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 domingo, 12 de diciembre de 2004  
Polémica. León Ferrari habla sobre la muestra que expone en el Centro Cultural Recoleta
"No soy blasfemo, porque no creo que esas figuritas sean sagradas"

Rodolfo Montes / La Capital

Sorprendido por los fuertes cuestionamientos que recibió de la Iglesia Católica por su muestra retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta, en la ciudad de Buenos Aires, y entusiasmado por la repercusión en los medios y en la opinión pública, el artista plástico León Ferrari busca transformar los ataques en impulsos para la reflexión. "Con la Iglesia discutimos cosas diferentes, yo planteo el debate sobre el suplicio prometido, pero la Iglesia no contesta. Se quedan en la acusación de blasfemia", dice a La Capital en su casa del barrio porteño de Retiro.

Ferrari, de 84 años, se solidarizó con este cronista por una insólita detención en la comisaría 19a de la Capital Federal, luego de que un grupo de personas dañaran obras en exposición (ver aparte). Los encendidos ataques de autoridades eclesiásticas provocaron asimismo expresiones de apoyo a Ferrari por parte de más de dos mil personalidades de la cultura nacional, además de decenas de llamados solidarios que recibe en su teléfono. "La cultura occidental tiene una característica, un aspecto enfermo en sí mismo: castiga al diferente. Y además lo supone un acto lícito. El fundamento de esa idea se encuentra en la religión católica, que dice, desde sus inicios hasta el catecismo oficial y vigente hoy, que los pecadores serán castigados en el infierno", afirma.

-¿Cuánta preocupación cree que tienen los "pecadores" por ir al infierno?

-Cuando se habla del tema en general la gente se ríe, nadie cree en eso. Pero esta visión del mundo se enseña desde centenares de escuelas y otras instituciones. Por lo tanto, es muy claro que muchos episodios de intolerancia de nuestra realidad cotidiana están relacionados con la enseñanza, de parte de la Iglesia, de este derecho al castigo al que piensa distinto.

-¿Es parte de la cultura dominante?

-Los grandes flagelos de la historia de Occidente, como la matanza de los aborígenes, el nazismo, con Hitler como heredero del Nuevo Testamento que lleva dos mil años, el exterminio de los judíos y de los homosexuales, la persecución a gitanos y otras minorías, tienen su fundamento -parcial o total- en el pensamiento cristiano. Durante muchos años me dediqué a señalar esta característica nefasta de nuestra cultura, sin mayor éxito.

-¿Por qué estalló la polémica?

-Muestro un trabajo de muchos años, conocido. Pero la repercusión es distinta. Occidente, la religión y el Papa tienen obsesión por el sexo. Yo presento una obra que consiste en una imagen del Papa dentro de un frasco de vidrio junto a preservativos. Y resulta que eso escandaliza. Pero yo entiendo que los preservativos son como sombreros, uno cambia de lugar y con ellos se evita el sida y otras enfermedades. En este sentido hay que decir que la campaña del Papa Juan Pablo II contra el uso de los preservativos resulta a favor del sida y de la práctica de abortos.

-¿Cómo explica la violenta reacción de la Iglesia Católica contra su exposición? ¿Puede ser por la vecindad de la iglesia del Pilar con el Centro Cultural Recoleta?

-Ellos dicen que la muestra se hace en un lugar que supo ser un convento, luego asilo de ancianos y ahora Centro Cultural. Yo les digo que si fue asilo de ancianos puedo ocupar ese lugar por mi edad (risas). Además, tengo entendido que en el Pilar se confesaba el ex dictador (Emilio) Massera y con el mismo cura que está actualmente (el párroco Rómulo Puiggari). Lo cierto es que el cardenal (Jorge) Bergoglio se lanzó con toda su fuerza sobre esta humilde muestra de arte.

-Lo acusó de blasfemo.

-Yo no soy blasfemo porque no creo que estas figuritas sean sagradas. En todo caso no están consagradas. Creo que es grave que me digan blasfemo porque la blasfemia está castigada con la muerte por lapidación, así lo dice la Biblia. Además, tampoco escuché a Bergoglio condenar las agresiones de sus feligreses a parte de mi obra, el 3 de diciembre pasado.

-Sin quererlo, los agresores están colaborando con la repercusión de su retrospectiva.

-Sí, y la opinión completamente mayoritaria de la sociedad es a favor de que mi muestra continúe, aunque no todos valoren mi trabajos en sí. La Iglesia ya no puede seguir interviniendo en las decisiones del Estado, como en los tiempos de la dictadura militar.

-¿Por qué cree que resulta tan revelador y provocador a la vez que su obra denuncie el rol que jugó la Iglesia Católica en la historia de la cultura occidental y su complicidad con la última dictadura?

-Aunque ahora no lo demuestre, la Iglesia fue siempre muy inteligente en todo su pasado, para elegirse las mejores agencias de publicidad, para decirlo de un modo bien claro. Tuvo a los mejores pintores, artistas, instaladores, arquitectos que construyeron catedrales fantásticas. Obras imposibles de igualar en la actualidad, por belleza y calidad. Si a usted un amigo le dice "te vas al infierno" en un bar no pasa mucho. Ahora, si se lo dice un cura en un púlpito esculpido por un artesano grandioso, o debajo de un cuadro tremendo por su calidad y amenazante a la vez, como los del Giotto, el mensaje es distinto. En eso se resume el gran poder de la Iglesia: la amenaza, expresada mediante expresiones culturales de gran calidad. Incluso reconocido por ellos mismos: la amenaza, el miedo, es la gran fuerza evangelizadora.

-Lo acusan de haber pasado un límite. ¿Se puede hablar de límites en el arte?

-El arte no tiene límite, y no se puede definir. Si uno ve esa maravillosas pinturas de El Bosco y Giotto donde hay personas a las que les están cortando los genitales, o metiendo un palo en el recto, o una pareja de adúlteros colgados, yo me pregunto: ¿de qué límite me están hablando?

-Está claro que los límites los impone la ley, y no el arte. ¿ Lo ve así en el caso de la apología del holocausto?

-Desde mi punto de vista, el Holocausto es una consecuencia directa del antisemitismo cristiano. Lo dijo Hitler: "yo estoy haciendo con los judíos lo que la Iglesia no pudo hacer en mil quinientos años". Yo estoy completamente en contra del infierno, y por supuesto del Holocausto. Lo que ellos (los católicos) prometen, la tortura eterna en el infierno, hace que los campos de concentración del nazismo hayan sido algo menor.

-¿Cuál es su mensaje para los católicos con creencias aggiornadas?

-Hay muchos católicos que me dicen "yo no creo en el infierno". Entiendo que están quienes creen en la Iglesia que propone esas ideas y que sin embargo no creen en el infierno. Mi pretensión modesta es poner sobre el tapete este tema. En general los católicos se escapan de esto diciendo que los van a perdonar. Sin embargo el Jesús que tenemos, el del Evangelio, dijo: "son pocos los que se salvan".

-El Centro Cultural Recoleta se mantiene con aportes de católicos y no católicos. ¿Eso define qué arte se exhibe?

-Mire, los ciudadanos no católicos -y católicos- aportamos al mantenimiento de muchas escuelas católicas donde les enseñan a los chicos que deben castigarnos a nosotros, los que iremos al infierno. Así que ese argumento es insostenible.
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"La iglesia enseña a castigar al que piensa diferente", sostiene Ferrari.

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