Año CXXXVII Nº 48599
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Economía
Escenario
Mujer
Señales
Turismo
Ovación


suplementos
ediciones anteriores
Salud 08/12
Autos 08/12
Turismo 05/12
Mujer 05/12
Economía 05/12
Señales 05/12
Educación 04/12

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 12 de diciembre de 2004  
Hiperquinéticos. Para aguantar horas y horas los jóvenes alteran su ritmo psicofísico. Una recorrida de La Capital
Música frenética, energizantes y éxtasis en la noche de Rosario
Las fiestas electrónicas, un nuevo concepto de baile al ritmo desenfrenado de sonidos repetitivos

Pablo R. Procopio / La Capital

La oscuridad es casi total. Sólo los equipos láser iluminan el galpón y una música estridente proviene desde el escenario. Sin embargo, allí no hay instrumentos, sino DJs que combinan sonidos con computadoras y bandejas. Hay jóvenes saltando y moviéndose espasmódicamente. Son miles. Pero cada uno está en la suya. Si pretenden comunicarse, se mandan mensajes de texto a los teléfonos celulares. Y, aunque deban mirarse, permanecen con anteojos de sol. Llevan botellas de agua mineral y latitas de una bebida energizante promocionada en cada rincón. La ropa es cómoda y respeta cierta estética: gorra y zapatillas. Si la movida termina bien tarde, mejor. Y mucho más aún si logran alterar su ritmo psicofísico (ver aparte). Esta es la radiografía de una rave o fiesta electrónica de Rosario, el encuentro nocturno top de los jóvenes en la última década.

"Los videojuegos no tienen ninguna influencia sobre los niños. Quiero decir, si el PacMan hubiese influenciado a nuestra generación, estaríamos todos corriendo en salas oscuras, masticando píldoras mágicas y escuchando músicas electrónicas repetitivas", dijo en 1989 Kristian Wilson, de la compañía Nintendo. Sería imprudente hacer un cuestionamiento desde el punto de vista sociológico sobre esa afirmación, pero la descripción que hizo Wilson hace 15 años se acerca, y mucho, a lo que sucede en las fiestas electrónicas. Increíble, pero real.

En Rosario, estas raves llegaron a cautivar a más de 7 mil personas en una noche. Y no es un dato menor teniendo en cuenta que la entrada anticipada cuesta 15 pesos y sube a 20 al comprarla en la puerta del lugar donde se realiza; un sitio que en general cambia de fiesta en fiesta. Una de las últimas, a la que asistió La Capital, tuvo como sede el Viejo Mercado, un galpón ubicado en avenida de las Tres Vías y bulevar Avellaneda, con capacidad para miles de personas.

La aventura comienza en la puerta. A las 3 de la madrugada, la noche aún está en pañales. Hay cola en el ingreso donde la policía parece jugar un papel importante. Su presencia es evidente; los agentes se ocupan de hacer cacheos a todas las personas que entran al predio.

"Acá lo importante es divertirse, pasarla bien y no molestar a nadie. En estas fiestas hacés la tuya", dice Martín, de 23 años, que con su visera y remera deportiva negra confiesa "amar la música electrónica desde hace años, no como muchos giles que vienen porque está de moda".

El electrónico es un ritmo sintetizado en la computadora a partir de la incorporación o combinación de sonidos de todo tipo: instrumentos tradicionales, ecos de la naturaleza, voces humanas y ruidos electrónicos.

Los DJs, que son los creadores de estas bandas sonoras, han tenido y tienen grandes inconvenientes para ingresar en la categoría de músicos, ya que muchos de ellos ni siquiera saben tocar algún instrumento, aunque manejan brillantemente las computadoras, samplers y bandejas. Los habitué de estas fiestas ya saben de quiénes se habla cuando escuchan nombres como los de Luke Fair (Canadá), Circulation (Inglaterra), los argentinos Hernán Cattáneo, Diego Ro-k y Aldo Haydar, o los rosarinos Franco Cinelli, Tomás Caturla o Nicolás Purman.

En rigor, existen distintos tipos de géneros y subgéneros de la música electrónica: el tecno, house, trance, ambient, acid house, acid jazz, jungle y drum'n bass son algunos de ellos.

Los entendidos explican que "Plur" (Peace, Love, Unity and Respect), que en castellano se traduce como "Pura" (Paz, Amor, Unidad y Respeto) conforma el resumen de este tipo de encuentros de música y baile alocados. Es la sigla que reúne los cuatro ideales considerados como los elementos clave que diferencian a una rave de todos los otros tipos de fiestas. Sin "Pura" las raves no serían raves, "sino meras fiestas con música electrónica", aseguran.

No sólo se caracterizan por su música, sino por un complejo despliegue estético: las luces láser y su coordinación con la música apuntan a crear entornos y ambientes especiales. Los participantes buscan "una exaltación del cuerpo, sus acciones y relaciones en un tiempo y espacio acotados", dijo un analista del fenómeno.

Más allá de estos códigos, este diario pudo comprobar in situ qué hacen los chicos de la nueva generación. En principio, permanecen en un lugar oscuro y matizado por luces incandescentes entre las que prevalece el llamado flash. Tanto es así que hasta venden colgantes (cadenas con dijes) que titilan, como el centelleo de luces intermitentes. Pero no todos los usan. El hombre que expone el producto no parece demasiado conforme. "Traje 400, pero seguro que voy a vender la mitad", sostiene al inicio de la noche (pasadas las 3).

Dentro del local, los pibes se manejan a sus anchas, incluso parece haber una convivencia de público de distintos estratos sociales, claramente diferenciados por la calidad de la ropa y los accesorios.

El amplio salón se divide de un sector reservado para "very important people" (vip). Es mucho más pequeño y cuenta con mesas y sillones. El promedio de edad aquí es de 30 hacia adelante. Más aún, beben champán.

En las barras ubicadas alrededor de la pista los precios son casi idénticos, con sólo mínimas variaciones. El agua mineral, una de las bebidas más solicitadas, cuesta la friolera de 4 pesos. El energizante Speed, 5, pero si se lo mezcla con vodka, gancia o ron, su costo puede llegar a 8 pesos. Las barras representan a bares conocidos como Russia y Soho.

Para los amantes de las rave, no todas las fiestas tienen el mismo nivel. Y eso depende de los DJs que toquen. Y lo hacen en vivo, como si se tratase de un recital. Por eso, cuando entra uno en escena (la música no se detiene en los intervalos) hay gritos y suenan silbatos (que los concurrentes llevan especialmente) como una manera de darle la bienvenida al músico, tal como sucede en cualquier espectáculo, pero con los condimentos de las rave.

Como la música electrónica está de moda, no sólo los entendidos y amantes de ese estilo musical invierten su tiempo y dinero en ir. Más de alguno se ha sumado sin entender muy bien de qué se trata el asunto. Algunos conocedores del negocio cuentan que muchos "no tienen ni la más mínima idea de lo que están bailando o escuchando".

Y hay más historias: ya que las fiestas electrónicas eran originalmente al aire libre, varios de los participantes llevaban anteojos para el amanecer. El hecho se impuso y los fans de estos encuentros ahora se ponen esos lentes aún cuando están encerrados en un local con iluminación tenue.

"Nadie baila con nadie en particular. Todos lo hacen con la música", dice Flavia, de 19 años, quien aconseja que para ir a una fiesta electrónica "hay que tener ganas de caravanear". De hecho, muchos son los que a pesar de que la fiesta termina a las 7 (o a veces más tarde) siguen la conga en algún after-hour (después de hora).

Es que los chicos se muestran reacios a abandonar su estado de diversión total. "A nuestras fiestas vienen pibes de todos lados, de casi toda la región, son masivas y las hacemos con seriedad; además las promocionamos con una estética y diseños muy cuidados", dijo uno de los organizadores de Camel, Guillermo Spagnolo.


Repilas
Para Adrián, de 21 años, "si terminás en un after es porque estás repilas". ¿Qué significa estar repilas? "Consumir alcohol con Speed (bebida energizante) o alguna droga", explica el joven.

Será por el ritmo que imprime la música o por las luces que acompañan esos sonidos, lo cierto es que estas fiestas están asociadas al consumo de éxtasis y, a veces, popper (ver nota al pie).

Claro que esto no significa que todo aquel que concurra a una rave los ingiera necesariamente, pero es el marco que más acompaña a esta sustancia.

"La pastilla se vende a unos 30 pesos promedio", detallan desde la Asociación Argentina de Reducción de Daños (Arda).

Esta entidad monta en cada fiesta un stand para informar acerca de las precauciones a tomar en el caso de consumir éxtasis y marihuana, que también está presente en este tipo de espacios nocturnos.

Flavia tiene 19 años y plantea una radiografía del ambiente: "Podés tomar Speed, éxtasis; todo bien. Lo importante es estar feliz".


enviar nota por e-mail
contacto
buscador

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Los DJs son protagonistas principales en las "movidas" electrónicas.

Notas Relacionadas
En las raves es usual consumir pastillas para estar "bien al palo"

El hallazgo de un alucinógeno dejó a los bailes en alerta


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados