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 domingo, 12 de diciembre de 2004  
Revelador estudio sobre el desarrollo pampeano
Tener o no tener la tierra

Alvaro Torriglia / La Capital

"La paz del trigo" de Juan Manuel Palacio. Historia. Edhasa, Buenos Aires, 2004. 296 páginas, $ 32.

El desarrollo agropecuario pampeano, fundamentalmente el período de la gran expansión iniciada en las últimas décadas del siglo XIX, acumula una vastísima producción historiográfica, con tantos estudios y controversias como intereses, ideologías, comunidades científicas y problemáticas se pueden contar.

Así, a una tradicional visión que buscó por años en la estructura latifundaria y rentista del campo argentino las claves del estancamiento de la economía en el siglo pasado, se opuso desde la década del 70 una corriente de investigación que, con sus muchos matices, coincidía en descubrir en la historia del "capitalismo agrario pampeano" un universo mucho más rico y dinámico que el paisaje cerrado de una clase terrateniente parasitaria sojuzgando a pequeños chacareros arrendatarios.

En su versión más optimista, este revisionismo, alimentado quizás por el peso de la llamada segunda revolución de las pampas en los 90, transformó esa multiplicidad en un mundo casi idílico en el cual latifundistas devenidos en verdaderos empresarios capitalistas, inmigrantes emprendedores, comerciantes arriesgados y arrendatarios por voluntad propia compartían una frontera de oportunidades donde la movilidad social y el espíritu de progreso desplazaban al conflicto. Un rasgo que, además, sería distintivo del desarrollo rural pampeano respecto del resto del mundo rural latinoamericano.

En su libro "La paz del trigo, cultura legal y sociedad local en el desarrollo agropecuario pampeano", Juan Manuel Palacio aparece como un revisionista del revisionismo. Si bien comprende y comparte la eficacia de esta nueva visión "menos sombría y semifeudal" del agro pampeano en la deconstrucción de las "grandes hipótesis" totalizantes "elaboradas sin distingo de tiempo y espacio", también le pone límites a tanto optimismo.

Fenómeno, dice. Los terratenientes no eran todos parásitos que se daban la vida loca en París sino verdaderos empresarios capitalistas. El arrendamiento era, en muchos casos, una opción racional que iba más allá de la sujeción impuesta por el sistema trienal de producción forrajera. Además eran muchos los actores, no sólo indefensos chacareros, los que estaban involucrados en él. Y, durante el gran período de expansión, había cierta movilidad en la sociedad rural.

Pero deducir de esas definiciones la ausencia de conflictos sociales en el agro pampeano es, a su juicio, demasiado audaz. "Lejos de ser socios de una misma empresa, estancieros (terratenientes, grandes arrendatarios, titulares de establecimientos) y medianos y pequeños arrendatarios y subarrendatarios competían a lo largo de los años por los mismos recursos productivos dentro de las estancias", dice Palacio. Competencia que se hizo más evidente con la plena ocupación de la frontera física, luego de varias décadas en que su inestabilidad había generado "oportunidades de progreso económico".

"Como en toda Latinoamérica, la historia del desarrollo agrario pampeano es una historia de frontera", dice en clave turneriana. Frontera no sólo geográfica sino entendida como un proceso "cuya ley fundamental parece ser la transitoriedad" y "los equilibrios frágiles e inestables".

En ese mundo rural, caracterizado por la precariedad en la tenencia de la tierra, las pobres condiciones materiales de vida, la falta de crédito y fundamentalmente la ausencia del Estado como regulador de las relaciones contractuales, la "paz" era fruto de negociaciones cotidianas. Palacio le da la derecha a los que entienden que "comparada en términos de revuelta con el resto de Latinoamérica, la historia rural de las pampas es relativamente pacífica". Pero entiende que "por debajo de esa aparente calma, lo que se ve es un universo de conflictos menudos y cotidianos que estaban originados en la actividad productiva (desalojos, embargos, intimaciones de pago) que se dirimían en ámbitos menos visibles como la privacidad de la estancia o el silencio de los juzgados locales".

En los archivos de los juzgados de paz de Coronel Dorrego del período que va de 1890 a 1945, el autor descubre cómo en "la última zona colonizada de la región triguera más importante del país", los actores involucrados en producción de trigo medían fuerzas y dirimían sus conflictos en un contexto legal y materialmente precario, a partir de negociaciones cotidianas y arreglos informales que le permitieran llegar a todos al momento que le daba vida a ese sistema: el de la tan esperada como azarosa cosecha fina.

La "paz del trigo" permitió en los distritos rurales de la región pampeana organizar aspectos fundamentales de la producción como el crédito o la locación. Era la que daba curso forzoso a los vales, pagarés, contratos de palabra, cuentas de almacén, que regían la vida productiva en un ámbito donde los juicios por desalojo y la cobranza de créditos impagos ocupaban la mayoría de las disputas en los juzgados.

"La paz del trigo no implicaba ningún acuerdo definitivo ni coincidencia de intereses, tampoco era el resultado de la felicidad o la relativa satisfacción de todos. Muy por el contrario, definía ganadores y perdedores, la paz del trigo llegaba por equilibrio inestable y compulsa cotidiana", enfatiza Palacio.

En el centro de esa "cultura legal sui generis" estaba el juez de paz. Ya no el juez de paz de mala fama de la primera mitad del siglo XIX sino el vecino del pueblo que, amén de sus vinculaciones con el poder político de turno, aparecía como el más "idóneo" para aplicar con lógica burocrática esas prácticas procesales informales.

A su juzgado concurrían propietarios demandando el desalojo de sus arrendatarios y viceversa, comerciantes en pos del cobro de sus deudas y viceversa, trabajadores que reclamaban el pago de sus jornales y viceversa, cada uno con afinadas estrategias de defensa, aprendidas en la práctica cotidiana que imponía la propia precariedad. Y no estaban solos. Los abogados rurales o "aves negras", una suerte de protoletrados tan vilipendiados como eficaces, que en la medida que hacían su agosto asesorando a unos y otros, jugaron un papel decisivo en la difusión de la información legal y procesal en toda la campaña."Estos abogados se ubicaban en la intersección entre dos mundos. Uno en el que primaba el sistema legal del Estado, compuesto de leyes positivas, y otro técnicamente más rudimentario, compuesto de arreglos informales que regulaban efectivamente esa vida".

La paz del trigo, en tanto ordenadora de la actividad productiva de la comunidad rural, "operó en un momento preciso del pasado". Como producto de la frontera estaba condenada a desaparecer en la medida en que consolidaba su ocupación. Y su final llegó en la década del 40, cuando el peronismo cerró la última frontera de la región pampeana: "La intemperie jurídica que había provocado la aquiescencia del Estado nacional ante los problemas sociales del agro durante el apogeo del desarrollo agropecuario".

La estabilidad de los arrendatarios, la regulación del trabajo rural y "la creación de una enorme burocracia para hacer efectivas esas regulaciones" transformó, junto con la estructura agraria, la cultura legal de la campaña, toda vez que esos precarios arreglos informales e individuales fueron reemplazados por normas colectivas e institucionales.

El exhaustivo trabajo de documentación que se sintetiza en "La paz del trigo", le permite a su autor no sólo discutir con las corrientes de "apocalípticos e integrados" que se ocuparon de la historia de la expansión del agro pampeano. Lo lleva, además, a reivindicar la disciplina histórica como árbitro de ese debate "profundo desde el punto de vista teórico" pero "bastante superficial en cuanto a evidencia empírica", desde el momento en que fue protagonizado "básicamente por economistas y sociólogos" que abundaron en "modelos teóricos y análisis macroeconómicos desprovistos de perspectivas históricas".

A su juicio, es "la historia local, muchas veces, el único camino para destrabar discusiones demasiado teóricas y, quizás, el único camino efectivo para comprender cabalmente el desarrollo agrario pampeano".
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La producción rural fue motivo de conflicto y expansión.

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