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 domingo, 12 de diciembre de 2004  
Lecturas
Un cronista imparcial

Fernando Toloza / La Capital

"Mi hermano el alcalde" de Fernando Vallejo. Narrativa. Alfaguara, Buenos Aires, 2004, 171 páginas, $ 19.

Fernando Vallejo contó en un documental de Luis Ospina que antes de empezar a escribir novelas tuvo que redactar "Logoi", un tratado sobre las figuras del lenguaje literario. Ese trabajo previo -dijo- era necesario porque no sabía cómo escribir. Rastros de esa labor de análisis y de duda sobre cómo escribir se extendieron a algunas de sus obras literarias, en las cuales se avanza a base de disquisiciones, bromas y precisiones sobre el lenguaje. "Mi hermano el alcalde" tributa a esa vertiente de la narrativa de Vallejo y da también claves para situar la singularidad de sus escritos.

"Mi hermano el alcalde" cuenta la historia de Carlos Vallejo, un personaje supuestamente hermano del narrador Fernando Vallejo, declarado gay como el mismo autor. Carlos un día decide entrar en política y pulsear para ser alcalde del pueblo de Támesis en Colombia. Para poder ganar hace votar a los muertos. Así y todo, parece ser el menos corrupto de los políticos de Colombia, según el novelista.

El punto de vista desde el que narra Vallejo es el que le da cohesión a "Mi hermano el alcalde". Ese punto de vista asume que el narrador está muerto (como las "Memorias póstumas de Blas Cubas", aunque corrosivas) y por eso está desengañado de todo. Igual que los muertos de la "Divina comedia", el narrador Vallejo pretende tener una visión sin remilgos de las monstruosidades de la especie humana. "Yo soy cronista imparcial, incomprable", escribe.

El libro se va armando como un decálogo de la desesperanza. Para ese decálogo el narrador Vallejo se compara con su hermano Carlos y sólo encuentra en común el gusto por los muchachos. "Carlos quiere a los pobres; yo no. Carlos hace caridad; yo no; Carlos se duele de la desgracia ajena; yo no. Carlos tiene fe en la vida; yo no. Carlos reza; yo no. Carlos siembra; yo no. Carlos construye; yo no. A Carlos le gustan los muchachos; ¡a mí también!", propone.

Entonces, aparte de la compartida gustación de la carne masculina, el personaje y autor Fernando Vallejo se distancia del alcalde y elabora los mandamientos de su decálogo en función de la oposición. Por ejemplo, Carlos pretendía no robar en el gobierno. Tras el desastre de su administración, boicoteada por los habitantes de Támesis, Fernando escribe como cuarto mandamiento: "No te hagas elegir si no vas a robar, pendejo; y que el pueblo trague polvo y coma mierda".

A la par de la narración, y a veces como su tema mismo, Vallejo incorpora en "Mi hermano el alcalde" sus preguntas sobre la escritura de libros y, de alguna manera, la poética de su arte: "Mi problema con los libros es que son sucesivos y yo soy simultáneo: todo lo veo y lo siento y lo quiero a la vez".

Con un humor basado en la palabras, Vallejo hace a la vez trabajo lingüístico, crítica y literatura, como cuando define la palabra "cacorro": "Que tengo que explicar porque la Real Academia Española de la Lengua, que es realista y lambecuras y tiene un alma gazmoña que extienden como tapete rojo para que la pisen las infantas reales, no quiere oír, no quiere saber, no quiere entender, no quiere ver. "Cacorro", señorías, en Colombia quiere decir homosexual activo, siendo "marica" el que hace el papel pasivo". Aunque a veces su atronadora acusación queda antigua, ya que la Academia, quizá gracias a la diatriba del propio Vallejo, incorporó "cacorro" a su diccionario como colombianismo, mas sin entrar en especificación de papeles.

El humor de Vallejo no tiene piedad. La justificación es que tanto autor como lectores están muertos y por tanto insensibles, capaces de recibir los golpes más fuertes sin que cambie nada en ellos. Despreciables, el narrador no se pone fuera de su admonición y es ese aceptar como propia la carcoma, la corrupción en todos sus sentidos, lo que le da a Vallejo su voz diferente, su escándalo de "loca" y su honradez.

"Mi hermano el alcalde" se suma a la edición de las obras de Vallejo en la Argentina llevada adelante por Alfaguara. Hasta ahora se han publicado "La virgen de los sicarios", "El desbarrancadero" y "La rambla paralela". En México, donde reside el escritor colombiano, se han publicado, además de otros, dos de sus mayores trabajos literarios aun no editados en la Argentina: una biografía sobre José Asunción Silva ("Chapolas negras") y otra sobre Porfirio Barba Jacob ("El mensajero").
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Fernando Vallejo, un provocador.

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