| "Los académicos no vamos a imponer nada" Lisandro Otero habla de su labor en la Academia de Cuba Coco López "Yo no creo que los académicos enseñen nada. Más bien los académicos aprenden. Es un error de la gente creer que la Academia crea el idioma. Se fabula que nosotros nos reunimos y decidimos incorporar una u otra palabra al idioma. Lo que nosotros hacemos es estar atentos al fluir del habla popular y de qué manera se va imponiendo un vocablo determinado. El diccionario lo crea el pueblo".
Lisandro Otero habla pausado y en voz baja en el patio de su casa habanera. En un sillón rodeado de vegetación multicolor, su figura se asemeja a una postal de novela caribeña de Graham Greene. Considerado uno de los grandes novelistas cubanos ("La situación", "Bolero", "Arbol de la vida", "Temporada de ángeles"), Otero recibió en 2002 el Premio Nacional de Literatura. Periodista, escritor y diplomático, le tocó reemplazar a Nicolás Guillén en la presidencia de la Unión de Escritores y Artistas Cubanos. Desde hace poco tiempo preside la Academia Cubana de la Lengua y en ese carácter llegará a Rosario.
Otero rescata el lenguaje como el gran aparato de comunicación masiva: "Es el nexo fundamental que nos une a todos los países, a todas las culturas que integramos el gran orbe hispánico. Hay diferencias entre unos y otros, hay argentinismos , hay cubanismos, hay mexicanismos, pero el idioma fundamentalmente es el mismo. Se ha temido el peligro de un desgajamiento, que se creen los idiomas americanos completamente diferentes al idioma que se habla en España. Hay que aventar esos temores. Lo que ocurre es que quienes hablamos el español somos 400 millones y España tiene solamente 50 millones de habitantes. Tengo un compañero que con mucho humor afirma que no deberían hacerse más diccionarios de americanismos. Lo que hace falta ahora es un diccionario de españolismos".
Otero presta mucha atención a lo que él llama "emigración de palabras" y el aporte que significan al habla popular. "En Cuba se hizo muy popular una telenovela mexicana en la que a un buhonero, un vendedor de cachivaches, se lo denominaba merolico como es costumbre en el país de origen. Esa voz se impuso en Cuba y ahora se denomina merolico a quien se ocupa de ese tipo de trasiego. Y lo interesante es que esa voz pasó de México a Cuba con una rapidez notable, que es un fenómeno del siglo en que vivimos".
De la misma manera en que se imponen vocablos, otros caen en desuso. "En Cuba en los años 40 para designar que algo era óptimo, agradable se decía es chevere. Esa palabra hoy en Cuba no se usa y ha emigrado por ejemplo a Venezuela. A esas cosas debe estar atenta la Academia".
Pero la emigración de palabras puede provenir no sólo del español. También suele ocurrir con lenguas extranjeras. "No hay que cerrarse, pero si analizar aquellas palabras que no tienen justificación. El lenguaje de la computación ha incorporado anglicismos. No descarto que con el tiempo se harán de uso corriente. Pero por el momento ¿por qué decir signear, si tenemos la palabra firmar? Creo que en esta etapa deberíamos defender el idioma, sin desconocer que en la historia siempre ha habido invasiones idiomáticas. En el Siglo de Oro cuando España era la gran potencia, el español se impuso al francés, al inglés. Si uno lee a Shakespeare ve los españolismos que usa el autor. Con todos estos ejemplos, está claro que no debe haber temor que los académicos vayamos a Rosario a imponer nada. Como le dije, vamos a aprender".
El final de la conversación estuvo dedicado al Congreso paralelo, de las Lengua(s) que preside Adolfo Pérez Esquivel. "A mí parece muy importante que las autoctonías, que los idiomas aborígenes de América defiendan su legitimidad. No creo que quepa la posibilidad de unirlos, porque sería como celebrar simultáneamente un congreso de la lengua inglesa y de la lengua española. Son dos idiomas aparte. Pero quienes impulsan el congreso tienen todo el derecho de reunirse, y sacar conclusiones paralelamente al Congreso de la Lengua Española en el que participamos los académicos".
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