| miércoles, 01 de diciembre de 2004 | Separar el Estado de la Iglesia Desde la oscuridad de los tiempos, la Iglesia Católica ha sido sinónimo de segregación, ignorancia y atraso, oponiéndose a todo avance científico con el falso argumento de la infalibilidad de sus juicios. El simple marino Fernando de Magallanes expresaba que "la Iglesia dice que la Tierra es plana, pero yo creo que es redonda, porque he visto su sombra en la luna. Y tengo más fe en una sombra que en la Iglesia". Hoy se levantan voces de instituciones católicas oponiéndose a la designación de la doctora Argibay en la Suprema Corte por su condición de atea y abortista. Próximo ya el 24 de marzo del 76, no recuerdo haber oído voces de protesta de dichas instituciones, cuando en la última y más nefasta dictadura militar, se arrojaba de los aviones a cientos de compatriotas en los llamados "vuelos de la muerte", siendo sus verdugos absueltos por capellanes militares bajo las órdenes del tristemente célebre provicario castrense Victorio Bonamín. Cuando se sustraía y anulaba la identidad de recién nacidos. Cuando se llegó a engendrar monstruos como el famoso sacerdote torturador Von Wernich, confesor del genocida general Camps. De acuerdo a noticias periodísticas la paidofilia es corriente. Sólo en EEUU, 11.000 menores denunciaron haber sido víctimas de abusos sexuales por más de 4.000 sacerdotes católicos a lo largo de 52 años, con el reconocimiento de la conferencia episcopal de ese país. En el nuestro, las repetidas denuncias contra el padre Grassi; y el ex obispo Storni y sus seminaristas, por citar algunos. Cuándo nos pondremos los pantalones largos separando definitivamente a la Iglesia Católica del Estado. Países muy católicos como Italia, España y Francia tienen una Iglesia independiente, evitando todo tipo de compromiso de ambas partes, e incluso el aborto está legalizado. Qué discriminación hacia ateos, agnósticos y aquellos que profesan otros cultos y tributan a un fisco que invierte grandes sumas en una iglesia que no los representa. Razonable sería que razonables practicantes aportaran a su sostenimiento, como lo hacen creyentes de otras iglesias con el pago del diezmo. Termino con un pensamiento de Alfonso Toro: "El clero católico, predicando la sumisión a la voluntad divina, ha sostenido todas las tiranías y señalando el cielo se ha apoderado de todos los bienes de la tierra".
Alfredo José Maranzana
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