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 domingo, 06 de marzo de 2005  
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Carácter

Jorge Besso

Todo lo que tiene el alma de invisible lo tiene el carácter de visible en tanto y en cuanto es lo que la persona muestra (aunque en muchas ocasiones trate de disimularlo). Es interesante ver que el carácter es algo que no tiene demasiados términos medios, ni tantos grises, ya que tenemos en circulación y sin que la lista sea exhaustiva, los siguientes grupos:

  • La gente de carácter fuerte.

  • La gente de carácter débil.

  • La gente de mal carácter.

  • La gente sin carácter.

  • La gente de buen carácter.

    A simple vista el carácter no es lo más distintivo de los humanos ya que es posible describir algo similar en los animales según las especies y las razas, en las que podemos ver el mal carácter de los Doberman, al menos por la fama que tienen ya que las excepciones seguramente son numerosas. Además el carácter no sólo es aplicable a los seres vivos, sino también a las cosas, a los asuntos o a los vinos, y demás extensiones del término.

    Todo lo cual se puede comprobar por el espacio amplio que le dedica el diccionario de la lengua española donde la palabra merece 17 acepciones oficiales, todas ellas más o menos vinculadas a la primera de todas: "Señal o marca que se imprime, pinta o esculpe en alguna cosa". El centro de esta definición está en la impresión, es decir que el carácter es el producto de una señal, una marca impresa, ya sea que esa impresión esté pintada o sea una marca esculpida.

    El asunto es que esa marca pintada o esta marca esculpida no tiene autor, en tanto y en cuanto nadie es autor de su propio carácter, y además, por lo general, nadie se siente responsable del que porta y con el que circula por el mundo. A lo que habría que agregar que algunas personas parecieran tener más de un carácter, al menos dos, lo que vendría a ilustrar una vez más la bipolaridad de los humanos, inestabilidad muy característica ya que los animales son bastante más parejitos, pues una vez que quieren no dejan de querer, y por lo que parece distinguen entre querer y amar.

    Recuerdo a mi abuelo Francisco Besso, del que se decía a veces en tono de reproche, que tenía dos carácteres: uno de la puerta para adentro y otro de la puerta para afuera. Es que apenas cruzaba la puerta y se encontraba en la vereda, en dirección a la plaza o al bar Central de mi pueblo, San Jorge, la cara era una sonrisa prodigando su generosa simpatía con todo el mundo, en especial con sus amigos. El movimiento inverso invertía su rostro y la puerta de entrada daba salida a su otro carácter.

    La simpatía quedaba afuera y en su lugar muchas veces aparecía un cierto fastidio por estar adentro. Lo que no sería exclusividad de mi abuelo, ya que hay a quienes les resulta más difícil estar adentro, y a la inversa. El carácter es un esculpido que como tal no muestra demasiadas variantes a lo largo de la vida de una persona, salvo para acrecentar sus rasgos, sobre todo si se trata del mal carácter ya que con los años se acentúa el peligro de que el humano se tiña de un tono agrio.

    En tanto impreso, ya sea esculpido o pintado, el carácter es la zona no reflexiva de nuestro ser, muy poco propensa a los cambios, cambios que más de una vez serían muy beneficiosos para nosotros mismos, además de un alivio para los que nos rodean. Como todo lo psíquico, el carácter es social en una compleja estructuración de aquello social, y de lo que resta de no social en cada cual, y donde la familia como agente principalísimo de la sociedad es el escenario donde se configuran nuestros rasgos más salientes con los que caminamos el mundo. En este sentido los hijos han de soportar, acaso disfrutar, el carácter de los padres.

    Como se puede ver en una película holandesa llamada precisamente "Carácter" tramada en torno a un padre inflexible, hermético, aplastante. Un oficial de justicia que tenían que padecer y soportar en especial a los pobres de una ciudad, y su propio hijo que trataba de encontrar, infructuosamente, algún hueco en ese carácter blindado en el que poder amar a su padre enorme y, a la vez, ser amado por él.

    En suma, el carácter son aquellos rasgos irreflexivos con los que abordamos la vida desde el clima hasta la relación con los otros, y esa particularidad de irreflexión del carácter hace que uno de nuestros componentes psico sociales y psicopersonales más importantes sea al mismo tiempo lo menos trabajado, lo menos elaborado y lo más resistente a los cambios.

    Se podría pensar que todo carácter, más allá de la diversidad, cumple una función defensiva: una suerte de administrador entre lo interior y lo exterior, un regulador de las esclusas que nos abren o nos cierran al mundo y del mundo. Dicha diversidad es un espectro que va desde las llamadas personas sin carácter donde los otros y las cosas representan un viento que los lleva para todos lados y que los deja indefensos, hasta las personas llamadas con carácter por muy fuerte o por muy podrido, y en las que se produce un fenómeno tan problemático como visible: el carácter es su identidad. Es cuando se apodera de la persona, es decir, se apropia del ser portador de ese carácter que se cree dueño de dicho carácter cuando en realidad es el carácter el que comanda su vida.

    A menudo se suele decir para explicar lo inexplicable de una reacción: "Es más fuerte que yo" y es precisamente en ese punto que el carácter se apodera del yo. Aún así, en lo posible, no olvidar que para que nada sea más fuerte que yo siempre es posible el avance de la reflexión sobre la irreflexión. Pero la condición fundamental para dicha reflexión es que las respuestas no aplasten a las preguntas, pues en la capacidad de preguntarnos está la puerta para que las cosas sean distintas.


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