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 domingo, 14 de noviembre de 2004  
GUEMES AL 2200
Tras enceguecerla con un spray la llevan a su casa y le roban
Una abogada volvía a su vivienda cuando dos pibes la interceptaron en la calle

"No grités y caminá", le advirtieron una y otra vez a una abogada dos jóvenes asaltantes que la sorprendieron cuando volvía a su casa luego de comprar cigarrillos. Los delincuentes, que al parecer conocían dónde vivía la víctima y sabían que en ese momento estaba sola, le rociaron los ojos con un gas pimienta y la llevaron amenazada hasta el interior de su departamento de barrio Pichincha. Una vez allí la encerraron en el baño y se dedicaron a revolver cada centímetro del lugar hasta que juntaron unos 1.700 pesos.

La profesional salió ilesa del mal trance, pero quedó shokeada y muy perturbada. "La sensación de invasión o violación de tus cosas es tremenda, para colmo no podía ver nada. Quería abrir los ojos y sentía un ardor terrible. Era una oscuridad absoluta y estaba desesperada", remarcó la víctima a La Capital.

Por ese motivo, Matilde Burchardt prefiere que su foto no sea publicada y que la dirección de su domicilio se preserve. No obstante, la abogada contó con detalles lo que vivió. Todo ocurrió alrededor de las 0.30 de ayer, en un departamento de Güemes al 2200, donde la víctima vive desde hace ocho años.

Al momento en que sucedió todo, la pareja de Matilde no estaba en la casa y ella hacía un par de horas que había regresado de su estudio. En un momento dado, la mujer decidió ir a comprar cigarrillos a la estación de servicios de Brown y Alvear. Cuando iba, bajo el toldo metálico de una compra-venta ubicada en la ochava sudeste de Alvear y Güemes vio a un par de pibes que estaban sentados. "No les presté atención porque siempre paso por ahí, y de noche siempre te encontrás con alguien. Es habitual ver gente allí", recordó. Luego de comprar los cigarrillos, la abogada regresó por el mismo camino. Lo único que llevaba en sus manos eran el atado de cigarrillos y las llaves de su casa (la que abre la puerta de calle y la del departamento).

Cuando ya había doblado nuevamente por Güemes y le faltaban pocos metros para llegar a su vivienda, Matilde volvió a encontrarse con las mismas personas en el mismo lugar. Los ladrones esperaron que la mujer les diera la espalda para avanzar sobre ella. "Uno me agarró del pullóver por la espalda. Calculo que sería un pibe porque sentí que de altura me llegaba hasta el hombro", comentó la víctima. Intentó zafarse, pero apareció el segundo hampón que, sin darle posibilidad de defensa, le roció la cara con un spray que le provocó ardor y una ceguera inmediata. "No grités y caminá", le ordenaron mientras la empujaban y le sacaban lo que llevaba en las manos.

Los ladrones sujetaron fuertemente a la mujer de los dos brazos y la llevaron hasta su departamento, que estaba a unos 20 metros. "No veía nada. Lo único que me decían era que caminara callada. Pero lo más loco fue que sabían cuál era el edificio y también cuál era mi departamento. Es más, ellos abrieron las dos puertas. Cuando entramos, me encerraron con llave en el baño. Ahí me desesperé. Quería abrir los ojos y sentía un ardor espantoso. Los escuchaba murmurar y no podía ver nada. Entonces empecé a lavarme la cara con agua", remarcó.

Los delincuentes dieron vuelta la casa. Vaciaron cada cajón del living y del dormitorio, desparramaron papeles y ropas por el piso, dejando el confortable ambiente como si fuera escenario de un huracán. En ese desorden juntaron unos 1.700 pesos en efectivo y también pertenencias de Matilde y de Marcelo. Después se fueron por donde habían llegado. Ni siquiera se tomaron el trabajo de cerrar .

Luego de intentar en vano conjurar la irritación en los ojos, Matilde cayó en la cuenta de que aún conservaba su teléfono celular agarrado de la cintura del pantalón. Así, casi adivinando la ubicación de las teclas pudo llamar a Marcelo. También gritó a través del ventiluz para que la escucharan sus vecinos. Cuando arribó su pareja se encontró con un cuadro desolador. "No se podía caminar del desorden. Yo la escuchaba llorar dentro del baño y por el despelote no podía encontrar la llave. Tuve que romper la puerta a patadas", comentó Marcelo.
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Ocultos bajo un techo metálico, los ladrones esperaron agazapados a su víctima.

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