La Capital
edición especial
      martes, 16 de noviembre de 2004  
De puño y letra
Capital de la lengua
El Congreso

"El idioma tiene muchos centros"
Blas Matamoro, escritor e investigador argentino, dice que las Academias americanas ya no son satélites de la española

Blas Matamoro estará en Rosario para ofrecer su aporte intelectual en el III Congreso Internacional de la Lengua Española. Porteño, emigrado por la dictadura comenzada en 1976, se instaló en Madrid para continuar su tarea literaria. Se especializó en autores como Marcel Proust y Rubén Darío, y se convirtió en autoridad por su punto de vista y su trabajo de orfebre con el idioma. Investiga, además, las variaciones lingüísticas del mundo hispanoparlante. Ese será el tema elegido para exponer en el panel "La comunicación textual en el mundo hispánico: transversalidad y contrastes".

Matamoro recibió a La Capital en Madrid, en la sede de "Cuadernos hispanoamericanos", revista que dirige. Y entre otras precisiones, entregó esta luminosa definición de literatura: "Es un abuso del lenguaje, un desplazamiento por una superficie que al encontrar una rajadura mete la mano e investiga".

-¿Cómo ve al idioma español en su dinámica de diversidad y crecimiento?

-El español va para bien. Es un idioma con carácter expansivo. Sobre todo cuando no se lo protege, más se expande. Hay que recordar que después de la conquista en América, cuando viene la etapa de las independencias, sólo un 20% de la población sabía hablar el castellano, y de esos una pequeña minoría sabía escribir. La lengua se expande en el continente en el siglo XIX de la mano de grandes lingüistas que fueron americanos; y ahora se expande en Estados Unidos: donde no se trata de un fenómeno turístico.

-Usted es un especialista en la investigación de la diversidad del idioma, ¿qué descubrió?

-Ante la diversidad en el uso del idioma en los distintos países, ¿qué hace el escritor?, por ejemplo el argentino que está en España. ¿Escribe en "español"?, pero resulta que a los dos meses se da cuenta que en los distintos barrios de Madrid se habla distintos españoles, y que el extremeño de Badajoz es distinto al de Cáceres, y que el andaluz de Jerez habla distinto al de Sevilla y que el castellano de Orense no es el de Oviedo.

-Se complica.

-Claro, escribir en un periódico o hablar en radio en España tiene su complejidad, en especial para un hispanoparlante extranjero. Los consumidores de medios masivos no tienen interés en hacer esfuerzos extraordinarios de comprensión, igual que el taxista o el camarero del bar. El taxista de Madrid no comprende si usted le dice "pare en la próxima cuadra". Tiene que decirle "deténgase en la próxima calle".

-Hay que estar atento a los malentendidos.

-Le cuento: un amigo mexicano pidió en un bar de Madrid un "etiqueta negra sobre las rocas", y el camarero pensó que mi amigo estaba esquizofrénico (risas).

-La diversidad que provoca malentendidos, ¿enriquece?

-Sí, enriquece el léxico y hace comparar usos. Y te das cuenta que tenemos algunos usos viciosos. Además, incorpora sonidos, algo muy importante para los escritores. El lenguaje no es sólo sentido, sino que hay resoluciones de cláusulas o párrafos que son empujadas por el sonido, el fondo musical. Cuando más sonido, más color, más competencia. El inglés, por ejemplo, tiene más hablantes que el castellano, pero un gran porcentaje lo usa como lengua instrumental. En cambio el español es lengua materna para casi todos los hablantes.

-¿Puede preverse si se va a conservar la unidad de la lengua a medida que se expanda?

-Posiblemente sí, y a través del trabajo de los lingüistas. No por un trabajo normativo, ni que le digan a gente cómo tiene que hablar. Los lingüistas tienen la tarea de escuchar lo que habla la gente y lo que escriben los escritores.

-¿En qué zona hay mayores problemas con la diversidad del idioma?

-El único lugar del mundo de habla hispana donde se discute la validez del castellano es en España. Los gallegos, vascos y catalanes sostienen que sus lenguas maternas no son el español; en cambio en Latinoamérica nadie cuestiona al castellano.

-¿Cómo evalúa el rol que juegan las instituciones que organización el Congreso de la Lengua?

-Veo un gran avance. Si bien el diccionario se sigue haciendo en Madrid, ningún vocablo se puede incorporar sin la aprobación de todas las academias de letras (22 países). Si se quiere, el idioma se democratizó. La idea de que el centro del idioma castellano es Madrid está derogada. Del mismo modo, ya no existen Academias de la Lengua -en los países latinoamericanos- que sean satélites de la española. Hay que aceptar que el idioma tiene muchos centros y distintos niveles de cultura. Por decir, un campesino analfabeto de Salamanca no va a conocer mejor el idioma que Alfonso Reyes, de Monterrey, México, o que Jorge Luis Borges del barrio de Palermo de Buenos Aires.

-¿Qué cree que podrá obtener del Congreso de Rosario?

-Estos congresos tienen mucho gasto de protocolo y de fachada que se podría evitar. Como las invitaciones a grandes nombres o jefes de Estados. Yo destinaría más dinero a incentivar el encuentro entre investigadores de distintos países, eso es lo más valioso. Que un uruguayo se encuentre con un hondureño, intercambien libros, que se conozcan los escritores entre sí, pero no los más famosos que ya se conocen demasiado.

-¿Qué quedó como aporte a las letras en español aquel boom de escritores latinoamericanos de los 60?

-De aquello quedan nombres. El boom no fue movimiento literario ni estético, ni generacional. Pero existió porque las editoriales españolas, en especial de Barcelona, decidieron tener un capítulo hispanoamericano, que hasta entonces no habían tenido. Ahí se descubrió que la narrativa de América estaba más actualizada, que era mejor que la española. En la actualidad se verifica un nuevo operativo editorial que concentra escritores de América en España; y es porque en sus países los escritores publican pero no llegan a distribuirse sus libros en el resto de Latinoamérica. En cambio, publicando en España, logran distribuir en todos los demás países. Es paradójico, pero hay que salir de América para llegar a toda América.

-¿En qué piensa usar el tiempo que dispondrá para hablar en su panel?

-Viajaré 15 horas para hablar 10 minutos (risas).

-Podría ser una ventaja.

-Para mí seguro, sobre todo porque no tengo que pagar el pasaje. Más en serio le digo que hablaré sobre mi experiencia como escritor de origen hispánico que se tuvo que desplazar en el uso de la lengua.

R. M.


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