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 domingo, 23 de enero de 2005  
Punto de vista: Sin la vergüenza de otra época

U.G.Mauro / La Capital

Empieza Cosquín. Mejor dicho, Cosquín, algo así como "Cuzco chico", empezó hace mucho, allá por el 1600 y pico, con el conquistador Jerónimo Luis de Cabrera entre comechingones y sanavirones. La historia del primer escenario instalado en el acoplado de un camión es tan cierta como la inmediatamente anterior, según la cual el festival, más allá de "fomentar el canto nativo", nació también porque había que atraer recursos económicos a una ciudad serrana que languidecía en medio de una fama piantavotos de refugio de los enfermos de tuberculosis. Ver a los artistas desde atrás de la cerca de alambre, gratis, no va más y una simpática y solidaria tradición cae en nombre de la recaudación. La Plaza Próspero Molina será siempre sinónimo de folclore, pero -los años enseñan- ahora está abierta a otros géneros. Las nuevas tribunas de cemento que desde ahora la rodean son, técnicamente, una superación de las estructuras de caños y tablones instaladas durante los años de la pasada fiebre privatista que desertificó todo lo que tocó, incluso al festival que, no le exagero, es realmente el país en chiquito. Se la conoce por el folclore, pero ahora Cosquín es también centro de peregrinación de rockeros y, con mucha menos prensa, de jazzeros, tangueros, cuarteteros y músicos académicos que logran concretar allí sus módicos festivales. Vivas, inteligentes, las autoridades de la ciudad del Valle de Punilla. Lograron con estas obras unir, en una verdadera estrategia, un montón de obras parciales que siempre parecían tácticas inconexas, para que la ciudad se convierta en un centro de actividades musicales populares y masivas de primer orden. Como ocurría antaño cuando en una familia aparecía una embarazada soltera, Cosquín escondía lo que creía eran sus vergüenzas; el festival nunca reconocía que daba pérdidas -quizás las vuelva a dar-, y en medio de los chismes sobre corrupción y presuntos negociados, nadie acertaba en señalar que, cuando se trata de promover la cultura, está bien que el Estado municipal, provincial o nacional "pierda" plata. Esta vez la Nación hizo lo que debe hacer: entregó al municipio coscoíno, sin obligación de devolución, 2.600.000 pesos para las obras, y eso es bueno.
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