| viernes, 18 de febrero de 2005 | Coerciones estériles Suponer que encareciendo con impuestos el precio de los cigarrillos, el vino y la cerveza se pueden caucionar los efectos negativos del uso abusivo de estos productos es tan estéril y absurdo como pretender que encareciendo los alimentos se puede combatir la obesidad y las patologías que conlleva. Tanto el alcoholismo, como el tabaquismo y la gula, son la consecuencia del descontrol en el consumo, fenómeno éste que responde a desórdenes psíquicos y que sólo se manifiesta en casos individuales y excepcionales, nunca masivamente, como también el caso del jugador compulsivo. De ahí que la actitud del ministro de Salud de dar a toda la sociedad el trato que sólo corresponde a los casos patológicos enunciados resulta cuanto menos presuntuosa y desmedida, ya que invade el espacio de las decisiones individuales de las personas equilibradas dificultándoles con presiones económicas el acceso a los productos que la humanidad viene consumiendo desde todos los tiempos en beneficio de su calidad de vida. No es con medidas coercitivas, como fue el caso de la torpe y fracasada ley seca de los Estados Unidos, que se pueden morigerar los hábitos del ser humano en previsión de excesos, sino con mensajes dirigidos a la conciencia que obren sobre la voluntad, como sabiamente lo ha hecho la Iglesia para caucionar el flagelo de la obesidad, al anatematizar la gula como uno de los siete pecados capitales.
LE 3.166.879
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