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 viernes, 04 de marzo de 2005  
Un chofer fue atacado por un falso pasajero en la zona sur de la ciudad
Le dan dos puntazos y varios golpes a un taxista para robarle 16 pesos
A las 5 de ayer, Sergio Quinteros salvó su vida arrojándose del auto cuando el ladrón le tiraba "chuzazos"

Un taxista de 47 años fue atacado a puñaladas por un delincuente en la zona sur que lo puso cerca de la muerte por apenas 16 pesos. El chofer se salvó de casualidad porque su agresor descargó sobre él una decena de puntazos, de los cuales dos dieron en el blanco antes de que el chofer se arrojara del auto. Fueron heridas superficiales pero que con menos suerte hubieran puesto en serio riesgo la vida de la víctima.

Sergio Quinteros tiene mujer y dos hijos. Hace 27 años que trabaja de taxista y confiesa que nunca sintió tanto miedo como ayer a la madrugada. Como todos los días, había arrancado la jornada laboral a las 4 con su Peugeot 504 cuando a los pocos minutos le comunican desde la central para la cual trabaja que debía buscar a un pasajero en Junín y Solís. Era un empleado del frigorífico Swift que se había dormido y Quinteros lo llevó hasta la planta industrial de Villa Gobernador Gálvez.

"Era mi primer viaje del día. Cobré 13 pesos y yo llevaba otros 3 en el bolsillo. Es decir tenía 16 pesos encima cuando ocurrió todo", contó a La Capital con bronca contenida. Quinteros se desplazaba de regreso a la base por la zona sur cuando en la esquina de Serrano y avenida del Rosario un hombre le hizo seña para que se detuviera. Era un sujeto de unos 30 años,con el cabello recortado, que usaba pantalón y campera de jean. Una vez que se acomodó en la butaca trasera, el pasajero cantó "Grandoli y Sánchez de Thompson".


Una gauchada mentirosa
A Quinteros no le pareció sospechoso, aunque enseguida el falso cliente le pidió un favor. "¿No me hacés la gauchada de llevarme por tres pesos? Es lo único que tengo". El taxista suspiró, tomó coraje y finalmente aceptó. De inmediato comenzó a escuchar una triste historia. El pasajero le contó que recientemente se había separado de la mujer y que sufría de una fuerte depresión. "Mirá lo que son las cosas", comentó Sergio, "yo lo escuchaba y encima le daba consejos. Le dije que se pusiera las pilas y que si sentía culpa por la separación que le pidiera perdón a la mujer y que volviera".

Pero el verso terminó segundos después cuando el 504 llegó a destino. "Me hizo tomar por Sánchez de Thompson y a unos 150 metros me colocó un cuchillo en el cuello. Lo tenía con la punta hacia arriba y me apretaba tanto la garganta que me hacía doler. Me pidió el dinero y le dí los 16 mangos que tenía, pero el desgraciado quería más", relató poco después de que lo atendieran en el Heca. El delincuente le pedía insistentemente el canuto, que en la jerga tachero es el dinero que se suele esconder en algún lugar del coche, a salvo de posibles atracos.

Quinteros no tenía ningún canuto porque hacía poco que había comenzado a trabajar. "Salí a las 4, hice el servicio al Swift y a este tipo lo levanté a las 4.50. No tenía un peso porque recién empezaba", se quejó el chofer. La falta de dinero exasperó al matón que seguía hundiendo la punta del puñal por debajo del mentón de su víctima. Hasta que en un momento Quinteros no aguantó más el dolor y, de un manotazo, corrió el puñal.

Eso desencadenó la furia del delincuente, que primero le aplicó un golpe en la nuca y después descargó una secuencia de facazos a discreción. Quinteros intentó defenderse con desesperación, pero recibió dos cortes: uno en las costillas y otro en el brazo derecho. Según contó a este diario, su oponente le tiró "como diez puñaladas". Mientras que con un brazo trataba de neutralizar la agresión, con el otro logró abrir la puerta del auto y salió del habitáculo. "Abrí la puerta y me senté en el piso, o mejor dicho en el barro, porque era una calle de tierra. Tuve que tirarme de culo porque si le daba la espalda el tipo me hubiese matado a puntazos", comentó. Y enseguida ocurrió algo que al tachero le llamó la atención. "Cuando me caí al suelo me levanté rápido, pero se ve que el choro estaba más asustado que yo porque salió corriendo hacia un pasillo del Fonavi".

Quinteros pudo conducir su auto hasta una parada de taxis cercana, sobre avenida Grandoli, donde pidió ayuda. Sus colegas pidieron por radio una ambulancia y avisaron a la policía. Pasó media hora y ningún móvil acudió a la emergencia. Entonces, uno de sus compañeros tomó el mando del 504 y lo llevó hasta el Heca. Pero el susto no pasó. Mientras lo curaban en el nosocomio, el chofer sufrió un pico de hipertensión que lo puso al borde del pánico. Recuperado y junto a su familia, Sergio afirmó: "No me queda otra que seguir trabajando. Lo voy a hacer, pero sólo con servicios derivados por radio. Voy a andar con las luces apagadas y por seguridad no levantaré a cualquiera en la calle".
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Quinteros reconoció que tuvo mucho miedo.

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