para encontrar soluciones, cuando se halla desbordada a pensar estrategias de inserción en el mundo y no darse por vencidos rápidamente.

"No solamente son importantes los cambios de etapas educativas, sino también los cambios de grupos de referencia", señala Caballero. A veces, explica, las familias no dan la importancia adecuada a todo lo que significa ese pasaje "no cualquier chico puede ir a cualquier escuela y eso puede ocasionar que al poco tiempo el joven no quiera ir a la escuela o no se relacione con sus pares".

Dentro de ese juego, los padres deben emprender la difícil tarea de acompañar, respetando sus necesidades de intimidad, de estar en grupo y de tomar sus propias decisiones. "Los adolescentes tienen que sentir que uno es un par de ellos, pero no se tiene que perder la diferencia generacional, aunque se manejen los códigos de ellos", aconseja finalmente la psicopedagoga.

Marcelo Rodríguez
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