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 domingo, 12 de diciembre de 2004  

candi
Charlas en el Café del Bajo
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-"Una niebla profusa cubría esa mañana de junio el espacioso parque del viejo monasterio. El verde, que se resistía al frío de aquel invierno inclemente, se perdía entre ese gris nostálgico. Mientras caminaba despaciosamente por el pasto empapado de rocío, vio que aquellos árboles espléndidos, rebosantes ayer nomás de bellas formas y colores, exaltados por la luz y llenos de vida, ahora eran tragados sin piedad por las heladas y esa neblina. Se sintió como esas plantas, porque él también estaba dentro de una bruma que lo envolvía cada vez más, lo devoraba y lo sometía a sentimientos terribles. Mientras caminaba, imaginaba el horizonte, pero sólo lo imaginaba porque la neblina no le permitía ver más allá. Tampoco toda esa bruma que inundaba su espíritu le permitía proyectar un futuro. En él sólo había espacio para el pasado y un confuso lugar para el presente. Por eso había ido al monasterio, por eso caminaba por ese parque, por ese escenario ahora vacío que recorría como un actor solitario que recuerda escenas perdidas en el tiempo. Era estúpido, acaso demasiado romántico, morbosamente sensible o perdidamente nostálgico, pero era todo lo que tenía y por eso, como un confundido peregrino que ha perdido no ya el camino, sino el propio destino, volvió sobre sus pasos, volvió a aquella vieja abadía para recordar aquella tarde junto a ella".

-Parece que seguimos nostálgicos ¿Qué es eso que parece el inicio de una historia de amor?

-Recordaba estas palabras que escribí hace un tiempo y que son parte de una historia real. Se trata de un hombre que ha quedado completamente solo y no sabe como retornar a la vida. Mientras camina por la vieja abadía algo sucede y se da cuenta de que no es el único solo en el mundo, que no es el único que está angustiado. Pensando en todo ello recuerda, por su profesión, el caso de una mujer que encuentra una mañana a su hija muerta. De manera injusta, la culpan de asesinato y la condenan a prisión perpetua.

-¿Pero eso es sólo el guión de su historia o es un hecho real?

-Es un hecho real. Resulta que a este hombre atribulado alguien en ese parque de pronto le hace comprender que él también comete varias injusticias. Una de ellas con él mismo y es la de dejarse abatir por la angustia. Así que terminada su etapa de reflexión en la abadía se dispone a visitar a esa mujer que está en una celda de la provincia de Santa Fe.

-¡Toda una historia! Y ¿qué sucede?

-Pues el encuentro es conmovedor para él, porque allí comprende muchas cosas: primero la tremenda injusticia que se ha cometido y segundo, y sobre todo, que aún en el dolor más grande hay un motivo para seguir adelante. En determinado momento ella dice: "Muchas veces pienso por qué estoy aquí, no puedo comprenderlo. Pero seguramente Dios me está pidiendo algo y con la ayuda de El y de mi hija lo podré llevar adelante".

-Y ese hombre que la visitó al verla ¿la consideró Inocente?

-En realidad ya la sabía inocente. Ver su mirada, sus lágrimas y las fotos de su hija en distintas partes de la celda sólo ratificó lo que ya sabía.

-¡Pero, Candi...! Perder a la hija y ser acusado, más privado de su libertad, es el drama más grande que puede ocurrirle a un ser humano.

-Creo que sí. Los atardeceres en una celda son algo así como ese parque de la abadía invadido por la bruma del invierno. Uno puede imaginar el horizonte, puede trazar un dibujo del mundo, pero no lo puede ver y a esa desesperación por la soledad la potencia el silencio y los recuerdos.

-¿Qué ha sido de ese hombre? ¿Qué es de esa mujer?

-A él lo encuentro siempre y me ha pedido que le diga a esa mujer que no la olvida y que pronto volverá a visitarla, cuando a él también le sea posible liberarse de esa cárcel que a veces impone la vida. Mientras tanto y como ella es muy creyente y muy católica le transmite lo que sigue: "Apriete fuerte el Rosario contra su pecho, que muchos, pero sobre todo el alma de su hija y el que pende de las sagradas cuentas, la saben inocente".

-Estas palabras suyas, esta historia, me hacen reflexionar.

-Sí, lo sé.

Candi II
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