| sábado, 19 de febrero de 2005 | La pelea previa al combate De cómo sobrevivir y no quedar en el intento. De cómo crecer con los valores marcados a fuego por imperio de las necesidades y la escasez de recursos materiales.
Ahora, el bravo barrio de Puente Gallego sabe que las inclemencias de la vida suelen tener puertas abiertas para poder pelearle en igualdad de condiciones.
Sebastián Luján ganó la pelea mucho tiempo antes de combatir con Antonio Margarito. En aquel preciso momento en el que su cabeza activó un click y le grabó en el disco rígido todos y cada uno de los parámetros mínimos imprescindibles para guapear con armas válidas.
Salió de la nada y llegó a todo. El resultado de la pelea es una anécdota en la era de los resultados. Sólo un escalón más que trepó el campeón del esfuerzo; el defensor sin concesiones de una típica familia numerosa sin recursos.
No entrenó en Buenos Aires porque no se adaptó y volvió a sus pagos para preparar su pelea más importante; se aburrió de Estados Unidos.
Ni se inmutó por los pergaminos de Margarito. Es que superó en la vida tantos escollos más duros que el mexicano, que siempre estuvo convencido de que su exclusiva estrategia boxística y de la vida del todo o nada era suficiente para salir airoso.
Gran parte de la historia ya estaba escrita antes del combate. Cuando atravesó las cuerdas para saludar en el ring del Adrian Phillips Ballrrom de Atlantic City, Pimienta ya era consciente de que aquellas batallas descarnadas de la vida habían sido la verdadera lucha y el triunfo se había consumado por amplio margen. Ya no hacía falta demostrarlo ante Margarito. enviar nota por e-mail | | |