| domingo, 20 de febrero de 2005 | Si te fía, desconfía Mi familia y yo vivimos desde hace más de diez años bien ambientados y con buena relación de vecindad a metros de la esquina de Brown y Moreno. Como acabo de descubrir apenas a una cuadra de allí a un comerciante que no merece nuestra confianza deseo alertar al barrio. Lo hago con la sola intención de que a nadie más le ocurra lo mismo que a un hijo mío adolescente. Compró carne en el lugar y pagó con cien pesos recién sacados del banco. El carnicero se llevó el billete a unos metros y volvió. Le dijo que no tenía cambio, le entregó cien pesos y permitió que el chico se fuera con la mercadería sin pagar, a pesar de que no lo conocía. Al volver el niño a casa, y para no dejar la cuenta impaga, mi mujer lo mandó con el mismo billete a pedir cambio en otro comercio y su titular le hizo ver que era falso. El niño había sido víctima del clásico "cambiazo" en la carnicería. Pese a lo burdo -por evidente- de la maniobra practicada por este venal comerciante, los reclamos fueron infructuosos. Pero su actitud frente a ellos desnudó la verdad a ojos de quienes los escucharon. Seguramente se quedará con la ilegítima ganancia. También deberá cargar con la condena moral de los vecinos que saben, o intuyen, de qué lado está la verdad. La deshonestidad de este individuo tiene que constituir un llamado de atención para sus habituales y eventuales clientes. A los que manejan dinero difícilmente se les escapa la falsedad de un billete. Por eso resulta difícil de creer que este hombre fue estafado e hizo lo mismo para librarse de la pérdida. Pero también cuesta admitir que estando al frente de un negocio haga esto con frecuencia. ¿Le quedará a este señor un dejo de vergüenza como para no reincidir? Lo dudo, pero ojalá me equivoque.
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