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 domingo, 27 de febrero de 2005  
Desde 1974 se desintegraron más de 13.000 km2 en el sector antártico argentino
La Península Antártica pierde sus barreras de hielo a ritmo acelerado
El científico argentino Pedro Skavarka alerta sobre el marcado calentamiento que sufre la región

La Península Antártica está sufriendo una acelerada pérdida de sus masas de hielo, por efecto de un calentamiento regional que supera holgadamente al que se verifica en el resto del planeta. De hecho, en el último medio siglo, el calentamiento en la península ha sido de 2,5º, unas cinco veces el experimentado en el resto del mundo. El resultado es la pérdida de buena parte de las barreras de hielo que rodean a la Península. El proceso ha sido meticulosamente estudiado por Pedro Skavarka, director del Departamento de Glaciología del Instituto Antártico Argentino. Con 32 años experiencia en el terreno, Skavarka ha sido testimonio directo del colapso del sector norte de la barrera de Larsen, la formación de hielo flotante más imponente de la Península Antártica.

Las barreras de hielo se forman al desembocar los glaciares terrestres en mares fríos como los antárticos. Se trata de hielo de origen terrestre, no marino, que flota sobre el océano. Estas masas de hielo flotante pueden extenderse por miles de km2 y su grosor se mide en centenares de metros.

Sobre los sectores A y B de la barrera de Larsen, hoy perdidos, Skavarka y sus colegas trabajaron durante años, reuniendo una información de campo que no pueden dar los satélites. "Esos datos son un tesoro", comentan sus colegas británicos y norteamericanos. Skavarka y su equipo fueron las últimas personas en poner el pie sobre la barrera Larsen B, que colapsó espectacularmente entre febrero y marzo de 2002, en un evento que, según calculan los especialistas, no ocurría desde hace 12 mil años años. Ahora allí sólo hay mar abierto. Un indicio dramático de lo que está ocurriendo.

Al estudiar el comportamiento de los glaciares que alimentaban las barreras después del colapso de éstas, Skavarka y sus colegas han comprobado un hundimiento de alrededor de 40 metros de la superficie sobre tierra firme y una aceleración del escurrimiento del hielo de hasta 8 veces, comparada con la registrada antes de la ruptura de las barreras.

Esto demuestra, según Skavarka y numerosos colegas, que las barreras actúan como freno a los glaciares, que son, en términos gruesos, los ríos de hielo que evacuan el excedente producido cada invierno sobre la Antártida. Las masas involucradas en este proceso son enormes: se estima que el hielo sobre la Antártida posee un espesor promedio de 2,5 km. La Antártida tiene una superficie de 14 millones de km2, 1,5 veces el tamaño de EEUU. Un 11% de esa superficie está formada por barreras costeras.

Skavarka siente que su trabajo y el de sus colegas reivindica, a décadas de distancia, las predicciones del eminente glaciólogo británico John Mercer, a quien conoció y del que habla con admiración. Mercer postuló la teoría del efecto de freno de las barreras antárticas y, desde los años 60 y 70, predijo el riesgo que entrañaba el calentamiento provocado por la combustión de los combustibles fósiles para el delicado equilibrio de las masas de hielo antártico.

La teoría del freno -cuenta Skavarka en diálogo desde Buenos Aires, poco antes de embarcarse una vez más para la Antártida- fue desacreditada en los 70 por los teóricos que aplicaban modelos de computadora, los "modeladores", como los llama. El glaciólogo argentino recuerda que un 44% de la costa antártica cuenta con barreras de hielo. Algunas son enormes, como las de Ronne, al sur de la Península, y, del otro lado del continente, la de Ross, "que tiene más de medio millón de km2".

En cuanto a la Península, "debemos tener en cuenta que es la única región de la Antártida que está sometida a un intenso calentamiento desde hace cinco décadas, aproximadamente. En ese lapso hubo un aumento de más de 2,5 grados de la temperatura media anual en la Península. No en toda la Antártida: hay que subrayar que se trata de calentamiento regional, no global" enfatiza. Pero no sólo el aire se está calentando en la Península: también el océano aumenta de temperatura. Esto provoca una fusión "basal" de las barreras.

Skavarka recuerda el premonitorio trabajo de Mercer de 1978, "La capa de hielo de Antártida Occidental y el efecto invernadero del CO2: la amenaza del desastre". "Allí dijo que si comenzaban a derretirse las barreras de hielo en torno a la Antártida era una señal de alarma. Bueno, en el verano 1994-95 se desintegraron 1.600 km2 de la barrera Larsen (el sector A, el más septentrional). Pasaron otros 7-8 años y en febrero-marzo de 2002 se pierden otros 3.000 km2 más al sur" (la espectacular destrucción del sector central, el B).

Según cálculos del centro de glaciología Nsidc de la Universidad de Colorado, desde 1974 se han destruido 7 barreras de hielo en la Península, con una pérdida de aproximadamente 13.500 km2.

Informe: Pablo Díaz de Brito
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