| miércoles, 02 de marzo de 2005 | Televisión / Crítica Una historia de amor cruzada por el riesgo y la tentación del poder Pedro Squillaci / La Capital La primera telenovela del año arrancó a matar o morir. En la ficción, con un intento de secuestro abortado, patadas que van y cuchillos que vienen. En la realidad, "Amor en custodia" comenzó 15 minutos más tarde de lo anunciado, previo reportaje a los protagonistas en el noticiero de Telefé, y sin cortes publicitarios durante toda la hora de emisión para no tentar al zapping. La tira protagonizada por Osvaldo Laport y Soledad Silveyra tiene buen ritmo, imágenes cuidadas y -sin salir del culebrón convencional- parte de una historia atractiva, con incógnitas claras y personajes oscuros. Y deseos cruzados, en definitiva, el motor de toda telenovela.
Juan Manuel Aguirre (Laport) es un hombre de campo seducido por la disciplina del capoeira, buen padre de familia y honesto a ultranza. Con el objetivo de postularse como capataz en una estancia, se topará con un grupo de secuestradores que atacan a quien sería su jefa: Paz Achaval Urien (Silveyra), empresaria de un "imperio" lácteo. Cual James Bond, Aguirre eliminará con su destreza a los malhechores y le salvará la vida a la poderosa mujer. Esto origina un vínculo inesperado entre ellos, con una mezcla de atracción y admiración mutua.
Ella intentará agradecer su heroísmo con dinero, pero él sólo aceptará el trabajo que iba a buscar. Pero Paz redobla la apuesta: lo quiere únicamente como guardaespaldas, al menos hasta que logre seducirlo. De a poco aparecerán pistas que permiten dilucidar quién está detrás del secuestro, aunque no los motivos del plan macabro.
Paralelamente, entrará en escena Nicolás Pacheco (el poco expresivo Sebastián Estevanez), un eficiente agente de seguridad desocupado que fortuitamente conoce Aguirre. Para complacer a la empresaria, se lo ofrecerá como su guardaespaldas, aunque ella no quede conforme. En tanto, la hija de Paz, Bárbara (Melina Petriella), deslumbrará a Pacheco, dando vida a la pareja coprotagónica de la tira.
Aguirre sufrirá algo inesperado a partir de un pedido de remate de su vivienda. Su inocencia fue fraguada por un hábil escribano que lo estafó. La empresaria evitará que su familia quede en la calle, pero a cambio exigirá que él sea -ahora sí- su guardaespaldas. Este cierre del primer capítulo abre el camino de una relación que se las trae.
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