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 domingo, 12 de diciembre de 2004  
Fiesta de despedida
"El Chacho no se va", cantó el pueblo canalla cuando salió

Miguel Pisano / La Capital

Se lo iban a perder y todo. El "Olé, olé, olé, olé/ Chachóoo, Chachóoo" atronó el Gigante de Arroyito, en la incomparable fiesta que armó el pueblo canalla apenas el capitán Eduardo Germán Coudet asomó su inconfundible platinado por la boca del túnel, en el partido de despedida de su segundo y exitoso ciclo en su querido Central.

Empero, la lesión que lo marginó del partido contra River en el Monumental -distensión en el cuádriceps derecho- le volvió a molestar en los primeros minutos, al extremo de que el Chacho sólo pudo meter un par de asistencias a Tito Villa y pidió el cambio a los 21 minutos del primer tiempo, cuando el inconfundible grito de los hinchas canallas lo envolvió nuevamente para endulzarle los oídos. El capitán le dejó la cinta al Loncho Ferrari, aplaudió hacia los cuatro costados, se sacó la camiseta de adentro del pantaloncito, volvió a aplaudir y cerró los puños en el unívoco gesto de hinchar por el equipo del corazón, antes de ser reemplazado por el pibe Alemanno.

En realidad sólo los hinchas canallas son capaces de armar un carnaval como el de anoche, cuando alentaron de tal manera que empujaron al equipo contra el arco de Albil y lograron dar vuelta un partido muy chivo, que había comenzado de la peor manera con ese golazo de otro partido del Chino Aquino. Trascartón se lesionó el pibe Juan Ojeda, que fue reemplazado por el Rifle Castellano, a quien los hinchas quieren cada día más. Y como las malas suelen venir acompañadas, la mala pata canalla se extendió con la lesión del Chacho, justo en la noche de su despedida.

Con todo, así como sus hinchas se sobreponen a los golpes del fútbol, el pueblo canalla retempló el ánimo de sus muchachos en el complemento, al extremo de empatar con un preciso cabezazo del boliviano Ronald Raldes, primero, y de desatar la locura desbordante con el gol de Albil que inició el Loncho Ferrari en el final.

Entonces las luces rojas y el humo de las bengalas de la popular de Regatas dibujaron una postal fantasmagórica, entre el conmovedor apoyo de la gente y el último esfuerzo de estos muchachos que por abrumadora mayoría nacieron en el club, por quedarse con una victoria tan justa como ajustada y ofrendársela a Don Angel, a quien justo ayer dieron de alta y los miraba por tele, con la ñata contra el vidrio.

El Chacho Coudet fue llevado en andas por un grupo de hinchas que lo pasearon delante de la popular de Regatas, mientras el pueblo canalla desataba el desenfrenado festejo de un final de camisetas al viento, sonrisas anchas y cantos alborozados por las calles del viejo barrio de Arroyito.

El viento norte que surcaba la cancha desde el complemento se asoció a la fiesta como en un cuento de Borges, los hinchas infaltables de Regatas entonaron su mejor repertorio y la gente se fue a festejar y a tocar bocina por la gran victoria que coronó una campaña notable, con la buena excusa de la despedida del Chacho. Se lo iban a perder y todo.
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Un aplauso para el jugador. El Chacho Coudet retribuyó las muestras de afecto canalla.

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