| miércoles, 29 de diciembre de 2004 | Balance de fin de año Se derogó la ley de lemas y en su reemplazo no existe nada novedoso salvo continuar con el sistema representativo proporcional, como estaba en los 80. Con todo éxito, la corporación política, los comunicadores subjetivos y las ONGs, prisioneras de su falta de conocimiento político, empujaron al votante a la década del 80. No voy a afirmar que este cambio no beneficia a nadie. Por el contrario, voy a enumerar a sus beneficiarios. Los comunicadores subjetivos pudieron marcar el camino del reclamo a la civilidad inmersa en la sociedad de consumo. Los formadores de opinión son su legado. Las cúpulas partidarias están ahora en condiciones de desembarazarse de los díscolos que lograron conseguir un lugar en la administración de la cosa pública. Los corruptores encuentran un mejor camino para sus negocios. El partido mayoritario continuará en el poder sin ya la necesidad de adecuarse a los distintos grupos que lo conforman. Y se mantendrá una oposición atomizada que sólo sirve para vivir del erario público. Un candidato comprometido por su promesa electoral y los representantes del pueblo fueron digeridos por la sociedad de consumo. ¿Cuándo aprenderá el pueblo y sus dirigentes políticos, que la democracia sirve para cambiar un gobierno sin derramamiento de sangre, que el sistema electoral debe ser simple para poder ser trasparente y que este sistema electoral debe asegurar la posibilidad de la alternancia en la administración de la cosa pública? Lamentablemente, el nefasto sistema representativo proporcional, con todas la mentirosas variantes que los alquimistas políticos nos puedan presentar, no brinda facilidades a la sociedad ni colma sus necesidades.
Julio R Sánchez enviar nota por e-mail | | |