| domingo, 20 de febrero de 2005 | Un ambicioso Bush busca armonizar con Europa Laszlo Trankovits Washington. — El conocido columnista estadounidense Tom Friedman le recomendó al presidente George W. Bush que durante su gira europea, que comienza hoy, simplemente permanezca en silencio y escuche. “No hay nada que los europeos quieran escuchar de su boca”, afirmó tras un viaje por el Viejo Continente. Pero este consejo es poco realista cuando el hombre más poderoso del mundo visita aliados díscolos. El programa de la gira de 5 días por Bélgica, Alemania y Eslovaquia demuestra la enorme ambición de este presidente, y algunos analistas también se refieren a un “orgullo desmesurado”.
A Bush no le alcanza con convencer al presidente francés Jacques Chirac, al canciller alemán Gerhard Schroeder y a otros hombres de Estado de su “visión de un mundo democrático”. También quiere ganarse a los ciudadanos europeos. Y Bush sabe que la opinión pública en prácticamente todas las naciones de Europa es mucho más crítica que la política oficial en las metrópolis.
En Maguncia (Alemania), por ejemplo, donde se reunirá con Schroeder, habrá una ronda de conversaciones con ciudadanos seleccionados. En EEUU, el muy eficiente staff de asesores del presidente intenta manipular ya desde el comienzo cada acto.
Incluso durante la campaña electoral no hubo prácticamente ninguna aparición ni manifestante opositor en los eventos organizados a la perfección. Hasta los periodistas son mantenidos bajo una suerte de tutela: durante los festejos tras la juramentación de Bush ningún reportero podía desplazarse libremente sin un “acompañante”.
Aunque aún no se conocen los detalles de la discusión en Maguncia, es más probable que Bush reciba sorpresas en la ciudad alemana que en su propio país. El presidente, que de vez en cuando luce torpe públicamente, y cuyas habilidades retóricas son objeto de burlas, quiere convencer a los ciudadanos europeos en varios discursos, como en Bruselas y en Bratislava. Sin embargo, en múltiples maneras serán dos mundos que se confrontan. Sobre todo muchos europeos tienen otras imágenes en la cabeza que Bush.
Cuando se trate de Irak, el mandatario evocará las imágenes de las iraquíes orgullosas con sus pulgares marcados con azul, que pese a las amenazas terroristas concurrieron a las urnas. En cambio, muchos europeos se acordarán de las terribles fotografías en la cárcel de Abu Ghoreib.
Y cuando Bush hable de la difusión de la libertad y los derechos humanos, aludirá a la caída del Muro de Berlín o las elecciones en Afganistán. Los europeos en tanto pensarán más bien en la cárcel militar de Guantánamo, en Cuba, o en la corrosiva crítica hacia Bush que el cineasta Michael Moore compiló en Fahrenheit 9/11.
La intención del presidente de avanzar ofensivamente hacia los europeos demuestra cuán convencido está de su visión del mundo. No sólo comenzó su segundo mandato con muy ambiciosas alocuciones sobre cambios en el planeta, sino también con más ánimo personal.
En las últimas semanas se presentó reiteradamente y en forma directa a la prensa. Bush se siente seguro en lo suyo, y con la estrategia doble de una “ofensiva del encanto” y una proyección de metas políticas prácticamente inalteradas espera poder acortar las distancias con Europa. (DPA)
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